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Lo de China

Tortuga Antimilitar - 22 April, 2025 - 00:00

Guillem Martínez

1- Estamos viviendo la caída de otro muro. Zas. Igual era el muro de nuestro lado. Un muro que no se veía, si bien su caída permite ver otro paisaje, otra época, otro mundo. Tan grande y diferente que da miedo. Es el miedo de cuando te adentras en un nuevo e inexplorado planeta. Por ejemplo, Raticulín.

2- El presente articulete pretende ofrecer el minuto y resultado de esa caída de muro. Vivimos, recuerden, en el paréntesis de 90 días que ofreció Trump al mundo para que el mundo negocie con EEUU lo de los aranceles. Es decir, para que el mundo reformule –o no– su relación con EEUU. ¿Qué han contenido en su interior los últimos días de ese packde 90 días, esa cuenta atrás? No se vayan, que hoy tiramos la casa por la ventana, de manera que contestarán a esos interrogantes pichichis planetarios, como Paul Krugman o Thomas Piketty. Antes, no obstante, es importante aludir a lo que ha ocurrido en Argentina. Tal vez, un indicio del todo.

3- El actual gobierno argentino ha obtenido un crédito del FMI de 20.000 millones de dólares. No es el crédito habitual del FMI a Argentina. Es el sello, ruinoso, del fracaso de la revolución Milei, que queda plasmada como un destrozo social, un jalón violento y doloroso hacia la ruptura social y hacia una catástrofe económica que carece de nombre. En ausencia de otro, tal vez quede bien el palabro catástrofe. Se trata, con todas las letras, de una Catástrofe Económica. Algo sin precedentes. A saber: en Argentina no ha ocurrido un error, un fallo, una mala política económica. Ha ocurrido la más absoluta y vehemente ausencia de cálculo, salvo el del beneficio personal para una pequeña élite gubernamental. Lo de Argentina no es anecdótico. No es un caso aislado. Es la época. Tras más de cuatro décadas de neoliberalismo, de gobiernos que reinterpretan y reducen constantemente sus funciones y responsabilidades sociales, la política ha quedado reducida a un reino que no es de este mundo, sino que se debe a la pasión que pueda crear, a la realidad paralela que pueda fabricar. La política, esa región de la comunicación, queda delegada así en comunicadores. Gestionan la espuma, los sentimientos. Poco más. Por lo que ni siquiera consideran dentro de su responsabilidad gestionar la sanidad o la educación. Menos aún una pandemia, una DANA, la crisis de la vivienda, una crisis económica. Son políticos autoritarios aún más libres –es decir, aún menos responsables– que los de los años 30, pues aquellos debían dar cuentas a seres no verificados, como dios, la Historia o Alemania, mientras que estos solo deben comunicar exceso en redes, esa masa que, por cierto, tampoco precisa estadios, coreografías, multitud –las redes, en fin, son el estadio interior–. Esa clase de políticos y de política no se improvisa. Requiere décadas, años de selección y ensayo. Estamos asistiendo al culmen de esa dinámica y, tal vez, a su canto del cisne a partir de nuestros Mileis, Boris Johnsons, Mazones, Puigdemonts, Alvises, Abascales, Ayusos… Trumps.

4- Por lo demás, se va depurando, con asombrosa rapidez, los puntos básicos del trumpismo. El trumpismo es, así, básicamente, un solo punto, pero muy gordo. La hegemonía del Ejecutivo sobre el Legislativo y el Judicial, que desaparecen, zas –“En EEUU no gobierna la Corte o el Congreso. Gobierna el presidente”, ha dicho Marco Rubio; yo no lo podría haber dicho mejor–. Es el fin de la democracia, que no del voto. De ese hecho, de esa ausencia de control y de contrapoder ante un poder irresponsable, nacen el resto de hechos: a) las políticas –ilegales y contra los DDHH– de inmigración, b) los recortes y censuras en la universidad, c) los retrocesos en las libertades personales y colectivas, habituales en todo autoritarismo y, claro, lo de d) los aranceles. Y, en general, e) el delirio, pues se trata de políticas dramáticas, es decir, teatrales, que parten de decisiones absolutamente arbitrarias, no sustentadas en hechos reales y que, por eso mismo, no precisan, en primera instancia –o segunda, o tercera– de éxitos, de realizaciones. O, al menos, no los están teniendo, lo que parece no importar a Trump, como no le importa a Milei. Quizás la metáfora de ello sea la asunción, por parte del DOGE –la oficina gubernamental de Musk, el punto en el que se planteó el enfrentamiento con el Judicial y el Ejecutivo–, de que solo ha obtenido un 15% de los ahorros prometidos –no se puede recortar mucho más, en fin, un Estado recortado previamente a lo largo de más de cuatro décadas–. Y, aun así, ese 15% es una cifra abultada, falsa, según el NYT.

5- Sobre la ausencia de éxitos: a) esta semana se ha consagrado el choque entre el Judicial y el Ejecutivo, con el planteamiento del conflicto constitucional por parte del Judicial, precisamente por un tema de deportación ilegal de inmigrantes. Veremos cómo se traduce y en qué acaba ese conflicto. También esta semana –y esto es muy importante, uno de los cientos de elefantes en la sala– se ha planteado b) el conflicto entre el Ejecutivo y los militares: el Ejecutivo ha relevado de su cargo a la jefa de la base de Groenlandia, por falta de pasión, por las cítricas a la violencia oral vertida por el vicepresi Vance en su viaje la isla. Se trata de un indicio, la puntita de algo importante, en tanto que el estrato militar de EEUU es el único, en todo el continente, que nunca ha practicado el golpe de Estado. Fiel, con una tradición de honestidad y sentido de su deber –los militares de EEUU tienen un prestigio y cierto reconocimiento social de una suerte de honestidad cívica–, el estamento militar es hoy un enigma. ¿Tolerará, sin más, el fin de un orden constitucional de más de 200 años? Y, claro, esta semana también se ha formulado, más y mejor, el tema c). Los aranceles, ese intento de practicar las relaciones internacionales a partir de la violencia –económica, por ahora–. ¿Qué está sucediendo?

6- The Economist (TE) cree que está sucediendo una guerra comercial entre EEUU y China. Lo que no es un punto de vista muy original, pues la guerra comercial planteada es más grande aún que ese conflicto, de por sí gigantesco. La originalidad es que TE observa como singular no ya la escalada emitida por Trump, sino la escalada posterior emitida por China –China, recuerden, ha anunciado que está dispuesta a “luchar hasta el final”; lo que suele ser mucho–, que TE valora como un indicio de que China cree que puede ganar el conflicto. EEUU, al menos, no podrá soportar la inflación y el descontento social, apunta TE, mientras que China tan solo tendría que respaldar su economía –ya lo hizo en 2007-09, cuando chutó a su economía 590.000 millones de dólares–. China ya ha empezado a emitir medidas en esa línea: a) bajando los intereses y b) desacoplando su economía de la de EEUU. Por todo lo alto. Y con actos inesperados. No se los pierdan.

7- Por ejemplo, suspendiendo los pedidos chinos a la prestigiosa firma Boeing, que se tendrá que comer sus aviones con patatas –empieza, parece una edad de oro para la europea Airbus–. Y como la medida aún más espectacular, radical, inesperada y tan difícil de entender que la prensa europea y norteamericana parecen haber omitido de su agenda. Se trata, agárrense, de la voladura china no de un gaseoducto, sino de algo aún más aparatoso: el mercado del Gas Natural Licuado / GNL.

8- A finales de la semana pasada, China suspendió de manera abrupta, vía piticlín-piticlín, todas las importaciones de EEUU de GNL. Pumba. Se trata de más de 4,4 millones de toneladas / 2.400 millones de dólares anuales. Lo suficiente como para crear pánico y pérdidas diarias millonarias en la economía de EEUU. Al parecer, China ha revendido a la UE una buena parte del GNL rechazado, que lo ha recibido como agua de mayo. China puede hacerlo. No es un país productor de gas, pero controla una parte del mercado gracias a los contratos a largo plazo firmados con países productores. Lo que le permite ofrecer GNL a precios bajos, simplemente como medida política –EEUU, al parecer, desea del mundo, a cambio de rebajar aranceles, venderle gas y petróleo; a la UE, gas, petróleo, armas y servicios sin tasa Google, ha explicitado Scott Bessent, secretario del Tesoro–. Lo que está haciendo, llevando al garete el mercado del GNL. Lo que nos lleva a hacer un inciso.

9- Se abre el inciso. Esto de China con el GNL explica cómo las gasta China. No improvisa. Siempre tiene plan B. Porque, a diferencia de EEUU –no se pierda a Krugman/punto 11–, siempre tiene plan A. Y hace apuestas, por ahora, más fuertes. Pero lo del GNL explica más cosas. Explica que China y la UE están destinadas a entenderse, de una manera más o menos intensa –que ya veremos–, pero inverosímil antes de la caída de este muro. Me dicen que uno de los entendimientos, el límite superior de esos entendimientos, sería el euro. China, junto a Japón, el Estado poseedor de más bonos de deuda EEUU, precisa, como todo el mundo, unos bonos de deuda fuertes, fiables, en los que invertir. Y que esos bonos podrían ser los europeos, si la UE finalmente se atreve a emitirlos –este es el momento de hacerlo, amiguitos–, ante la mala calidad y el futuro aciago de los bonos EEUU. Por lo mismo, China puede apostar por el euro como moneda internacional en las transacciones, sustituyendo al dólar, lo que sería la puntilla final al dólar, un dólar seriamente enfermo, por otra parte. A saber: a) el Financial Times informa que el valor de su deuda está por las nubes –al 4,6%, en el momento en el que escribo estas líneas; es su mayor subidón desde los 80; se dice rápido–. Y b), el dólar ha perdido mojo aún antes de esta crisis: esta mañana a primera hora el dólar supone el 57,8% de las reservas mundiales. Lo que es mucho. Pero no tanto: en los últimos 10 años, ese volumen de reservas en dólares –que hacen los Estados en una apuesta por la estabilidad– ha descendido en un 7,3%. Sí, Meloni ha visitado EEUU y se ha declarado ultrasur de Trump. Pero las alianzas comerciales no las hacen los Estados, sino la UE, es decir, la Comisión. Y la época conduce a la Comisión a apoyar el viaje de Sánchez a China, antes que el de Meloni a EEUU. En contrapartida a este hecho diáfano es preciso señalar que, en efecto, la Comisión tiene problemas para leer la época desde, al menos, 2008. Fin del inciso.

10- Krugman, Nobel de Economía, precisamente por sus trabajos en nueva teoría del comercio y nueva teoría de la geografía económica, matiza esos puntos de vista desde su propia publicación, una vez que, el pasado diciembre, y argumentado el inicio de una nueva época en el planeta –Trump, vamos–, abandonaba el NYT, cabecera desde la que se convirtió en, sin duda, el periodista político más influyente de EEUU. No se pierdan su punto de vista. Sencillo, operativo, didáctico. ¿Qué está ocurriendo?

11- Krugman parte de la confusión trumpista ante los aranceles, frente a la cual están los criterios diáfanos de China. China, dice, “entiende lo que significa el comercio y las guerras comerciales”. Sobre el comercio, plantea esta fabulosa definición: “no se trata de lo que puedas vender, sino de lo que puedas comprar”. Es decir, que exportamos, simplemente, “para pagar las importaciones”. Y las exportaciones de EEUU a China son cutres, de bajo valor añadido. Básicamente, agricultura. Vamos, que “China puede sustituir fácilmente a EEUU”, pero no EEUU a China. De hecho, el mayor riesgo que corre EEUU es revivir, a lo bestia, lo vivido durante la pandemia: la interrupción de las cadenas de producción. No fabricar por falta de materiales. “¿Está EEUU en manos de China?”, se pregunta. Se responde que “no” –a lo que agrega algo que debo escribir en negrita, pues es la esencia de lo que vivimos y de lo que viviremos–, “pero EEUU no está en manos de buenos líderes, de un liderazgo inteligente y lúcido”. Krugman, en fin, se plantea la selección negativa neoliberal, intensificada por el trumpismo, como la clave. Y aquí es donde desgrana el plan de Trump. Es, oficialmente, usar los aranceles “para aislar a China”. Un plan que Krugman considera fallido. Por cinco razones. La 1) es que, si ese fuera en verdad el plan, EEUU debería guardar ese plan en secreto. Si no lo es, si se ha filtrado, ha sido para que parezca, precisamente, que hay un plan. Glups. Ese plan –filtrado, por cierto, por Bassent, el secretario del Tesoro– “no es una exclusiva a la prensa, sino un intento de influir en Trump”. Vamos, que el círculo íntimo de Trump habla con Trump a través de la prensa, ese indicio de ausencia de coordinación y de inteligencia en los sistemas propagandísticos y verticales. Socorro.

12- La razón 2) es que Trump, a estas alturas, ha dilapidado su credibilidad con la cosa aranceles. Por lo que, por ausencia de esa credibilidad, no puede asociarse con terceros países para aislar a China –otro indicio de que lo de Meloni con Trump es un estado de ánimo, no una idea de Estado, por cierto–. La razón 3) es que no hay razón alguna para que un gobierno de la UE quiera asociarse a EEUU contra China –sí, Meloni; ninguna otra extrema derecha en el poder, parece–. La 4) es que “la administración Trump está utilizando un cuchillo para intervenir en un tiroteo”. Es decir, que China posee más mecanismos que EEUU en esta crisis. Uno de ellos es la ausencia de elecciones. A diferencia de Trump & the Mar-a-lagorettes, Xi Jinping & The Politburoettes no se juegan su cargo con tanta inmediatez. La razón 5) es brutal –y espero que así lo entienda la Comisión, snif–: “la caída de valores democráticos aísla a EEUU. ¿Quién quiere aliarse con un Gobierno como el de EEUU?” –Meloni, la extrema derecha europea fuera de la órbita húngara; poco más, por ahora–.

13- Desde otro análisis académico, Piketty coincide y amplia a Krugman en su artículo –el título es importante– EEUU está perdiendo el control del mundo. La idea motor del artículo: “tenemos que imaginar el mundo sin EEUU”. Resume el proyecto de Trump con los aranceles a través de esta imagen brutal: “EEUU quiere recibir un tributo para financiar su déficit eternamente”. Ese plan surge del hecho de que las élites políticas no saben cómo reaccionar ante el debilitamiento económico del país, de manera que la única idea es tomar minerales de Ucrania y Groenlandia, y recuperar la gestión de Panamá. “EEUU quiere ser la Europa colonial, olvidando que se construyó en 1945, sobre la destrucción del orden colonial europeo y con un modelo de desarrollo basado en la democracia y la educación”. El olvido de esos hechos socava, estructuralmente, “el prestigio moral y político” propio de la gran potencia que fue –es decir, que ya no es– EEUU. ¿Qué debe hacer Europa en este momento? Comparte con Krugman la idea de una aproximación a China, el único plan en todo este conflicto. Y explica y matiza esa aproximación: Europa/UE debe “reformar el FMI y el Banco Mundial”, de manera que los BRICS accedan a esas instituciones y las modulen, o “los BRICS” –recuerden: Brasil, Rusia, China y Sudáfrica, en primera instancia– “construirán su orden, bajo liderazgo de China y Rusia”.

14- Piketty es un pensador leído por los Gobiernos europeos. Tanto como es ignorado en las políticas europeas. Sería bueno que la Comisión, que no tuvo su momento Hamilton en la pandemia, tenga un momento de cierta inteligencia, sentido de la época y operatividad en esta caída del –otro– muro.

Fuente: https://ctxt.es/es/20250401/Politic...

Categorías: Tortuga Antimilitar

La era del nihilismo dulce: Entre la impotencia y la catástrofe

Tortuga Antimilitar - 22 April, 2025 - 00:00

Emmanuel Rodríguez

Nos estamos acostumbrando al apocalipsis tomado en gotas homeopáticas. En una secuencia cada vez más acelerada desde 2008, la crisis económica se combina con una cadena de eventos catastróficos de magnitud tanto local como global: el accidente de Fukushima de 2011, la larga guerra siria (2013-¿2024?), la pandemia de COVID 19 iniciada en 2020, la guerra de Ucrania, el genocidio de los gazatíes, las inundaciones recurrentes en todo el planeta, las espectaculares subidas del precio de los alimentos de 2010-2011 y luego de 2020-2021, además un largo etcétera que incrementaría esta lista de forma quizás redundante, pero al que necesariamente habría que añadir los conflicto de Sudán y el Yemen, y las olas de incendios de Australia de 2020, América del Sur de 2022-2023 y Canadá de 2023, con más de diez millones de hectáreas calcinadas cada una.

Habrá quien considere, con toda justicia, esta lista como un ejercicio arbitrario. ¿Que tienen que ver guerras y pandemias, o las complejidades del «eterno» conflicto geopolítico de Oriente Medio con la borrasca Daniel, que en septiembre de 2021 se llevó la vida de alrededor de 15.000 libios, o con la gota fría de Valencia de octubre de 2024 que arrancó la vida a más de 200 personas? Nada, desde la óptica estrecha que considera cada fenómeno por separado, pues al fin y al cabo siempre hubo guerras y catástrofes naturales. De hecho, dirán, esta es la misma historia, recurrente y tediosa, de la especie humana. Pero la respuesta bien podría ser «todo». Este conjunto de acontecimientos está tan trenzado de elementos sociales y «naturales», que podemos considerarlo antes como la condición de nuestra época que como una invariante histórica. El factor que los reúne es el potente imán de nuestro sistema económico y social, cada vez más condicionado por el efecto bumerán de sus impactos nocivos en el sistema ecológico, que solíamos llamar «naturaleza» y que antes considerábamos completamente «externo» a la civilización.

La complejidad que tenemos que salvar es que en ninguno de estos acontecimientos se puede prescindir de al menos los siguientes cuatro elementos: la dimensión ecológica en la que la especie humana forma parte inextricable del conjunto de la biosfera del planeta, el metabolismo económico capitalista y su articulación sobre la base de la urgencia del beneficio y la acumulación incesante, la organización social (también demográfica) de sociedades divididas en clases y la segmentación de la humanidad en organizaciones estatales en mutua competencia. Cada acontecimiento catastrófico tiene causas y consecuencias en el resto de dimensiones, hasta al punto de volverlas indisociables.

El balance capitalista se ha invertido de la producción de riqueza hacia la producción de deshecho, contaminación y catástrofe.

Cabe también decir que la atención a la catástrofe no es en absoluto nueva, tal y como indica la aparición del género homónimo en los códigos cinematográficos desde la década de 1970: zombis, invasiones alienígenas, colapso de presas y megainfrastructuras (especialmente centrales nucleares), y más adelante, tormentas planetarias, pandemias, meteoritos planet-killers, etc. En un registro propiamente político, a finales de la década de 1970 y comienzos de la década de 1980, tras el retroceso de la ola revolucionaria que acompañó y siguió a 1968, ya hubo sectores, además del emergente ecologismo, que consideraron que a la era del progreso le había sucedido su opuesto. La crítica al productivismo industrial se resumió entonces en el concepto de «nocividades». Con este se certificaba que el balance capitalista se había invertido: de la producción de riqueza hacia la producción de deshecho, contaminación y catástrofe.1 Incluso durante el optimismo casi pleno de los llamados treinta gloriosos (1945-1973), en los que el consumo y el bienestar se habían convertido en la religión oficial de la inmensa mayoría, también en los países del Tercer Mundo, entonces recientemente independizados, no faltaron los profetas de la catástrofe.

Seguramente Günther Anders fue el más destacado pesimista de aquel periodo. Los dos volúmenes de La obsolescencia del hombre,2 siguen pesando como una maldición para aquella época en la que se querían conjurar los males de la pobreza, la tiranía e incluso la guerra, por medio de los avances del capitalismo progresivo, la democracia liberal y el Estado del bienestar. Para Anders, las bombas de Hiroshima y Nagasaki no habían puesto punto final al exterminio nazi o a las atrocidades del imperialismo japonés, simplemente los habían desplazado hacia el corazón mismo de las democracias occidentales, elevando los umbrales del riesgo en la era de la potencia nuclear. La Guerra Fría y la guerra de Vietnam habían acercado peligrosamente a la humanidad a su exterminio. La catástrofe administrada por los funcionarios militares llevaba a las sociedades modernas al borde de su autoaniquilación.

En esa tradición agorera, el Bulletin of the Atomic Scientists, fundado por el director del proyecto Manhattan (origen de la bomba atómica moderna), Rober Oppenheimer, nos ofrece desde hace décadas sus tétricas predicciones con regularidad. El Doomsday Clock [el reloj del fin del mundo], que publica el Bulletin, trata de representar nuestra mayor o menor cercanía a un previsible apocalipsis provocado por desastres nucleares, guerras catastróficas, riesgos biológicos de origen humano o el propio cambio climático. En enero de 2023, el reloj nos sitúo a tan solo 90 segundos de la medianoche, punto en el que un evento catastrófico producido por el «progreso humano» infligiría un daño letal a la especie y al planeta.

En cualquier caso, lo que distingue nuestro tiempo de los años cincuenta o incluso de las décadas de 1970, 1980 o 1990, es que la catástrofe ya no es una posibilidad prevista por las «mejores» cabezas (científicos, críticos o filósofos), sino más bien una certeza asumida por la gente común y corriente. No es un miedo justificado en la mayor o menor probabilidad de lo impensable, como cuando en octubre de 1962, en los tiempos de la Guerra Fría, el inexplicablemente afamado J. F. Kennedy, ante el despliegue de armas nucleares soviéticas en Cuba, accionó el nivel DEFCON 2 del sistema militar estadounidense, paso previo a una guerra nuclear. Ese miedo se podía conjurar todavía con las innegables conquistas capitalistas de la llegada del hombre a la Luna, el uso de antibióticos y la rápida extensión del consumo. Hoy, sin embargo, la presencia de la catástrofe no consiste en un miedo fundado en una posibilidad entre otras. Antes bien, esta tiene la forma de una percepción compartida de que las cosas van mal, e irán todavía a peor. Fin del Progreso. Esa es la certeza.

Por supuesto vivimos todavía en la resaca y la inercia de la era de los grandes avances. Políticos, científicos e ingenieros, al modo de los telepredicadores, siguen insistiendo en fáusticas soluciones a todos los problemas. Para demostrarlo ahí están la IA y su potencia escalada de mejoramiento humano, las ya casi palpables energías infinitas como la fusión nuclear o, en el peor de los casos, la transición posthumana por medio del escaneo cerebral hacia una vida puramente virtual. Pero aparte de estos modernos reyes taumaturgos,3 nadie en su sano juicio predice un futuro mejor. Nadie puede afirmar que el progreso marca el norte del sentido de la historia. E incluso en países como China, donde el desarrollismo capitalista ha empujado a un quinto de la humanidad a unos niveles de vida casi comparables a los occidentales, la preparación para la catástrofe —lo que con un eufemismo podríamos llamar «transición ecosocial»— es casi una disciplina empresarial.

Enfrentados a la seguridad del fin del progreso, lo que inevitablemente compartimos es un sentimiento de desamparo e impotencia. Tras la gran era de la emancipación humana y de las llamadas grandes narrativas (del progreso, la ciencia y la revolución), la postmodernidad alegre y feliz de los años ochenta y noventa, conforme a un «pensamiento débil», únicamente preocupado por los dioses de las pequeñas cosas, no ha sido más que otro suspiro.

Uno de aquellos intelectuales militantes que atravesó como pudo, entre la cárcel y el exilio, la resaca de la reacción autoritaria y neoliberal de los años ochenta, Paolo Virno, caracterizó la mentalidad de aquella década como marcada por las apesadumbradas «tonalidades afectivas» del oportunismo, el cinismo y el miedo.4 Describía así los componentes esenciales de la subjetividad llamada luego «neoliberal», narcisísticamente individualizada, plegada a lo que también después se llamaría la «empresarialidad de uno mismo», que no es más que el oportunismo y el cinismo traducidos a la puesta en venta de las propias competencias en el régimen precario y flexible de la economía de servicios de los países centrales del capitalismo avanzado.

Puede que estas sigan siendo las tonalidades emotivas de nuestra época, al fin y al cabo, no hemos logrado animar la superación política de aquel periodo. No obstante, el mismo Virno en textos posteriores nos proponía una definición para nuestro periodo que caracterizaba bajo el signo de la impotencia.5 Escribe: «Las formas de vida contemporáneas están marcadas por la impotencia. Una parálisis ansiosa coloniza la acción y el discurso». Para Virno, la impotencia era el resultado de la asimetría entre lo que consideraba una plenitud de facultades y de potencias, y la obvia incapacidad de ponerlas en uso, en acción. Este «uso» (hexis), decía Virno, es el presupuesto y el resultado de las instituciones sociales, que concretan y hacen efectiva la potencia de la cooperación de los animales humanos, y que por eso es capaz de volverse «cosa», res, hechos materiales, transformaciones fundamentales. Y esta parece la condición de nuestro tiempo: las potencias del conocimiento y la ciencia resultan asombrosas en comparación con cualquier otra época histórica, pero la capacidad de las sociedades organizadas para convertirlas en acto, en acción consciente, con el fin de producir una sociedad-naturaleza no catastrófica no están al alcance de los humanos atomizados y separados en esas unidades discretas que llamamos familias.

Por eso, la «tonalidad afectiva» que podríamos añadir a la lista de Virno es la del «nihilismo». Este término sirve para dar la clave del espíritu de la época, pero solo a condición de darle un sentido algo distinto al que proclamaron los nihilistas rusos de finales del XIX o al de sus conocidos usos por parte de Nietzsche. No estamos en la enésima proclamación del fin de los valores o del crepúsculo de los dioses, a las puertas de una sociedad y una existencia que se reconoce en el vacío de sentido. En esta «nada» vivimos desde hace 150 años. El nihilismo actual consiste en algo seguramente mucho menos apasionante y motivador, la nada actual redunda en la pasividad de masas, en una suerte de conformidad general contenta con sobrevivir.

Quizás podríamos decir con Stengers que en la base de este nihilismo está la sensación compartida de que, para eso que llamamos «naturaleza» (ella emplea la metáfora de Gaia), que ha sido objeto de apropiación y explotación por parte de los sucesivos regímenes de acumulación capitalista, nuestra simple existencia individual y social es sencillamente indiferente.6 Por decirlo en el grandilocuente lenguaje de la Escuela de Frankfurt, el triunfo de la razón instrumental capitalista y de la ilustración científica no ha producido simplemente la «naturaleza» (y con ella la sociedad) como «objeto», sino que en su incuestionable deterioro y reacción catastrófica nos ha hecho a nosotros, los seres humanos, sencillamente insignificantes.7 Enfrentados a esta era de efectos imprevistos provocados por la acción de la razón instrumental (como por ejemplo el cambio climático), los humanos sencillamente no contamos. Y no contamos, porque tampoco tenemos ninguna herramienta (más allá del conocimiento) que nos haga contar.

Paradójicamente, este nihilismo, al menos para aquellos que todavía en la cúspide del planeta y del mundo, esto es, para la pequeña burguesía mundial (las clases medias globales), no implica un especial dramatismo. La neurosis se calma y se tranquiliza con toda una expansiva farmacopea, que nos libra de caer en la depresión y en la turbación de una pasividad postrera, al tiempo que contiene la ansiedad en límites tolerables. Nos hemos vuelto especialistas en el uso del Lorazepam, el Diazepam y el Prozac. Estamos ligeramente activos, pero en una clave personal, estrictamente individualizada y estética, tal y como demuestra la rápida extensión de la nueva religión del gimnasio y las disciplinas deportivas más exigentes. Parece que sobre el cuerpo considerado propio todavía podemos ejercer algún tipo de control frente a la incertidumbre exterior. En el marco del nuevo nihilismo y de la catástrofe ecológica, se nos propone, y al mismo tiempo aceptamos, un cuidado obsesivo y recurrente de nuestra arquitectura biológica, convertida en el templo de una eterna juventud, pero también en la prueba de la negación imposible de la vejez y de la inevitable decrepitud de la carne.

Al fin y al cabo, frente al fin del mundo, declaramos que la vida (la nuestra, la única que conocemos) todavía puede ser bella e incluso interesante. Pero siempre al precio de admitir nuestra completa impotencia. Por eso, nos entregamos a unas prácticas en las que estamos bien entrenados, por ya más de medio de siglo de consumo de masas. Nos volcamos en una diversión controlada, medida, convertida en una suerte de entretenimiento constante y bien dosificado. Por eso nuestro nihilismo, no es abroncado y violento como el de los populistas rusos, ni tampoco activo y cruel como el que se proponía el enclenque y enfermizo Nietzsche, ni por supuesto alegremente desenfrenado como el de los dionisiacos excesivos de todos los tiempos. El nuestro es un nihilismo dulce, y bobo al modo francés, bourgeois bohème.

Este nihilismo dulce está orientado por una certeza de la finitud, de que la vida es corta e insegura. Pero esta certeza, reconocida e incorporada, tiene que ser, por otro lado, negada y ocultada, pospuesta frente a cualquier caramelo de gratificación inmediata; a modo de una certeza que se trata de conjurar siempre aquí y ahora, y que tampoco produce sabiduría añadida (ninguna reactualización de las viejas enseñanzas de cínicos y estoicos), en tanto no obliga en absoluto a tomar a decisiones radicales. Ligeramente ansiosa y depresiva, la subjetividad en los comienzos de la era de la catástrofe parece así conformarse con poco. Se contenta con explotar un poco más todas las fantasías y promesas de la era del progreso: una vida fácil y estimulada recurrentemente con propuestas de «experiencias» distintas, pero sin riesgos, esto es, con la garantía de que cuando estos episodios terminen, seguiremos siendo los mismos, idénticos a lo que éramos antes, si bien renovados por la aportación sensorial de una comida exclusiva, un paisaje exótico o un cuerpo otro.

Por eso, queremos todo aquello que marca una vida plena: viajar, ligar, hacer amigos, comer fuera, salir, pero de un modo que tiene algo de compulsión controlada (rara vez desbocada) y que, de forma algo forzada, busca hacer pasar el trago (la vida entre catástrofres) lo menos traumáticamente posible. Por ejemplo, se quiere viajar a cuantos más sitios mejor, y casi siempre dentro de esa paradoja de que sean sitios «exclusivos», pero también altamente demandados, tal y como refleja la moda del selfi en Instagram, siempre en lugares espectaculares que parecen diseñados para cada uno de nosotros, los mismos que esperamos en la larga fila para repetir la misma foto. No merece la pena reiterar la crítica al turismo como experiencia sustitutoria del viaje en tanto transformación interior. En cierto modo, estamos un paso más allá, en la parodia de este.

Así en las grandes metrópolis, como es el caso de Madrid o Barcelona, cada fin de semana, cada puente, cada cadencia de más de tres días de fiesta es un pretexto para iniciar un éxodo hacia la costa, la montaña, la naturaleza, los destinos exóticos, el cual se vive como una «necesidad», como un «derecho»; el «derecho» a la movilidad entendida como experiencia que rompe la rutina, aun cuando se vuelva también rutinaria. De hecho, esta movilidad bulímica se ha convertido en una suerte de forma de vida plena, también porque tiene el rasgo de un privilegio solo al alcance de las clases medias globales.

Valga decir, que la movilidad es una disposición constante para aquellos que viven de rentas o disponen de la posibilidad del teletrabajo. Se huye así de la masividad, del ruido, de la contaminación excesiva o del exceso de estímulos, en una suerte de manejo moderno de la trashumancia pero aplicada a los humanos, en la que de forma alterna se busca frío o calor, huyendo de la inclemencia climática (al fin y al cabo, de la forma atenuada de la catástrofe). Pero obviamente, de forma inevitable, se vuelve a la gran ciudad, donde se «hace la vida realmente», y donde pastamos de forma continua, al tiempo que seguimos abonando con nuestro metabolismo acelerado la persistencia del mismo mundo que consideramos condenado a la extinción.

Razonamientos similares se podrían hacer del sexo consumido en las aplicaciones de citas, en las que, en el mercado de cuerpos, se trata de operar con el mínimo riesgo y de la forma más aséptica posible; de la búsqueda de la experiencia gastronómica, cuando ya apenas nadie sabe cocinar; o del consumo cultural, hoy motivado menos por la moda, que por el entretenimiento continuo que permita cumplir ese exorcismo permanente que nos detrae del aburrimiento.

En esta sociedad depresiva pero hinchada de «experiencias» —y que en el mundo solo aplica para las sociedades ricas de clase media—, las transformaciones antropológicas son seguramente más profundas de lo que pueda insinuar este análisis superficial. Quizás la transformación más sintomática sea la de la categoría de juventud, convertida en la edad fundamental, que se extiende hoy sin ironía hasta la edad anciana. Se es joven hasta el mismo punto en que caemos en situación de dependencia. Y esa juventud es entendida como una disposición a pasarlo bien, a disfrutar: una suerte de derecho inalienable a la irresponsabilidad eterna especialmente más allá del margen estrecho de la familia. De forma algo chocante, al mismo tiempo que nos sumergimos en esta etapa infinita de la minoría de edad, la propia condición del adulto joven (pongamos de los 18 a los 25 años) cambia y se transforma de ese periodo de la vida que en la Modernidad se consideraba formativo de una personalidad única y especial, por tanto una etapa de apertura, descubrimiento y entrega a la construcción del yo, a ser una suerte de estadio de espera siempre postergado hacia la existencia plena, en el marco desdibujado de una promesa de futuro que nunca llega. Con razón se ha encontrado en la depresión y en el entretenimiento forzado la condición subjetiva de los jóvenes biológicos actuales.8

Una característica de la era del nihilismo dulce es que este es no es un resultado de la falta de conocimiento. Ninguna política de concienciación conseguirá promover un llamamiento a la acción y menos aún desatarla. En este mundo de la post-Ilustración, la población sabe. El exceso de información es patente. El genocidio palestino es transmitido casi en directo. Recibimos a tiempo real las imágenes de las bombas, los cadáveres, las lamentaciones de una población obligada a un éxodo interno continuo. En otro orden, la prolongación de la temporada de tifones o huracanes —o en nuestro caso borrascas atípicas y medicanes— es noticia todos los años. Al igual que resulta extremadamente detallado el seguimiento de las consecuencias, las víctimas y los daños económicos, junto con la inevitable asociación de estos eventos extremos con el calentamiento global de origen antrópico.

Sin embargo, este exceso de información tiene efectos narcóticos. No llama a la acción salvo a una estrecha minoría. Desde los grandes episodios de 2011 —la Primavera Árabe y el movimiento de las plazas—, la reciente suma de catástrofes solo ha levantado algunas polvaredas (las acampadas por Palestina, los voluntarios de la DANA de Valencia), pero no verdaderos movimientos destituyentes. De hecho, la reacción pública es, en el fondo, de una indiferencia fingida y en ocasiones escondida con pomposas declaraciones de hartazgo o solidaridad con las «víctimas».

Merece la pena considerar con algo de detalle el registro de la indignación que se expresa en las redes sociales convertidas en la única arena pública (y política) de esas clases medias que todavía marcan el destino de las sociedades ricas. Por supuesto, hay una parte de estos parlanchines digitales que expresa genuina preocupación por la suerte del mundo, pero esto no debiera impedir ver que esta indignación, incluso cuando es mayoritaria, no conduce a nada. En realidad, este tipo de política es la de un gran parlamento inane e impotente frente a los poderes reales de este mundo. La expresión es un simple desahogo, un expurgo de los restos de mala conciencia de la que aún queda de la subjetividad moderna. En el fondo, enfrentada a la catástrofe, la inmensa mayoría solo acumulamos espanto por aquello que puede ocurrirnos a nosotros mismos y que proyectamos en los pocos que consideramos semejantes. (Cada quien puede rellenar esa casilla según sus «identidades»: por preferencias políticas, autoubicación de clase, posiciones étnico-nacionales, orientación sexual, amén de multitud disposiciones sociales inconscientes).

Otro apunte interesante sería considerar la sociología y las motivaciones de los que podríamos considerar los verdaderos enfadados con la época, y que a modo de hipótesis parecen los más asustados con la proximidad del fin del mundo, aquellos que de una u otra forma sienten o presienten que su posición está realmente amenazada, que el deterioro ya no se puede resolver con paliativos farmacológicos o con un consumo pasivizante. En este sustrato social, los negacionismos de extrema derecha, con todas sus variantes —desde el cambio climático a las teorías alternativas de la conspiración o el terraplanismo— y con todas sus casuísticas —que se alimentan de los tradicionalismo y fundamentalismos religiosos renovados—, tiene su mejor caldo de cultivo.

En cualquier caso, lo que los negacionistas niegan —la abrumadora evidencia científica sobre las nocividades y las catástrofes, o la condición misma de la ciencia como forma autorizada del conocimiento social— es solo la carcasa de una negación mayor: que hemos entrado en un tiempo excepcional y de emergencia, que rompe la normalidad de las viejas formas de vida. Y esto resulta intolerable, literalmente desquiciante. De hecho, el negacionismo se debería entender menos como una forma de irracionalismo, que como una resistencia a reconocer que nuestro mundo (una forma de vida, una manera de percibir y sentir) ha entrado en su fase terminal. El negacionismo se convierte así en la «verdad alternativa» de esta negación mayor: es el rechazo infantil al fin del mundo dispuesto para ser consumido por los más desesperados, los más imbéciles y los más crédulos.

Su resonancia con el nihilismo dulce, propio de aquellos que todavía se pueden entretener mirando a otro lado, es como el del positivo y el negativo de una misma imagen. El negacionismo, en su negación, reclama hacer la misma vida, cuando esta se ha vuelto imposible. En este sentido, es también una forma más de las fenomenologías de la crisis, de la conciencia distorsionada de la misma. Así, si en los análisis de la II Internacional se decía que el antisemitismo, que hacía la asociación entre el judío y el gran capital, era el socialismo de los imbéciles, el negacionismo es hoy el utopismo de los imbéciles. Constituye de cabo a rabo la reivindicación de una vida digna y colectiva, pero negando la existencia de todo aquello que la socava.

En tanto forma postilustrada y acientífica de la conciencia de la crisis, cuando los negacionismos llaman a la acción, caen sin freno en las formas premodernas de la expresión del malestar popular: el chivo expiatorio, la conspiración, el rumor que precedía a los grandes motines. En este sentido, el negacionismo recupera una corriente subterránea de la historia europea, desempolva la memoria de los grandes pogromos, cuando en plazas y mercados corría la noticia de que los judíos habían secuestrado a algunos niñitos cristianos y los habían puesto a la brasa para comérselos como tostones. Cambien a esos judíos por otros enemigos a elección: musulmanes, menas, feminazis, buenistas o malvados izquierdistas. Y descubrirán el mismo recurso psicológico y tranquilizador, que, frente a la catástrofe incomprensible y devastadora, apunta al chivo expiatorio o al enemigo exterior: los «moros» que, tras la devastadora DANA, asaltan los pequeños comercios «cristianos» de honrados propietarios valencianos, el arma secreta marroquí que desató las violentas tormentas que provocaron las inundaciones, etc.

El negacionismo es, por supuesto, otra forma de impotencia. Agotados de apuntar hacia todo menos a los lugares en los que se producen las crisis, todos los negacionismos, desde el más delirante hasta el más razonable —que dice que siempre ha habido desastres naturales y «pequeños inconvenientes»—, se dirigen inevitablemente al Estado y al buen gobierno para que resuelva y devuelva al pueblo honrado su normalidad perdida. Se requiere al Estado para que proteja, para que haga de buen guardián con respecto de la comunidad legítima, la «nación verdadera», que inevitablemente excluye a los de fuera, a los no adaptados y al enemigo interior. Se pide así a los poderes certezas y claridad, simplificación ante la complejidad ilegible. El negacionismo se convierte de este modo en el más sorprendente y peligroso reflejo de la impotencia social, de la falta de la instituciones colectivas, donde elaborar la herramienta más elemental de la crítica: disponer de un pensamiento propio mínimamente razonado e informado. A pesar de su rabia, que puede desencadenar en amagos de escuadrismo en forma de disturbios y brigadas nacionales, el negacionismo actúa en última instancia por delegación en los poderes personificados en un gran hombre / gran mujer, que concentre las fuerzas simbólicas y milagrosas de la salvación. Hasta ese punto llega su impotencia.

Entre el nihilismo dulce y el negacionismo rabioso se nos ofrece una de las grandes paradojas políticas de nuestro tiempo: la forma en la que la conciencia de la catástrofe divide políticamente a nuestras sociedades. Curiosamente, el informado, que decide mirar a otro lado, arrastra sobre sí a todos los indiferentes, que pueden permitirse seguir viviendo una vida relativamente prospera y ostentosa. Se trata de una postura de estricta racionalidad neoliberal: si hay dinero y cierta seguridad, mejor seguir disfrutando o haciendo que se disfruta hasta que las llamas empiecen a arrasar la propia ciudad de Roma.

Al otro lado, el negacionista, puede estar ya quemándose en el incendio, o puede sencillamente haber empezado a oler el humo y haber entrado en pánico. El negacionista a veces responde a un perfil social desencantado, que se siente, en su fuero interno, extremadamente vulnerable. En ocasiones este perfil se encarna en posiciones sociológicas, como la que cada vez más divide a las sociedades del Norte global. Así, entre los negacionistas, se reconocen con frecuencia las clases medias en decadencia: los hijos y herederos de la vieja clase obrera industrial, antes integrados y ahora arrojados a los mercados laborales precarios de la economía de servicios; a los pequeños propietarios y productores rurales y de las pequeñas ciudades sin futuro; a los segmentos cuya prosperidad pasada no se consiguió convertir en capital cultural y cualificaciones universitarias, etc. En cualquier caso, esta correspondencia sociológica ni es definitiva ni tampoco absoluta. Lo que si es claro es que el negacionismo prende al lado de sus hermanos en la gran partida ideológica de nuestro tiempo: el populismo de derechas, el neotradicionalismo, el neoconservadurismo, los fundamentalismos cristianos (pero también musulmanes, judíos e hinduistas), los etnicismos y nativismos varios, etc.

Por su parte, el lugar en que el nihilismo dulce amenaza con dejar de ser sí mismo y convertirse en potencia activa, se encuentra entre las clases bien establecidas del viejo mundo, entre los componentes más ilustrados de esas sociedad, podríamos decir entre «los que saben pero no sienten». Aquí reside la paradoja: quien hoy se muestra consciente y sensible a la catástrofe —recuerden siempre de una forma meramente declarativa— es muchas veces quien todavía disfruta de una posición social más o menos plena. Curiosamente esta conciencia y esta sensibilidad tiene «valor de mercado», se convierte en un activo «valioso» para la sociedad oficial. Así en ocasiones, el «informado» es también el periodista, el experto, el consejero o el político bien remunerado por su capacidad para seguir avisándonos del tétrico futuro que se avecina, o si se prefiere, del pequeño paliativo «posible». En este sentido, esta «izquierda» forma parte de la inevitable necesidad de representación, que constituye la clave de bóveda de las democracias liberales.

En cualquier caso, en tanto su posición sigue estando a medio camino entre la plebe subvencionada y la verdadera clase patricia —en términos del sociólogo Bourdieu, siguen siendo los «dominantes dominados»— es imposible que alcance a convertirse en un verdadera sujeto político, como la salvífica clase ecológica, que por ejemplo se proponía animar Bruno Latour.9

A los efectos prácticos y políticos de una sociología crítica, el sector consciente no escapa en su modo de vida a las determinaciones de la sociedad de consumo avanzada, formada por individuos separados. Su ecologismo, feminismo, antirracismo o incluso —caso de existir— su anticapitalismo, no escapa de ser un estilo retórico e ideológico, que no llega a constituirse como una forma de vida, que requiere de una materia colectiva. Por muy pautada y sofisticada que sea su forma de estar, su amaneramiento y estilo, el «consciente» no escapa al nihilismo dulce. No vive de modo distinto al de los realmente «indiferentes», y por ello es incapaz de actuar de forma distinta. En un sentido lato, el «consciente» es el mejor y más acabado representante del nihilismo dulce, desprovisto de todo rastro de mala conciencia, parece vivir plenamente satisfecho consigo mismo. De forma previsible, el Jeremías moderno coincide con el viejo Narciso.

Como suele ocurrir, en el cruce de insultos entre «negacionistas» y «conscientes» se encuentra en parte la clave para entender la política de la época. Cuando los «conscientes» arrojan sobre los «negacionistas» la inevitable acusación de barbarismo, estupidez o incluso fascismo, no se equivocan. El proceso de caída de los sectores que antes estaban relativamente integrados dentro las sociedades ricas ha implicado en ocasiones un cerril embrutecimiento. La reacción del negacionista no tiene más norte que la vuelta a lo de antes, aunque sea por medio de su restricción a los que todavía pasan por nacionales, «normales», «nativos», «blancos» o la condición a la que buenamente se agarren.

Sin embargo, entre los «negacionistas» no falta lucidez a la hora de desvelar las contradicciones de los «conscientes». En su reacción descansa un fuerte componente antielitista que podría tener otras traducciones políticas. Al asimilar a los «conscientes» con las «élites liberales» no dejan de apuntar a una forma de vida profundamente hipócrita, apalancada dentro del mismo sistema que constituye la fuente de las catástrofes. Cuando muestran su desprecio por una forma de vida metropolitana, consumista y cosmopolita, sin raíces, declaran también que el «consciente» no es distinto del «indiferente». Ambos están movidos por el mismo motor. ¿Por qué entonces «creerles»? ¿Por qué hacerles el caldo gordo que legitima su posición o al menos les da un suplemento de gracia moral, cuando los «negacionistas» saben de la impotencia e incompetencia de los «conscientes»?

Naturalmente, no hace falta decir que esta división entre «conscientes», «negacionistas» e «indiferentes», convertidos en las grandes posiciones epocales de la era de las catástrofes, es una una caricatura, un ejercicio literario que empuja las posiciones hacia sus extremos. Ahora bien, ¿al exagerar determinadas fisonomías, no se descubren perfiles sociales antes opacados? En cualquier caso, lo esencial es considerar los medios para salvar la impotencia. Y estos hoy no parecen disponibles en los jueguecitos ideológicos de la política representada.

1 En el espacio ligado a la herencia de los situacionistas, surgió el grupo y luego editorial Encyclopédie des Nuisances, que aseguró las bases de un estilo de crítica que, en Francia principalmente, perdura hasta hoy. ↩︎
2 Günther Anders, La obsolescencia del hombre, 2 vols., Valencia, Pre-textos, 2011. ↩︎
3 En la formación de las monarquías modernas, y por tanto del Estado tal y como lo conocemos, a los reyes de Francia e Inglaterra, se les concedía la capacidad de sanar enfermedades y minusvalías por medio del toque real. Puede que este siga siendo uno de los atributos de todo poder. Véase al respecto al libro clásico de Marc Bloch, Los reyes taumaturgos, Madrid, FCE, 2017. ↩︎
4 Paolo Virno, «Ambivalencia del desencanto. Oportunismo, cinismo, miedo», en Virtuosismo y revolución. La acción política en la época del desencanto, Madrid, Traficantes de Sueños, 2003, pp. 45-76. ↩︎
5 Paolo Virno, Sobre la impotencia. La vida en la era de su parálisis frenética, Madrid, Traficantes de Sueños / Tercero Incluido / Tinta Limón, 2021. ↩︎
6 Isabelle Stengers, En tiempos de catástrofes. Cómo resistir la barbarie que viene, Barcelona, NED / Futuro Anterior Ediciones, 2017. ↩︎
7 Theodor Adorno y Max Horkheimer, Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos filosóficos, Madrid, Trotta, 2018. ↩︎
8 Mark Fisher, Realismo capitalista. ¿No hay alternativa?, Buenos Aires, Caja Negra, 2018. ↩︎
9 Véase Bruno Latour y Nikolaj, Manifiesto ecológico político. Como construir una clase clase ecológica, consciente y orgullosa de sí misma, Madrid, Siglo XXI, 2023. ↩︎

Fuente: https://zonaestrategia.net/la-era-d...

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Kill'em All: El ejército estadounidense en la guerra de Corea

Tortuga Antimilitar - 22 April, 2025 - 00:00

Álvaro Peredo Ballugera

La Guerra de Corea (1950-1953) fue uno de los conflictos más devastadores del siglo XX. Fue relativamente corta pero excepcionalmente sangrienta. A pesar de la magnitud de la catástrofe humana, es a menudo llamada «la guerra olvidada».

Algunos episodios especialmente controvertidos de este conflicto en la parte estadounidense, como la masacre de No Gun Ri, han emergido décadas después para revelar verdades incómodas sobre las atrocidades cometidas en nombre de la guerra.

El documental Kill ‘em All. El ejército estadounidense en la guerra de Corea, describe aquel terrible conflicto y el terrible escenario que tuvieron que enfrentar los civiles de ambas Coreas, con mención especial a los crímenes de No Gun Ri y la conducta militar estadounidense en Corea.

Producido por Jeremy Williams, Kill ‘em All es un documental de Timewatch.

El contexto de la Guerra de Corea

El 25 de junio de 1950, el régimen comunista de Corea del Norte, respaldada por la Unión Soviética y China, invadió Corea del Sur. Esta ofensiva inicial llevó al Consejo de Seguridad de la ONU, en ausencia de la URSS, a condenar la invasión y a organizar una coalición liderada por Estados Unidos para defender al sur.

Bajo el mando del general Douglas MacArthur, las fuerzas estadounidenses intervinieron rápidamente, pero enfrentaron imponentes desafíos: tropas mal entrenadas, mandos descoordinados y tácticas guerrilleras complicaron la situación en el frente.

La invasión también generó una crisis de refugiados sin precedentes, con millones de civiles desplazados cruzando los campos de batalla, bloqueando carreteras y líneas de suministro. En este clima de caos y miedo, los líderes militares estadounidenses comenzaron a ver a todos los civiles como posibles enemigos infiltrados, y esto tuvo consecuencias desastrosas.

La masacre de No Gun Ri

El 26 de julio de 1950, el 8.º Ejército de los Estados Unidos emitió una orden que prohibía a los refugiados cruzar las líneas de combate. Ese mismo día, cerca del puente de piedra en el pueblo surcoreano de No Gun Ri, cientos de civiles se reunieron buscando refugio. Sin embargo, lo que encontraron fue la muerte.

Tropas del 7.º Regimiento de Caballería abrieron fuego indiscriminado contra los refugiados, alegando órdenes superiores. Algunos fueron abatidos sobre las vías del tren, mientras que otros fueron ametrallados desde el aire por aviones estadounidenses. Según testimonios de sobrevivientes y veteranos, los disparos continuaron durante tres días. Civiles aterrorizados cavaban agujeros en el suelo para esconderse, mientras apilaban cadáveres como escudos contra las balas.

Yang Hae Chan, un superviviente, recuerda el horror que vivió: «La gente se escondía bajo los cuerpos de los muertos para evitar ser alcanzada por las balas». Se estima que hasta 400 personas, incluidos niños y ancianos, murieron en el incidente.

Órdenes mortales y testimonios

Documentos desclasificados y testimonios de veteranos han arrojado luz sobre las directrices que llevaron a la masacre. Las órdenes de Alto Mando eran claras. Disparar a cualquier grupo de civiles que se acercara a las líneas estadounidenses por temor a que hubiera soldados o agentes norcoreanos infiltrados. El temor se fundamentaba en la situación límite en que se encontraba Corea del sur, con el ejército norcoreano a punto de tomar todo el territorio.

Algunos veteranos, como Joe Jackman del 7.º Regimiento de Caballería, describen cómo un teniente gritaba: «¡Disparen a todo lo que se mueva, mátenlos a todos!». A pesar de estas evidencias, el Pentágono, en un informe publicado en 2001, calificó la masacre como una «tragedia desafortunada inherente a la guerra», negando que hubiera habido órdenes específicas para atacar a civiles en No Gun Ri. Sin embargo, los archivos y testimonios parecen contradecir esta versión, confirmando las órdenes de atacar a refugiados durante los primeros meses del conflicto.

El puente ferroviario de No Gun Ri, Corea del Sur, en 1960., donde el ejército estadounidense mató a un gran número de refugiados surcoreanos debajo y alrededor del puente, al comienzo de la Guerra de Corea. Fuente: No Gun Ri International Peace Foundation.

Repercusiones y negación

La masacre de No Gun Ri salió a la luz en 1999 gracias a una investigación de la Associated Press. El impacto en la opinión pública estadounidense fue significativo, ya que este episodio expuso un lado oscuro de la participación de Estados Unidos en Corea. A pesar de las revelaciones, el informe oficial minimizó la responsabilidad, y la pérdida del registro de comunicaciones del 7.º Regimiento de Caballería alimentó sospechas de encubrimiento.

En Corea del Sur, la masacre dejó una herida abierta. Tanto para los supervivientes como para aquellos que conmemoraron a las víctimas en ceremonias posteriores, la búsqueda de justicia sigue siendo una necesidad que han mantenido toda su vida.

Epílogo

En la Guerra de Corea murieron casi 5 millones de personas. Más de la mitad de ellas, alrededor del 10 por ciento de la población de Corea antes de la guerra, eran civiles, una tasa de bajas civiles más alta que la de la Segunda Guerra Mundial y la de la Guerra de Vietnam. Casi 40.000 estadounidenses murieron en combate en Corea y más de 100.000 resultaron heridos.

La masacre de No Gun Ri simboliza cómo, en tiempos de guerra, la línea entre la supervivencia militar y las atrocidades, puede desdibujarse rápidamente. Este capítulo oscuro sigue siendo un tema controvertido, reflejando no sólo los horrores de la Guerra de Corea, sino también la lucha por confrontar las verdades incómodas de la historia.

A más de siete décadas del conflicto, episodios como este subrayan la necesidad de recordar y reflexionar sobre las decisiones tomadas en aras de la victoria, y el costo devastador que tuvieron para los más vulnerables: los civiles atrapados en medio de la guerra.

Fuente: https://piratasyemperadores.com/kil...

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El Papa Francisco y la izquierda: Porqué su mensaje importa (incluso si no eres creyente)

Tortuga Antimilitar - 21 April, 2025 - 11:50

Manolo Copé fue sacerdote católico, actualmente es concejal de EU en el Ajuntament d'Alacant y, en su día, fue uno de los fundadores del Grup Antimilitarista Tortuga.

Ha muerto el Papa Francisco. Su partida es un golpe fuerte para muchos, tanto dentro como fuera de la Iglesia. Como creyente, me siento profundamente conmovido por su fallecimiento, pero reconozco que su mensaje tiene una trascendencia que va más allá de la religión, incluso para quienes no comparten su fe.

Más allá de ser un líder espiritual, Francisco fue un hombre de principios, que se enfrentó al capitalismo salvaje y que defendió a los más vulnerables con una fuerza y claridad que muchos políticos progresistas no tienen. Su voz resonó en el Vaticano de manera que convirtió la institución en un altavoz de luchas que, aunque no siempre las reconocemos como nuestras, son universales.

1. El Papa "rojo" (según los ricos)

En mi encuentro con él en 2016, en Roma, cuando estuvo con los movimientos populares, se hizo evidente que su mensaje iba más allá de los dogmas. Su crítica al sistema económico fue contundente, señalando sin tapujos a los responsables de la desigualdad: los bancos especuladores, las multinacionales que explotan al Sur Global y un sistema financiero que "ha convertido el dinero en un ídolo". En Evangelii Gaudium (2013) escribió algo que, para mí, sigue siendo un golpe directo al corazón del sistema capitalista: "No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle, pero sí que baja dos puntos la bolsa". Este tipo de discurso, tan directo y claro, es algo que podemos abrazar todos los que luchamos por la justicia social.

2. Ecologista antes de que fuera tendencia

Cuando la crisis climática comenzó a llamar la atención global, Francisco ya había dejado claro su compromiso en Laudato Si', donde conecta la destrucción del medio ambiente con la injusticia social: "El gemido de la Tierra explotada se une al gemido de los pobres". No solo fue uno de los primeros en desafiar el "mito del crecimiento infinito", sino que también defendió el agua como un derecho humano. Son ideas que hoy en día comparten los movimientos ecofeministas y la izquierda verde, y que deberían preocuparnos a todos.

3. El Papa que abrió las puertas a los movimientos sociales

Lo que me impactó personalmente durante ese encuentro con él fue su capacidad de escuchar a los movimientos sociales. Nunca antes un Papa había dado tanto espacio a los sindicatos, cooperativas y colectivos de base. En el Vaticano se sentaron representantes de movimientos populares, desde Evo Morales hasta colectivos de fábricas recuperadas. Y no solo era un gesto simbólico: Francisco legitimó luchas que muchos gobiernos de izquierda, lamentablemente, ya habían dejado de lado.

4. Contra los muros, contra las derechas xenófobas

Mientras Trump levantaba muros en la frontera y Europa cerraba sus puertas a los refugiados, Francisco nos recordó que "un pueblo que construye muros en vez de puentes se encierra en la asfixia". Durante su visita a Lesbos, abrazó a los refugiados y denunció como "hipócritas" a quienes hablan de cristiandad pero rechazan al migrante. Un mensaje directo a los que promueven políticas xenófobas como Vox o Meloni.

5. Las contradicciones (porque nadie es perfecto)

A pesar de su tono cercano, lógicamente defendía posiciones conservadoras. Pero, aún en temas controveridos, su actitud era más de comprensión que de juicio, como cuando dijo "¿Quién soy yo para juzgar?" sobre la homosexualidad.
En un mundo tan polarizado, su enfoque humanista siempre estuvo centrado en la pobreza y la justicia social.

¿Por qué recordarlo?

En un contexto donde la izquierda se fragmenta constantemente por purismos y debates internos, Francisco demostró que, incluso desde una institución conservadora como tiende a ser la Iglesia, se pueden desafiar las estructuras de poder. No hace falta ser católico para valorar que un hombre con 1.300 millones de seguidores haya llamado "ladrones" a los banqueros o haya defendido derechos universales como "tierra, techo y trabajo".

El Papa ha muerto, pero su crítica al poder —esa que tanto molestaba a los ricos y a los conservadores— sigue viva. Y ese legado, creas o no, es un legado que nos pertenece a todas y todos.

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La Wikipedia se rinde y entrega sus datos a la IA, para que los bots no la hundan

Tortuga Antimilitar - 21 April, 2025 - 00:00

Juan Antonio Pascual Estapé

La Wikipedia ha aumentado su tráfico un 50% por culpa de los bots de IA que se llevan todo su contenido, y para una proyecto sin ánimo de lucro que se financia con donaciones, ese tráfico artificial puede significar su muerte. Así que ha decidido preparar su contenido para la IA, y ofrecerlo en un servicio externo, Kaggle.

Desde el pasado mes de enero, su tráfico ha aumentado un 50% por los bots que "escrapean" su contenido, para entrenar a la inteligencia artificial.

Como dice la propia Fundación Wikipedia: "el contenido es gratis, pero la infraestructura no". No tienen publicidad, y todo su contenido es gratuito. Pero su tráfico es enorme, y eso exige una cara infraestructura en forma de centros de datos distribuidos por todo el mundo.

La Wikipedia ofrece sus datos a la IA

Cuando un artículo se solicita varias veces en Wikipedia, se almacena en una caché en el centro de datos más cercanos al usuario. Esto se hace porque buena parte del tráfico de la Wikipedia está relacionado con la actualidad, o el trending. Por ejemplo, si muere un personaje famoso o un actor gana un premio, el tráfico de su ficha en la Wikipedia, o sus fotos en Wikimedia, aumenta de golpe.

Por desgracia, los bots de IA rompen por completo este esquema, porque no buscan contenido popular, sino que "escrapean", es decir, descargan todo el contenido en masa, uno tras otro. Incluyendo datos que casi nadie solicita.

Esto hace que casi todas sus peticiones se remitan a los servidores centrales, sobrecargándolos. El 65% del tráfico de su contenido más pesado (vídeos de larga duración), proviene de estos robots.

Este aumento de tráfico está afectando a la velocidad de acceso de los usuarios humanos, y la Fundación Wikipedia no se puede permitir invertir en cientos de servidores solo para dar cabida a los bots de Internet, que se llevan el contenido y ni siquiera hacen una donación.

La Wikipedia no está en contra de que la inteligencia artificial entrene con sus datos, ya que son libres. Pero los bots que los recopilan la están matando. Así que ha encontrado una solución: ofrecerlos en otro lugar.

Ha preparado un dataset formateado y organizado para entrenar a una IA, y está disponible a través de la plataforma científica Kaggle. Así los bots ya no tienen que acudir a la propia Wikipedia para coger lo que necesitan.

Es una solución que satisface a todos, pero también un ejemplo de la tiranía de la IA, que no tiene problemas en tumbar servicios globales como la Wikipedia, con el único objetivo de conseguir todos los datos que pueda. Es insaciable.

Fuente: https://computerhoy.20minutos.es/te...

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Frente a la feria de armas de los señores de la guerra: ¿Qué defender y cómo?

Tortuga Antimilitar - 21 April, 2025 - 00:00

En un ambiente de creciente militarismo en España y Europa los Señores de la Guerra han organizado de nuevo una Feria Internacional de Armamento en Madrid los días 12, 13 y 14 de mayo. La llaman FEINDEF, Feria Internacional de la Seguridad y la Defensa. Nos negamos a admitir que más armas den más seguridad. Nos negamos a admitir que se compren armas para nuestra defensa. El comercio de armas es en sí un próspero negocio que además sirve muy bien a los intereses de las élites, pero no a la inmensa mayoría.

Creemos que es necesario abrir un debate serio en la sociedad sobre ¿qué seguridad necesitamos?, ¿qué es lo que hay que defender? y ¿cómo nos vamos a organizar para defenderlo? Para ello hemos organizado un encuentro con distintos colectivos y luchas en el que analizaremos:

Cómo afecta el militarismo y la violencia a cada lucha y colectivo.
Cuáles son las principales agresiones y los principales «enemigos contra la seguridad», en sentido amplio que sufrimos y que hay que combatir.
Cómo podemos articular en común una defensa social de lo que nos importa a todas, frente al militarismo.

Contaremos con aportaciones desde el ecologismo, la lucha contra la pobreza, el feminismo, el derecho a migrar y la defensa de los servicios públicos. Intervendrán:

Alba González de la Cruz, activista de Ecologistas en Acción
Jaime Muñoz, activista de ATD Cuarto Mundo
Salvia y Katy, de Mujeres de Negro contra la Guerra.
Sergine Mbaye, activista y político, miembro del Sindicato de Manteros de Madrid.
Mar Gimena, médica, activista por la Sanidad Pública.

Presentará el acto Juan Carlos Rois.

Somos conscientes de que el militarismo como ideología y praxis afecta al conjunto de la sociedad y sus grupos humanos. Por ello, animamos a todas las personas y colectivos a participar en este acto, a reflexionar sobre cómo les afecta el militarismo y la preparación de la guerra, y si lo consideran conveniente, les invitamos a organizar juntas la defensa de lo que realmente nos da seguridad: los servicios públicos, los derechos humanos, un planeta vivo, los cuidados, la paz, la justicia social…

La guerra y su preparación no nos dan seguridad, nos la quitan. Forman parte de las dinámicas de violencia, dominación, control de recursos, explotación, guerra y exterminio, ajenos a los intereses de la inmensa mayoría de la población.

Puedes seguir el acto en directo por streaming en este enlace: https://streaming.alternativasnovio...

Fuente: https://alternativasnoviolentas.org...

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Índice de genocidios

Tortuga Antimilitar - 21 April, 2025 - 00:00

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Europa reacciona ante la inacción de Trump en Ucrania: Más sanciones, supermisiles y envío de tropas

Tortuga Antimilitar - 20 April, 2025 - 00:00

Juan Antonio Sanz

Europa no se lo está poniendo fácil al presidente estadounidense, Donald Trump, y a su estrategia para finiquitar la guerra de Ucrania cuanto antes. Pese a las noticias que llegan del campo de batalla, donde Rusia mantiene la iniciativa y el ejército ucraniano es incapaz de recobrar un solo kilómetro del territorio anexionado por Moscú desde hace tres años, los aliados europeos de Kiev siguen convencidos de que se puede torcer el brazo militarmente al Kremlin.

Por eso desconfían de las negociaciones que está llevando a cabo EEUU con Rusia, pues ratificarían las anexiones rusas, y apuestan por gastar miles de millones de euros en el envío de armas al frente aunque de momento hayan dado pocos frutos. Es en este contexto en el que Europa ha decidido pasar nuevas líneas rojas en su confrontación con Rusia.

Además, este apoyo a Ucrania está sirviendo a Bruselas para lanzar un pulso a Washington y llevar al terreno geopolítico la pugna que mantienen europeos y estadounidenses por la cruzada arancelaria de Trump. Los países de la UE tienen mucho que perder con esta ofensiva de tasas de EEUU, pero al menos pueden poner muy nerviosa a la Casa Blanca con su furibunda política exterior antirrusa cuando lo que quiere Trump es concentrar sus esfuerzos en China e Irán.

Esta semana, la UE confirmó que multiplicará sus esfuerzos para sancionar a Moscú. Uno de los más implacables enemigos que tiene Rusia en Europa, el ministro de Exteriores francés, Jean-Noël Barrot, reclamó este lunes "las sanciones más duras contra Rusia, para asfixiar su economía e impedirle alimentar su esfuerzo de guerra".

Con una similar posición se manifestó la alta representante para la Política Exterior de la UE, Kaja Kallas, quien, tras participar en un Consejo de Ministros de Exteriores de la Unión, afirmó que es necesario "ejercer la presión, la máxima presión, sobre Rusia, para que realmente ponga fin a esta guerra, porque hacen falta dos para querer la paz".

El problema en este conflicto es que nadie parece querer la paz, salvo Trump, aunque en este caso sus razones son tan oportunistas como las del resto, con su plan para apoderarse de la mitad de los recursos energéticos y minerales estratégicos de Ucrania en cuanto se firme la paz o con su interés en la reconstrucción de la arquitectura de seguridad europea al concluir la guerra, con más compras al complejo armamentístico estadounidense.

Este rearme de una Europa deseosa de participar en los pingües beneficios de las industrias armamentísticas necesita de un enemigo exterior "permanente" y ninguno mejor que Rusia. El miedo a los rusos es uno de los argumentos enarbolados por los 27 para "animar" a los ciudadanos europeos a acatar ese multimillonario esfuerzo en defensa y seguridad, a costa de los beneficios sociales, la sanidad, las pensiones y otras partidas del sistema de bienestar construido durante décadas en el viejo continente.

Nadie quiere una tregua

Si los europeos no están por la negociación de un armisticio del que además han sido excluidos por Trump, menos lo está el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski. El líder ucraniano se encuentra entre la espada y la pared: mientras trata de impedir que su país sea derrotado por Rusia, intenta a la vez conseguir más armas para resistir, aconsejado por los lobbies belicistas de Bruselas, y, a la par, almacenar el mayor volumen posible de armamento para que, cuando se firme la paz, Ucrania tenga mucho que decir en la nueva Europa de postguerra.

Tampoco tiene prisas en alcanzar un acuerdo de paz Rusia, al menos hasta que consolide todas sus conquistas y termine de ocupar esas partes de las cuatro regiones ucranianas ya anexionadas y que considera imprescindibles para su propia seguridad.

Mientras refuerzan sus posiciones bélicas, tanto Rusia como Ucrania hacen el paripé sobre su cumplimiento supuesto de la tregua de un mes bajo la égida de EEUU que prohibió el ataque a las infraestructuras energéticas del enemigo y cuyo plazo terminaba este miércoles. En realidad, ninguno de los contendientes respetó mínimamente este alto fuego.

Los ucranianos afirman que los rusos violaron tal tregua al menos en treinta ocasiones. Moscú señala que quienes han violado reiteradamente el acuerdo, que entró en vigor el 18 de marzo, han sido los ucranianos. Este mismo miércoles, el Ministerio de Defensa ruso acusó al ejército de Ucrania de dejar a más de 20.000 personas sin electricidad en la región de Bélgorod. También denunció sendos ataques con drones a instalaciones energéticas rusas en las regiones fronterizas de Briansk y Kursk.

Los deseados Patriots que nadie da ya a Kiev

En esta situación peliaguda, en las que los rusos han aumentado sus ataques a objetivos militares ucranianos localizados en núcleos de población, sin que muestren ya pudor alguno en causar víctimas civiles con sus misiles balísticos, Zelenski ha pedido a EEUU la venta de sistemas antimisiles Patriot, que antes le suministraban el propio Pentágono y sus aliados europeos, pero que ahora ni unos ni otros parecen tener deseos de entregar gratis.

Tal intención de adquirir esos eficaces sistemas antiaéreos, los únicos capaces de derribar los misiles Iskander rusos, fue formulada el pasado fin de semana en una entrevista que dio Zelenski a la cadena de televisión CBS y reiterada el martes al secretario general de la OTAN, Mark Rutte. La idea de Zelenski es comprar por 15.000 millones de dólares una decena de sistemas Patriot, con los que se habrían evitado ataques como los realizados en los últimos días contra las localidades ucranianas de Krivói Rog y Sumi, y que se saldaron con más de medio centenar de civiles asesinados por los misiles balísticos rusos.

Trump, quien no simpatiza con Zelenski, arremetió contra el presidente ucraniano el lunes y le pintó como un pedigüeño que "siempre está buscando misiles". El mandatario estadounidense dejó entrever que su país no está ya dispuesto a entregar ese tipo de armamento. "No se empieza una guerra contra alguien veinte veces más grande y luego se espera a que la gente te dé misiles", le indicó, acusando incluso a Zelenski de haber comenzado la guerra contra Rusia.

Este tipo de sistemas antimisiles es una de las armas más eficaces empleadas por Ucrania para frenar los ataques contra ciudades e infraestructuras. Sin embargo, su elevado coste y la escasez de unidades lo convierten en la joya de la corona de los suministros de armas occidentales.

El supermisil Taurus

Como lo es también el misil de largo alcance alemán Taurus, que hasta ahora Berlín se había negado a entregar a Ucrania, pero que puede convertirse en un contrapeso suficientemente poderoso como para alargar más la guerra y ocasionar daños sustanciales en Rusia, sobre todo contra objetivos militares y civiles muy alejados de la frontera ucraniana.

El que será con probabilidad nuevo canciller alemán, el democristiano Friedrich Merz, reiteró este semana su intención de enviar estos misiles Taurus de largo radio a Ucrania en cuanto jure su cargo a principios de mayo.

Merz también sugirió que estos misiles podrían ser empleados por Kiev para "destruir la principal comunicación terrestre entre Rusia y Crimea", la península ucraniana anexionada por Moscú en 2014. Ello permitiría, agregó el político germano, cortar el suministro a las tropas rusas desplegadas en el sur ocupado de Ucrania.

Se refería Merz a la destrucción del puente de Kerch, que sufrió ya dos ataques en el curso de la guerra. "Ucrania tiene que estar en condiciones de destruir la comunicación más importante entre Rusia y Crimea porque en Crimea tiene el ejército ruso buena parte de sus reservas", dijo el político alemán. Ello llevaría a Ucrania a retomar la iniciativa bélica, añadió.

Los Taurus, con alcance de 500 kilómetros, son superiores en radio de acción a los ATACMS estadounidenses, los Storm Shadow británicos y los Scalp franceses, de los que ya dispone Ucrania, además del permiso de utilizarlos contra territorio ruso.

En plena campaña electoral, Merz amenazó con enviar los Taurus a Ucrania en caso de que Moscú no accediera a detener sus ataques en cuanto asumiera el poder, en principio el 6 de mayo. El aún canciller alemán, Olaf Scholz, había rechazado el suministro de este tipo de misiles a Ucrania para evitar una confrontación directa con Rusia.

Pero tras la llegada de Trump al poder y su acercamiento a Rusia, los aliados europeos de Ucrania parecen ya desbocados. La andanada comercial lanzada por Trump y la obligación de aceptar alzas hasta ahora impensables en los aranceles a los productos europeos, mientras se negocian muchas otras, han terminado de quebrar los nervios en Europa. Los antaño influyentes países europeos ven menguar su influencia a nivel mundial ante estadounidenses, rusos y chinos, y han hecho de Ucrania su último bastión de resistencia ante el nuevo sistema geopolítico mundial propugnado por Trump.

La respuesta rusa a la amenaza de Merz fue contundente. El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, vaticinó "una mayor escalada de la situación sobre Ucrania" que alargará la guerra.

Tropas danesas a Ucrania para aprender de la guerra

Dentro de estas apuestas europeas a favor de una mayor implicación en la guerra de Ucrania destaca la ahora formulada por Dinamarca, uno de los países que se ha significado más en el apoyo a Kiev. Este miércoles, el comandante en jefe del ejército de tierra danés, general Peter Boysen, anunció que Copenhague planea despachar a partir del verano un contingente militar a Ucrania para que aprendan técnicas de combate en un país en guerra.

El militar indicó que los soldados daneses, cuyo número no precisó, "no van a participar activamente en la guerra", sino que "van a aprender de las experiencias" de las tropas ucranianas.

Boysen no dio importancia a la certeza de que los soldados daneses se conviertan en objetivo de los rusos, como ya ha advertido Moscú ante los tanteos realizados por británicos y franceses para enviar tropas a Ucrania como asesores o como fuerzas de disuasión en caso de alto el fuego. No sería este el caso, pues el despacho de las tropas danesas sería en medio de la guerra actual.

"Si se produjera un ataque con misiles, los ucranianos disponen de buenos sistemas de alarma y buenos refugios. Yo mismo he pasado tiempo en algunos en Kiev", argumentó, ufano, el general danés.

Fuente: https://www.publico.es/internaciona...

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Concentración y expansión. El capitalismo (y III): El sistema neoliberal y la sociedad de consumo

Tortuga Antimilitar - 20 April, 2025 - 00:00

Texto del libro de Pablo San José "El Ladrillo de Cristal. Estudio crítico de la sociedad occidental y de los esfuerzos para transformarla", de Editorial Revolussia.

Índice y ficha del libro

Ver también:
1ª parte: Precedentes y origen
2ª parte: Capitalismo industrial y financiero en los siglos XIX y XX

A partir de la Segunda Guerra Mundial, además de lo reseñado sobre el imperialismo, también empiezan a producirse algunos cambios de importancia en el modelo productivo capitalista y en la gestión empresarial y financiera. Entramos de lleno en el llamado «capitalismo tecnológico» o tercera revolución industrial. La tecnología, como ya se dijo, ha sido un factor crucial para entender el desarrollo de los estados y de los modelos económicos de concentración-expansión desde que la historia es historia. Podemos ahora hablar de una nueva variable: la velocidad. No todos los poderes políticos y acumulaciones de riqueza crecen al mismo ritmo. Tampoco avanza de una forma constante la innovación tecnológica. No me atrevería (o sería materia para otro estudio) a realizar una gráfica de curvas que tratara de cuantificar el grado de concentración política, económica y de desarrollo técnico a lo largo de la historia de Occidente. Entiendo que las tres líneas no van a ser siempre rectas pero sí se me ocurre decir que: a/ las tres trayectorias no van a resultar muy disímiles entre sí, b/ la tendencia general será al alza y c/ en los dos últimos siglos esa tendencia al alza será muy acusada, observándose momentos de aceleración relacionados con los tres momentos clave de innovación tecnológica (primera, segunda y tercera revolución industrial).

En este tercer gran escalón de la era moderna-contemporánea, la tecnología va a explotar de tal manera que va a rebasar ampliamente el factor productivo. Los desarrollos técnicos ya no tienen como única finalidad mejorar la producción fabril y el transporte. Ahora la tecnología es el producto mismo. Su importancia económica, mucho más allá de optimizar la capacidad de producir, es la de ensanchar más y más los mercados generando necesidades nuevas a la población. Un industrial algodonero británico en 1830 aspiraba a mejorar la maquinaria de su instalación para poder fabricar más pantalones en menos tiempo con los mismos costes de mano de obra. Una vez lograba eso, su preocupación consiguiente era la de transportarlos a mercados lejanos, por ejemplo Australia, donde poder venderlos. Ese mismo empresario en 1970 tiene problemas distintos. La cuestión ya no es fabricar más prendas clásicas de vestir que —por la fuerte competencia— no tiene lugar en el mundo donde vender, por muy económica que le pueda resultar su producción y transporte. La tecnología vendrá en su auxilio a la hora de diseñar y fabricar un nuevo tipo de pantalón inexistente hasta el momento. Por ejemplo, una prenda deportiva con un nuevo tejido sintético con propiedades, se me ocurre, hidrófugas. Algo que hasta el momento nadie se planteaba adquirir, puesto que no existía.

Así, llegamos a un momento en el que el sistema capitalista, más allá de la cuestión financiera de la que hemos hablado, en cuanto a economía «real», no está tan preocupado en fabricar como en vender. Para ello debe generar y engordar mercados, con clientes dotados de la suficiente capacidad adquisitiva. Debe renovar continuamente su oferta, inventando todo tipo de nuevos productos que esa gente pueda adquirir —llenando sus vidas más y más de artilugios tecnológicos y estéticos— en un flujo incesante. Entre esos nuevos bienes de consumo, cada vez supondrán mayor cuota de mercado los servicios. El turismo es un buen paradigma. Ésta es la era, por todo ello, de la necesidad artificial, de la caducidad, de la obsolescencia programada (en un principio relacionada con el agotamiento del funcionamiento del objeto; cada vez más con su caducidad social; la moda), del usar y tirar, del envase de plástico, de los problemas de residuos. También de la publicidad: herramienta fundamental que logra de las masas el consumo compulsivo de productos que, en no pocos casos, no les hacen la menor falta.

Puede decirse que esta economía tiene ya poco que ver con atender las necesidades humanas en distintos rangos. Por el contrario, precisa de las personas un consumo desaforado e incesante, les haga falta o no aquello que compran, usan y tiran. Dicho consumo es el combustible que alimenta la caldera de una máquina que trabaja cada vez a mayor velocidad. Sin él se detendría. Y lo que desconocemos, aunque algunos lanzan hipótesis sobre ello, es el punto de aceleración máxima a partir del cual el artefacto podría llegar a estallar.

En la segunda mitad del siglo XX se generalizan en Occidente el uso particular del motor de combustión —el automóvil— y las aplicaciones de la electricidad a la vida doméstica; los electrodomésticos. La forma de habitar la vivienda y de desplazarse van a experimentar un cambio radical. Su repercusión inmediata es una inusitada expansión de las vías de comunicación (carreteras y autopistas, vuelos, navegación...) y una profunda transformación de las ciudades y la forma de habitarlas. El uso masivo de automóviles hará necesario un importante rediseño de las mismas. En un segundo momento, la problemática derivada del abuso del coche obligará a ulteriores transformaciones: creación de zonas exentas de tráfico, transportes alternativos, medidas antipolución, aparcamientos... Las innovaciones tecnológicas en el campo de la electrónica y, posteriormente, de la informática y la cibernética van a propiciar importantes cambios de tipo sociológico —y psicológico—. De hecho, se puede hablar de una cuarta revolución a partir de la irrupción masiva del ordenador personal e internet. Hay más avances tecnológicos de gran trascendencia: el rayo láser, los satélites, la biotecnología, la robótica, el descubrimiento de nuevas fuentes de energía... Ello sin nombrar la ingeniería para fines bélicos, cuya investigación está siempre especialmente bien financiada por estados y empresas, desarrolladora de artilugios como, por ejemplo, los drones.

La transición hacia la sociedad de la tecnología y la artificialidad puede decirse que se ha completado en Occidente hacia los años ochenta del siglo XX. Desde entonces se vive una profundización del modelo, el cual no deja de presentarnos, una a una, innovaciones tan sorprendentes como el llamado internet de las cosas, el big data, la nanotecnología, el teléfono inteligente, la realidad aumentada, la impresión tresdé... La tecnología, que ha afectado hasta la médula la vida en sociedad, tal como se imagina en la ciencia ficción, amenaza con sustituir toda capacidad humana. Las posibilidades son ciertamente inquietantes. Sin dejar volar mucho la imaginación, cabe preguntarse qué le va a pasar en un futuro a medio plazo a la cifra de empleo asalariado, del cual depende, como es sabido, la mayoría de la población. Aparte está la cuestión medioambiental. El desarrollo tecnológico, ciertamente, permite capacidades productivas nunca vistas; en cuanto a posibilidad de fabricación, pero sobre todo en cuanto a la innovación de los productos. Dado que el hecho de consumir, como venimos explicando y aún abundaremos más en esta obra, es el principal instrumento de control de las poblaciones occidentales por parte de sus gobernantes (15), la capacidad de dominar va a verse así exponencialmente incrementada.

Pero aquí estamos hablando de economía. Disponer de la tecnología más avanzada, el llamado «know how» concede a quien está en ese caso una formidable ventaja en el mercado. Ventaja que se intenta mantener en virtud del llamado «secreto industrial» y, cuando no es posible ocultar lo principal del avance técnico a los investigadores de la competencia, mediante la protección legal de las patentes. Tal comportamiento delata a buena parte de la investigación científica, comprometida, de hecho, con los negocios y no con los seres humanos. Quien posee la tecnología más avanzada en un momento determinado y tiene capital suficiente (ambas cosas suelen darse unidas, ya que es el capital quien financia la investigación), ni siquiera tiene la necesidad de producir por sí mismo. Puede «externalizar» —esa es la palabra que se usa— la generación del producto mercantil a otras empresas, y limitarse a comercializar el producto final con un importante margen de beneficios. Esta es una actuación típica de las empresas multinacionales, cada vez más especializadas en la cuestión comercial que en la productiva.

La preeminencia tecnológica de que hablamos concede a las multinacionales —que además tienen acceso privilegiado a los créditos que permiten las nuevas inversiones— el control sobre la economía productiva. Así, las empresas medianas y pequeñas que se ven obligadas a fabricar y generar servicios para ellas, lo tendrán que hacer en condiciones cada vez más leoninas. Ni qué hablar sobre pequeños agricultores y productores del sector primario. Este mecanismo de externalización, unido al de «deslocalización», esto es, el traslado de las factorías a países en los que es más barata la mano de obra (y hay una fiscalidad menos onerosa), es lo que llega a generar las sociedades terciarias: esos grandes espacios de Occidente en los que la gran mayoría de la población obtiene su sueldo de la economía de servicios. En porcentajes elevados y crecientes, de servicios gestionados por los estados —el funcionariado—. Estados que, en tal situación, tienden a expansionarse de forma hipertrófica. Este contexto es el del «estado de bienestar». También el de la llamada «división internacional del trabajo». Los países empobrecidos fabrican, a menudo en condiciones de semiesclavitud, mientras que los occidentales administran el proceso económico en su integridad y custodian el beneficio. Su población, dedicada, no a la producción, sino a servirse unos a otros, disfruta de una capacidad de consumo financiada, en gran medida, con la acumulación económica que genera el expolio. Consumo que, como decíamos, es imprescindible para que todo el engranaje funcione (16) y ha terminado por ser el valor social de referencia.

La economía, como la sociedad, tiende a hacerse más compleja, más inextricable. Las grandes empresas no son poseídas por propietarios concretos, ya que el accionariado vuelve difusa la propiedad. En su lugar serán gerentes tecnócratas, únicos con plena información sobre todos los procesos que en ella suceden, quienes realmente decidan en cada caso. El objetivo no es tanto el beneficio, el reparto de dividendos, como que la empresa —un ser con vida propia (17)— prosiga su incesante expansión. Cosa que, como ya hemos explicado, es imprescindible para su supervivencia. El mundo, finalmente, a causa de la expansión tecnológica (transportes y comunicaciones, abaratamiento de los materiales de fabricación...) y económica, se convierte, definitiva e irreversiblemente, en global. El ciudadano primermundista medio puede quedar con sus amigos para pasar el fin de semana en cualquier ciudad del continente, así como escoger cualquier destino exótico donde pasar sus vacaciones, e incluso su jubilación en no pocos casos. Elige el país de donde ha de proceder el vino de su copa; sigue al Real Madrid, el Barcelona o a alguno de los poquísimos equipos de fútbol que concentran el forofismo internacional; come cualquier tipo de fruta o verdura de su apetencia durante todo el año, sea o no su temporada: o pescado recién capturado en cualquier mar (o lago, como el Victoria, donde se cría la perca del Nilo) que llega a su mesa gracias al transporte aéreo. Lo mismo la carne. También se comunica instantáneamente, de forma multimedia, con la persona que desea, sin importar el punto de la Tierra en el que ésta se encuentre. El planeta entero es un gran almacén donde la humanidad rica puede adquirir productos y disfrutar de servicios.

En cuanto al tema laboral, éste, del llamado «posfordismo», es el tiempo de los denominados «cuellos blancos», esos trabajadores por cuenta ajena que no se manchan las manos. Su predominio creciente en lo que se da en llamar «mercado laboral», ha terminado por arrumbar al sindicalismo industrial. «Clase obrera» deviene un concepto anacrónico y, aunque de tarde en tarde, cada vez menos, se ven mineros y trabajadores del metal organizando piquetes y siliconando cerraduras, tal cosa no va mucho más lejos de la lucha corporativista minoritaria (o masiva-simbólica-de-un-día). Casi siempre tratando de que sus puestos de trabajo por cuenta ajena no desaparezcan por traslado a países más rentables o por el reemplazo de la mano de obra por máquinas. En su lugar, los asalariados occidentales, que lo son mayoritariamente en el sector servicios y con posibilidades adquisitivas no especialmente malas a pesar de la autopercepción negativa que puedan tener, vienen a constituir una «clase media». Ni son millonarios, ni son marginales. Sus vidas en nada se asemejan a las de las mayorías del Sur. Su modelo de referencia es la vida opulenta de los ricos. Teniendo mucho más que perder que ganar, solo arriesgarán en aquello donde no hay riesgo. Así, el conflicto laboral es algo con más pasado que presente en los estados de Occidente. Los dueños de las empresas y el gobierno duermen tranquilos.

Pienso que, a la luz de toda esta reflexión, queda expuesto de forma entendible —al menos es esa mi intención— el mecanismo de concentración y expansión que define la sociedad en la que vivimos. En su faceta económica, esto es, el sistema capitalista, no puede dejar de advertirse un nubarrón en el horizonte. ¿Cual es el umbral a partir del cual no es posible una mayor concentración de la propiedad y los medios de producir riqueza? ¿Qué pasará cuando no sea posible una mayor expansión al haberse alcanzado la saturación de todo mercado posible sobre la Tierra, o falten algunas materias primas determinantes? Sin pretender incurrir en un análisis mecanicista de tipo marxista, sí cabe sospechar de la pretendida fortaleza del capitalismo (18). Los defensores del liberalismo económico, desde Adam Smith a Alan Greenspan, eludiendo estas preguntas, siempre han sostenido que el libre mercado, el capitalismo, al ser capaz de extraer las mejores capacidades de cada individuo, supone un progreso social infinito. Progreso lineal, entendido como tecnológico y como disfrute de bienestar material. Los actuales neoliberales siguen opinando que del laissez faire sólo ha de derivarse un crecimiento económico capaz de beneficiar al conjunto de la sociedad. Aunque tal beneficio, ante todo, se vea reflejado hoy en los balances de la gran empresa privada, la riqueza acabará por resbalar de alguna manera —que no terminan de explicar muy bien— a todas las capas sociales, incluidas las más desfavorecidas. Tal aserto, que podría demostrarse parcialmente en la capacidad adquisitiva media de las sociedades «de bienestar» o, por ejemplo, en la penetración de la tecnología multimedia en los países menos desarrollados, a día de hoy, si atendemos a las condiciones de vida de la parte mayoritaria de la humanidad que no reside en Occidente, sigue sin cobrar cuerpo; se mantiene en la categoría de «mito». ¿Sería posible que el capitalismo en un futuro extendiera la sociedad de la abundancia al resto del planeta? En este punto prefiero ser cauto, ya que no soy economista. Tampoco profeta. Pero opino que, a pesar de que el discurso liberal afirma la posibilidad de tal cosa, incluso su carácter inexorable según algunos entusiastas, la esencia del modelo capitalista, que, como hemos visto, ni nació ni se desarrolló bajo influjos filantrópicos, es otra. De hecho, el estado de bienestar no es una meta hacia la que apunta, sino —como se verá— un medio del que se vale para superar ciertas coyunturas.

Con la crisis de 2008 el sistema capitalista mostró sus costuras a los habitantes de Occidente. La creciente deslocalización empresarial hacia países menos desarrollados había generado en ellos un tejido industrial cada vez más importante. De la mano de la inversión industrial extranjera llega el avance tecnológico y la occidentalización cultural. Sociedades menos aburguesadas —por el momento— y autocomplacientes que las occidentales, su dinamismo económico es mayor. Si añadimos que fabricar en ellas resulta más barato y, por lo tanto, competitivo, obtenemos como resultado de la ecuación un fuerte crecimiento y la consolidación de nuevas economías «nacionales» independientes. No se lea este párrafo, desde luego, como una loa a la capacidad de las élites del capitalismo para explotar más intensamente a aquella mano de obra, sino como una simple descripción de su modus operandi. Tal hecho produce un aumento de la oferta y de la competencia a nivel mundial. Una vez más se genera producción a ritmo superior de lo que crecen los mercados. Pudiera parecer que a la gran empresa la situación se le ha ido de las manos. En realidad, un poco sí. Donde más se nota el desajuste es en el sistema financiero, que ha de emprender una reestructuración de gran calado, dando motivo a la necesidad de rescate (19) de bancos, monedas y aun estados. La economía real también se resiente debido a la falta de mercados y a la contracción del crédito. En este caso, los mayores problemas suceden en los países occidentales, especialmente aquéllos con sectores económicos que habían crecido rápida y desordenadamente en las precedentes décadas de bonanza (burbuja inmobiliaria, bancaria, de financiación estatal...). Su economía productiva no puede —a nivel de costes— con la competencia de los llamados «países emergentes» y, para no entrar en colapso, ha de emprender, con gusto o con disgusto (20), una serie de ajustes, sobre todo salariales y de gasto del erario estatal (21).

Ante todo esto, el gran capital, que no es nada nacional y sí perfectamente global, se limitará a mover sus dólares y sus factorías a aquellos lugares que mantienen mayores márgenes de solvencia, sin importarle especialmente la suerte de su compañero de viaje; el asalariado occidental. Al dinero le es indiferente si su centro neurálgico está en Nueva York y Berlín o si radica en Shanghái y Kuala Lumpur. Tras unos años de ajustes, resulta un planeta con mayor número de países con economías industrializadas que antes. Los consejos de administración de las grandes transnacionales cuentan con mayor variedad racial y étnica (y de género). Sin embargo la Propiedad con mayúscula sigue estando igual (y crecientemente) concentrada. Pareciera que en Occidente ha habido una cierta mengua de los estados de bienestar. En realidad lo que ha ocurrido es que se han deslocalizado un tanto. Como cuando se pisa un flotador: la —no muy grande— pérdida de poder adquisitivo sucedida en algunos lugares del mundo rico tiene su reflejo en ciertas —tampoco muy grandes— mejoras laborales, salariales y de disfrute de servicios en los países emergentes.

Notas

15- Un buen estudio, crítico, sobre la sociedad de consumo es el libro «Por una sociología de la vida cotidiana», de Jesús Ibáñez, aparecido póstumamente en 1994.

16- Para que dicho consumo sea incesante, el núcleo del poder en Occidente dispone de una máquina que fabrica dinero: el Banco Central. La riqueza por éste generada, que ya no se corresponde con factor productivo alguno, ni comercial, ni casi financiero, inyectará en la economía de un estado o de una zona concreta una liquidez completamente artificiosa. Lo hará creando moneda física, y de este modo desequilibrando (devaluando) la relación entre dicha moneda y el resto de divisas y los precios. También prestando «dinero» a los bancos particulares. El dinero que se presta a estos bancos no existe propiamente; es virtual y su «existencia» se fía a la promesa de éstos de devolverlo en cierto plazo al Banco Central. Por lo común, ya que no le cuesta nada, el BC presta el dinero inexistente a un interés muy bajo, un 1% por ejemplo y, a su vez, los bancos lo prestan a otros bancos, empresas, estados y particulares a un interés bastante más alto. Esta política, además de mantener la solvencia del sistema bancario, clave de todo el asunto, inyecta «dinero» en la economía del lugar, induciendo el consumo y contribuyendo, aunque sea con una mentirijilla, a que la fiesta no pare.
El Banco Central utiliza otra facultad con el mismo objetivo: la regulación de los tipos de interés bancario del mercado; a qué precio pueden prestar su dinero los bancos (flagrante contradicción con el espíritu del liberalismo económico, por cierto). A tipos más bajos, más créditos y más consumo. El peligro de todo esto, además de ir engordando poco a poco una descomunal burbuja financiera que no se sabe qué futuro puede tener, es que se dispare la inflación, la tendencia al alza de precios. Cuando la inflación se desboca, toda la economía se desequilibra y quienes han realizado inversiones ven menguar sus beneficios. A pesar de dicho riesgo, los líderes del capitalismo apuestan siempre por un escenario en el que haya cierta inflación, si bien baja y controlada, ya que constituye el mejor contexto para el consumo. Al contrario que la deflación, la tendencia de precios a la baja, que es fatal para el mismo. ¿Quién se compraría una vivienda hoy sabiendo que el mes que viene será un diez por ciento más barata?

17- Resulta recomendable el documental canadiense «The Corporation. ¿Instituciones o psicópatas», dirigido en 2003 por Jennifer Abbot, Mark Achbar y Joel Bakan. A partir de la tesis de que la empresa capitalista moderna ha ido adquiriendo paulatinamente los derechos jurídicos de las personas físicas, se realiza un detallado análisis de la institución en clave psiquiátrica. La conclusión es que la empresa, especialmente en su versión de multinacional, reúne holgadamente todos los rasgos que la psiquiatría asigna a la personalidad psicopática.

18- No faltan análisis que pronostican un, más pronto que tardío, colapso del sistema capitalista a nivel mundial. Me resulta especialmente sugerente el trabajo en los últimos años de Anselm Jappe, el cual desarrolla la teoría divulgada por Robert Kurtz en los años 90, desde la revista «Krisis» y otras publicaciones similares, denominada «teoría de la crítica del valor». Según dicha visión, de inspiración neomarxista, la aplicación creciente de la tecnología a la producción disminuye, tanto el valor de los productos, como la tasa de ganancia. Problema que solo se puede resolver incrementando la producción —inundando así el planeta, en forma también creciente, de todo tipo de objetos inútiles y prescindibles— y generando crédito; economía virtual. Jappe advierte que, desde los años 70 del siglo XX, el sistema capitalista muestra claros síntomas de agotamiento. La mengua del valor y la ganancia, y el consiguiente aumento de producción, tienden a agotar los mercados, al tiempo que se genera y acrecienta una colosal crisis energética, ecológica e incluso antropológica. Tras cada crisis económica, aumenta el volumen del crédito en circulación, en una desesperada «huida hacia delante». La inyección de tecnología, a su vez, provoca que haya un creciente sector humano innecesario para producir y que no puede consumir; población superflua, prescindible y de carácter problemático para el sistema capitalista. Puede leerse un resumen de la teoría en este enlace: https://disonancia.pe/2018/04/16/la...
En el caso español, el pensador Carlos Taibo, desde un análisis causal, más bien, de tipo ecológico (cambio climático, agotamiento de materias primas…), habla también de «colapso» inminente y de «capitalismo terminal». Su propuesta para minimizar preventivamente el impacto social de dicho derrumbe, es la apuesta voluntaria por la «transición ecosocial», idea que mayormente se asocia al concepto «decrecimiento». No menos pesimista al respecto es Miquel Amorós quien, coincidiendo en la inexorabilidad del futuro colapso, cuestiona las citadas vías de transición: «Las esperanzas de los sectores aferrados a la conservación del capitalismo de Estado en un decrecimiento paulatino, pacífico y voluntario serán prontamente desmentidas por la brutalidad de las medidas de adaptación a escenarios de escasez y penuria y la dinámica social violenta que van a originar.» http://www.rebelion.org/noticia.php...

19- El rescate es la intervención de entidades supranacionales (FMI, Banco Central Europeo, Consejo Europeo...) o estatales, en el caso de entidades más pequeñas, para evitar la quiebra de entidades bancarias y gobiernos. Consiste en la inyección de capital que permita la necesaria liquidez para mantener su actividad en curso. Estos fondos se aportarán como préstamo a retornar añadiendo una serie de condiciones. Resulta maquiavélico el uso de este recurso que obligará, caso de Grecia, por ejemplo, a subidas de impuestos, congelación de salarios y pensiones y fuertes recortes del gasto estatal en asistencia, para poder hacer frente, en plazo, a la devolución de hasta el último céntimo, junto a sus intereses. Al tiempo que se exonera de retornar la mayoría del dinero, con unos y otros trucos, a la mayoría de entidades bancarias rescatadas. Es decir: el ajuste, que pese sobre la población, no sobre el eje financiero del sistema. Dichos bancos, para más inri, a su vez, son los prestamistas de las instituciones estatales. Como bien se dice: «la banca siempre gana».

20- Hubo tres o cuatro años de cierto pánico. Mucha gente lo pasó mal. Véanse los desahuciados o las tasas de suicidios. O los inmigrantes que retornaron a sus países. Se temió por el futuro de forma generalizada. Sin embargo, la economía occidental demostró tener riñón, es decir, fondo de armario y soluciones, para capear una crisis como ésta en concreto. Las personas y familias fuertemente golpeadas por la recesión pudieron —en general— apoyarse en ahorros, subsidios y solidaridad familiar. Los y las pensionistas jugaron un papel destacado: poseedores de vivienda, ingresos fijos y tiempo para afrontar el cuidado de las personas dependientes; en muchos casos fueron el salvavidas que permitió alcanzar la orilla a las familias. Podría decirse que la sangre no llegó finalmente al río, y la gente, unos por otros, sobre todo al ver la luz al final del túnel —o los brotes verdes de los que hablaba aquí Rajoy— terminó por adaptarse a la nueva situación. Descontento sí lo hubo. Véase el fenómeno llamado 15M en España, o las nutridas, recurrentes y agresivas huelgas generales en Grecia. Pero, finalmente, esas aguas torrenciales fueron exitosamente captadas y conducidas al mar a través del colector parlamentario. Syriza y Podemos (o el Movimiento Cinco Estrellas, no por casualidad, liderado por un conocido humorista, en Italia) son los ejemplos paradigmáticos, que no los únicos, en Europa.

21- Desde algunos ámbitos socialdemócratas en la oposición se propuso —más bien se exigió— la adopción de medidas neokeynesianas. Es decir, ante el avance de otras economías emergentes se reclamó poner al banco central (en este caso el europeo, BCE) a fabricar dinero para que los gobiernos, en lugar de recortar, pudiesen ampliar su gasto, extendiendo así aún más el, no pequeño, estado de bienestar. Más servicios, rentas básicas, mejores pensiones, etc. Como si se estuviese en 1945 y el problema fuese la circulación del dinero, la pobreza de la gente y la falta de consumo, y no la pérdida de competitividad. En España, el politólogo y columnista neokeynesiano Vicenç Navarro, cercano a Izquierda Unida y, más recientemente, partícipe en Podemos, encabezó el grupo de «expertos» que proponían el aumento del gasto estatal como solución a la crisis. Tal vez animado por ésta y otras voces, el gobierno de Rodríguez Zapatero trató de enfrentarla en sus inicios con algunas medidas de corte keynesiano: cheque bebé, el Plan E... Esta política, lejos de conjurar la crisis, le abrió las puertas de par en par, obligando al gobierno a dar un giro de ciento ochenta grados y, alineándose con el resto de países de su entorno, emprender drásticas medidas de ajuste en el gasto estatal y en la legislación laboral. Medidas que fueron profundizadas por el posterior gobierno de Mariano Rajoy y que, a medio plazo, guste o no guste, se demostraron las imprescindibles para afrontar el momento, cumpliendo el objetivo de recuperar competitividad macroeconómica y conservar el estado de bienestar en la mayor integridad posible. Los resultados fueron visibles en toda Europa.

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El ministro israelí de Defensa afirma que «en Gaza no entrará ninguna ayuda humanitaria»

Tortuga Antimilitar - 19 April, 2025 - 00:01

El ministro israelí de Defensa, Israel Katz, aseguró que continuarán bloqueando el acceso de ayuda humanitaria a la Franja de Gaza, donde su ejército reanudó los intensos bombardeos aéreos y las operaciones terrestres.

«La política de Israel es clara: en Gaza no entrará ninguna ayuda humanitaria», afirmó Katz, dos días después de que la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) advirtiera que la situación humanitaria en la Franja de Gaza era tal vez «la peor» desde el inicio de la guerra el 7 de octubre de 2023.

Israel bloquea la entrada de ayuda humanitaria desde el 2 de marzo en el territorio palestino.

Katz, uno de los miembros del gobierno más cercanos al primer ministro Benjamin Netanyahu, precisó que esta política de bloqueo de la ayuda era «una de las principales palancas de presión para evitar que Hamás la use como una herramienta con la población».

El ejército israelí reanudó el 18 de marzo su ofensiva en la Franja de Gaza con la intención de derrotar al movimiento islamista y lograr la liberación de todos los rehenes secuestrados en el ataque del 7 de octubre.

Israel acusa a Hamás de desviar la ayuda humanitaria y hacerse cargo de la distribución desde hace meses, lo que el movimiento niega.

Fuente: https://www.swissinfo.ch/spa/el-min...

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La Semana Santa, el turismo y la Legión

Tortuga Antimilitar - 19 April, 2025 - 00:00

Llevamos algunos años con sobre información por parte de los medios de comunicación de algunos eventos de la Semana Santa en los que se alaba la participación de militares. Especialmente ocurre en Málaga con el desembarco de la Legión y el traslado del Cristo de Mena. El telediario de ayer, Jueves de la Cena y Día de Amor Fraterno, la televisión pública comenzaba las noticias con la ocupación hotelera y continuó con las imágenes del desembarco de los legionarios y su cánticos del cuplé "El novio de la muerte". Del acuerdo con Marruecos sobre el Sáhara, silencio total. Hay que decir, por contra, que en la segunda cadena de TVE pudimos ver un reportaje, Pasión y Gloria, sobre diferentes rituales de Semana Santa realizado con gusto.

Suelen justificar el nexo religioso - militar de estas fiestas con argumentos basados en la tradición, cuando sabemos que el término "tradición" funciona como un comodín y es utilizado al antojo de los poderes. De hecho, la participación de la Legión en Málaga ni es tan antigua ni tradicional. Otra cuestión es que de tanto divulgarla y comentarla se haya vuelto para la ciudad en un reclamo para el turismo. De hecho, muchos malagueños, los hosteleros principalmente, hablan de la congregación de Mena no como un hecho religioso sino económico y turístico. Últimamente, tampoco hay un año sin la presencia mediática de Banderas que no falta al desembarco.

En varias ocasiones hemos comentado que las "semanas santas" de nuestros pueblos y ciudades son muy diferentes. Se debe, en gran medida, a que en torno a ellas se producen fenómenos sociales y culturales muy locales que solo tienen sentido en ese lugar. Así pues, el caso de Málaga hay que entenderlo en el contexto de una ciudad andaluza ligada a la Armada por su situación próxima a África (guerras), controlada por una alta burguesía aristocrática y con enormes barriadas populares siempre empobrecidas. Curiosamente, en su Semana Santa, de alguna manera, participan y compiten estos dos bloques sociales a través de sus cofradías y rituales procesionarios.

No viene mal, al intervenir la Legión, que conozcamos de qué hablamos cuando hablamos de La Legión. No voy a repetir lo que los historiadores ya han dicho sobre su crueldad en las guerras de África, de la represión en Asturias en el 34 o en la Guerra Civil. Solo que hubiera sido deseable que la reforma del ejército en la Transición (Narcís Serra) hubiera contemplado su supresión ya que su conservación era un desfase para la democratización de las Fuerzas Armadas. Se optó, quizás para no molestar a algunos militares, por su reforma. Gran error. Ahí siguen reproduciendo un mensaje bélico, de exaltación de la muerte y haciendo un espectáculo que cuenta con una gran difusión por los medios de comunicación.

Como decíamos, la participación del ejército en las procesiones tiene su historia y no fue siempre como nos la presentan. Durante la República los desfiles religiosos fueron muy cuestionadas y en la Transición hubo también protestas por la presencia del ejército en la ciudad malagueña. Incluso sectores de la Iglesia no veían bien que el Jesús de la paz y del amor fuera escoltado por militares con enormes fusiles y cantando himnos de la muerte y de la violencia.

Si hacemos un esquemático repaso de la historia reciente de Málaga nos encontramos que los monárquicos, la alta burguesía malagueña y mandos del ejército africanista formaron una alianza para someter al incipiente proletariado, a los jornaleros y, en general, al republicanismo. La durísima represión durante la Guerra Civil, los bombardeos de la Cóndor y el castigo de Queipo del Llano a la población izquierdosa tuvo su continuidad con el franquismo que renovó la alianza entre el palio y las guerreras militares. Hay numerosos reportajes fotográficos en las que se observa en las procesiones a las más altas autoridades militares, hechos miembros de honor de las cofradías, a la jerarquía religiosa y a la gente, supuestamente, de bien. De la mano de Millán Astray nacía la cofradía de Caballeros Mutilados, Franco era elegido presidente de honor de las cofradías y en los años cuarenta se esculpe el Cristo de Mena que es trasladado en un buque de la Armada, algo que antes no era así.

Por otro lado, el interés de la burguesía malagueña, de hacer de la ciudad un espacio turístico no viene de ahora. En estos momentos, quizás, están ya sufriendo las consecuencias, pero hace tiempo que quisieron utilizar la Semana Santa como reclamo turístico. El clima, la gastronomía, el colorido cofrade, la música, los santos, el puerto o la Legión fueron desde siempre recursos para atraer turistas y, desde hace unos años, exportar tercios legionarios para dar marcialidad a otras ciudades y procesiones. Como hemos dicho, hay una parte del clero que ve en las procesiones militarizadas un anacronismo injusticable, pero otra parte lo asume con placer y colabora en la promoción de este modelo urbano procesional y turístico.

Que se incumpla la Constitución y se obvíe la legislación sobre la participación de las FF. AA. en actos religiosos no importa a algunos partidos políticos que tanto exhiben la Carta cuando les interesa. En el programa Espejo Público de Antena 3, el mismo alcalde de Málaga echaba hoy en cara al gobierno que ningún miembro asistiera al desembarco de Mena. El delegado no era suficiente. En estos tiempos tan convulsos lo que está bien parece que está mal. La música militar nunca me hizo levantar.

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Los niños y la guerra

Tortuga Antimilitar - 19 April, 2025 - 00:00

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Los científicos ven imparable el colapso de la Naturaleza sin un cambio mental y cultural

Tortuga Antimilitar - 19 April, 2025 - 00:00

Antonio Cerrillo

Los científicos ya no creen que el declive de la Naturaleza pueda ser frenado exclusivamente con medidas tradicionales (creación de reservas, más presupuestos, restricciones de usos, normas y leyes...). Consideran que para detener y revertir la pérdida de biodiversidad y salvaguardar la vida en la Tierra se necesitan urgentemente cambios profundos, algo así como un nuevo imaginario cultural sobre la forma en que las personas ven el mundo natural e interactúan con él. Y esto no lo dice una reunión de filósofos concienciados, sino que es la advertencia que lanza la Plataforma Intergubernamental sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), una organización integrada por científicos pertenecientes a 150 países

El informe, elaborado a lo largo de tres años por más de 100 expertos destacados de 42 países, aboga por lo que llama “un cambio transformador”. ¿Pero cómo se produce y cómo se daría este cambio de rumbo?

Urgente y necesario

Los autores del informe parten de la base de que la mayoría de los enfoques sobre conservación “no han logrado detener ni invertir el declive de la naturaleza en todo el mundo”. Así lo indicó Karen O'Brien, una de las coautoras del informe.

O'Brien señala que ese cambio transformador “es urgente, porque se está cerrando rápidamente la ventana de oportunidad para detener y revertir la pérdida de biodiversidad e impedir que se desencadene el declive potencialmente irreversible y el colapso previsto de las funciones clave de los ecosistemas”.

La urgencia nace del grave riesgo de que se superen umbrales de inflexión biofísicos irreversibles. Las alertas ya están dadas en la desaparición de los arrecifes de coral de baja altitud, la extinción de la selva amazónica y la pérdida de las capas de hielo de Groenlandia y de la Antártida occidental.

“Las políticas de conservación que se han practicado hasta ahora, basadas en áreas protegidas, no han funcionado, según otros informes del IPBES, ”porque la Naturaleza está bajo presión a causa de las formas en que consumimos, nos relacionamos con la Naturaleza o nos gobernamos“, dice Victoria Reyes, investigadora ICREA del ICTA, que ha participado en la elaboración de este informe. ”Este informe cambia la narrativa de lo que hay que hacer para salvar la Naturaleza", añade.

Cambiar la forma de pensar y las tres causas últimas del declive

El informe define el cambio transformador como aquel que afecta a nuestras formas de pensar, saber y ver (visiones); a los modos de organizar, regular y gobernar, y a las prácticas concretadas en las formas de hacer, comportarse y relacionarse. Consideran que estas visiones, estructuras y prácticas dominantes actuales perpetúan las causas profundas de la pérdida de biodiversidad y el declive de la naturaleza.

El informe identifica las causas últimas de la pérdida de biodiversidad. En primer lugar, está ”la desconexión casi total de las personas respecto al mundo natural y el impulso por dominar la naturaleza y a otras personas“.

“A veces, ni sabemos que la carne que hemos consumido comporta deforestación en la Amazonia”, pone como ejemplo Victoria Reyes.

En segundo lugar incide ”la concentración desigual del poder y la riqueza“; y en tercer término ”la prioridad que se da a las ganancias individuales y materiales a corto plazo.

El 39,2% de la riqueza mundial está en manos del 1% más rico de la población en 2021, y solo el 1,85% de esa riqueza está en manos del 50% de la población más pobre.

Y este sentido, se describen cuatro principios también muy filosóficos para guiar esos cambios transformadores: equidad y justicia; pluralismo e inclusión; relaciones respetuosas y recíprocas entre los seres humanos y la naturaleza; y aprendizaje y acción adaptativos. “Se trata de buscar la coherencia: no puede definirte como vegetariano y consumir productos vegetales de la otra parte del mundo obtenido saltándote esos principios. Se trata de que ese cambio respete la Naturaleza”, añade Reyes.

El informe resalta que son muchos los obstáculos que impiden ese cambio transformador, y entre ellos se destaca “la presión de grupos de interés o la corrupción”, que “eclipsan” los esfuerzos dedicados a la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad”.

No menos destacable es el reto que suponen las relaciones de dominación sobre la naturaleza, “especialmente las que surgieron y se propagaron en las épocas coloniales y que persisten en el tiempo”.

Además, las desigualdades económicas y políticas; las políticas inadecuadas y las pautas de consumo y producción insostenibles, incluidos los hábitos y prácticas individuales, condicionan igualmente el cambio de rumbo.

Las causas últimas de la pérdida de biodiversidad y el declive de la Naturaleza también crean desigualdades e injusticias, subraya el profesor Arun Agrawal. “Quienes más se han beneficiado de las actividades económicas asociadas con el daño a la naturaleza, en particular los actores adinerados, tienen más oportunidades y recursos para generar cambios. Hacerlo involucrando a otros en procesos de toma de decisiones equilibrados puede liberar tanto la capacidad de acción como los recursos para crear cambios”.

¿Y qué soluciones se plantea el IPBES para este giro filosófico-cultural? Entre las estrategias destacan en primer lugar las propuestas para “conservar, restaurar y regenerar” aquellos lugares que simbolicen mejor los valores de diversidad biológica y cultural. Se trata en suma de que las actividades de restauración refuercen los valores culturales y una generación de riqueza perdurable y no extractivista.

En segundo lugar, proponen que los sectores más sectores más responsables del declive de la naturaleza (los combustibles fósiles la agricultura y la ganadería, la pesca, la silvicultura, las infraestructuras, el desarrollo urbano y la minería) tomen conciencia de ello e integran el respeto a la biodiversidad.

Punto clave aquí es la protección de los suelos. Diversos estudios han mostrado, por ejemplo, que proteger los hábitats naturales es compatible con una reducción de pesticidas y la mejora de productividad de los cultivos, cuando aumenta la abundancia y diversidad de polinizadores, afirmó el profesor Garibaldi.

En tercer lugar, se considera prioritario acabar con los subsidios y subvenciones públicas a las actividades económicas que impulsan el deterioro de la naturaleza. Esas ayudas oscilaron entre 1,4 billones y 3,3 billones por año en 2022 mientras que la financiación público total para subvenciones ambientalmente perjudiciales ha aumentado un 55 % desde 2021.

Algunas de las acciones que podrían tomarse en esta línea incluyen: internalizar los costos ambientales, redefinir los indicadores con sistemas alternativos al PIB para medir mejor la prosperidad y reconsiderar las deudas globales. También es clave fortalecer el compromiso del sector privado y establecer la idea de sostenibilidad como un principio fiscal central.

Cambios de valores y la implicación de la sociedad civil

Cambiar los valores es clave para reconocer la interconexión entre los seres humanos y la naturaleza. Por eso, se reclama cultivar sentimientos de conexión con el mundo natural, así como la educación en las actividades basadas en la naturaleza.

“Muchos comportamientos humanos son rutinarios, aprendidos en condiciones sociales y ambientales, pero pueden cambiarse. Poner el énfasis en los comportamientos deseados y apoyarlos con políticas específicas puede catalizar y mantener nuevas normas y comportamientos sociales”, señalan,

El cambio transformador “rara vez es el resultado de un único acontecimiento, impulsor o actor”. Se entiende mejor como cambios ·que cada uno de nosotros puede crear, y múltiples cambios en cascada que se refuerzan mutuamente, a menudo de forma inesperada, dice Arun Agrawal.

“Esto que hacemos no son solo recomendaciones para los gobiernos, implica la participación de la sociedad civil para que exija estos cambios. Si se exige que no se vendan productos procedentes de la deforestación, las empresas se verán obligada a ello. Así, los gobiernos se hacen aceptadores del cambio y las empresas no deben resistirse”, señala Victoria Reyes.

“Sigue siendo posible”

“Aunque sea complejo y difícil que sea abordar estas causas últimas de la pérdida de biodiversidad, sigue siendo posible», afirma Lucas Garibaldi, otro de sus atores. Su argumento es que “la historia nos ha demostrado que las sociedades pueden transformarse a gran escala, como ocurrió durante la Revolución Industrial”.

Aunque aquella época “trajo consigo terribles costes medioambientales y humanos, es la prueba de que un cambio fundamental y sistémico es posible, aunque se produjo en un periodo de tiempo mucho más largo que el que necesitamos ahora mismo para el cambio transformador en pro de un mundo justo y sostenible

Se trata, en suma, de iniciar una nueva transformación con dos misiones: que sirva para conservar y restaurar la biodiversidad en el planeta, en lugar de agotarla, y que “permita prosperar a todos».

Los autores han creado y analizado una base de datos con cientos de estudios de casos de iniciativas de todo el mundo con potencial transformador. Su análisis muestra que los resultados positivos para diversos indicadores económicos y medioambientales pueden producirse en una década o menos.

Fuente: https://www.lavanguardia.com/natura...

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Denuncian ante el Juzgado de Guardia de Barcelona un nuevo cargamento militar con destino a Israel

Tortuga Antimilitar - 18 April, 2025 - 00:01

En la denuncia se solicita de manera cautelar y urgente la retención y registro del carguero Nexoe Maersk, el cual se encuentra actualmente en el puerto de Barcelona, a fin de evitar la continuidad delictiva y la participación del buque en la comisión de delitos contra la Comunidad Internacional (Título XXIV Código Penal), delito de tráfico de armas (art. 566 Código Penal) y delito de contrabando.

Activistas de la campaña Fin al Comercio de Armas con Israel interponen una denuncia ante el Juzgado de Guardia de Barcelona, en la que ponen en conocimiento de la autoridad judicial la participación de dos buques de la naviera Maersk en una nueva transferencia de material militar a Israel.

En la denuncia se solicita de manera cautelar y urgente la retención y registro del carguero Nexoe Maersk, el cual se encuentra actualmente en el puerto de Barcelona, a fin de evitar la continuidad delictiva y la participación del buque en la comisión de delitos contra la Comunidad Internacional (Título XXIV Código Penal), delito de tráfico de armas (art. 566 Código Penal) y delito de contrabando.

La documentación probatoria que acompaña a la denuncia acredita la implicación de los buques Nexoe Maersk y Maersk Detroit en al menos cuatro operaciones de suministro militar a Israel durante los meses de septiembre y octubre de 2023. En todas ellas, la carga suministrada a Israel fue descargada y transbordada en puertos españoles, por lo que España goza de jurisdicción y competencia para investigar los hechos denunciados.

Respecto al último de los envíos, el cual justifica la interposición de esta denuncia, consiste en el suministro de componentes de aviones de combate F-35. Su destino final, la base de Nevatim, es uno de los principales centros operativos desde donde se lanzan ataques aéreos con aviones de combate F-35 sobre la Franja de Gaza.

El contenido de este envío, ha sido reconocido por la propia naviera, quien pese a negar su destino final por motivos obvios, ha admitido la naturaleza de la carga y su destino. Pese a que Maersk ha tratado de ocultar que el destino final de sus continuos envíos sea Israel, llegando a apagar sus sistemas de identificación (AIS) y ocultando anteriores viajes, , en la denuncia se aporta abundante prueba que demuestra lo contrario.

Los buques Maersk Detroit y Nexoe Maersk están directamente implicados en una cadena logística de suministro militar que alimenta el genocidio en Palestina, con la complicidad de infraestructuras civiles y comerciales. Esto constituye una violación flagrante de las obligaciones internacionales de no asistencia a crímenes internacionales, reconocidas por el Derecho Internacional y el Estatuto de Roma.

Como afirma el experto Alejandro Pozo del Centre Delàs, el tránsito por España de envíos de armas a Israel es la norma y no la excepción. La presión popular ha conseguido que el gobierno denegara el atraco com armas a Israel a tres barcos desde octubre de 2023, pero dada la gravedad de la situación, esto es totalmente insuficiente. Los datos oficiales dicen que Israel ha asesinado a más de 60.000 personas palestinas en la Franja de Gaza.

Permitir estas operaciones logísticas es permitir que el genocidio continúe. Maersk y otras navieras están utilizando rutas comerciales y civiles para entregar a Israel maquinaria militar, sin la que sería imposible sostener una ocupación ilegal, un sistema de apartheid y una ofensiva genocida. Si los puertos son espacios para conectar pueblos y sostener la vida, no deben ser cómplices del genocidio.

Disponible aquí una copia de la denuncia: Denuncia Maersk Nexoe Barcelona

Imagen de portada: Canarias Semanal

Fuente: https://kaosenlared.net/denuncian-a...

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Ojete Calor: Extremismo Mal (Vídeo)

Tortuga Antimilitar - 18 April, 2025 - 00:00

Extremismo mal

y Agapimú, como bonus track.

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No hemos aprendido nada

Tortuga Antimilitar - 18 April, 2025 - 00:00

Yemen lleva ya más de 10 años en guerra. El bloqueo al que Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos han sometido al país, ha provocado, según las estimaciones más optimistas de Save the Children, la muerte por inanición de 87.000 niños.

Pero hay algo aún más grave: el seguimiento del conflicto ha pasado, según la Federación Internacional de Periodistas de un impacto de 12 noticias semanales en agencias internacionales, a tres o cuatro al mes. A nadie le interesa lo que sucede en Yemen y grandes diarios han retirado a sus enviados internacionales ante el recrudecimiento mediático del conflicto en Ucrania, mientras más de 2,2 millones de niños (ONU) pasan hambre y la cifra sigue incrementándose de forma dramática.

"Es durísimo aceptarlo, pero a Occidente le deja de interesar un conflicto cuando este se alarga por encima de los 2-4 años. Se produce un fenómeno de naturalización que hace que caiga en el olvido, aunque su crudeza se siga incrementando. Los dramas humanitarios se han convertido en modas", advirtió Oriana Fallaci ya en 1979, cuando era enviada de guerra en Oriente.

En el caso de Yemen, esta "moda" ya lleva la nada desdeñable cifra de 233.000 muertos, aunque la ONU advierte que la cirfra puede ser mucho mayor. Es el peor conflicto humanitario desde la Segunda Guerra Mundial.

Mientras tanto, no es que no se vayan a aplicar sanciones a estas dos dictaduras, sino que países europeos, Canadá y EEUU, siguen cerrando contratos millonarios con Arabia Saudí y EAU relacionados con la construcción, las renovables y el petróleo.

Son decenas los clubes de fútbol patrocinados por empresas de Emiratos, algunos de los cuales han condenado la injusta e ilegal invasión (que no Guerra) del miserable de Putin.

Decía Kapuscinski: "no sigas la estela invertida de la bala para encontrar al culpable, sigue al dinero. Siempre es el dinero".

La propia España ha cerrado contratos armamentísticos millonarios con Arabia Saudí. El Rey, como todos sabemos, guarda una especial amistad con la familia real saudí que, por cierto, lleva más de 30 años financiando el terrorismo yihadista, algo que la CIA sabe desde los años 80, pese a que solo se haya buscado a los terroristas en Irak o Afganistán.

El conflicto en Ucrania hace más inaplazable que nunca un debate que llevamos 30 años posponiendo, tras la caída del muro de Berlín:

¿Para qué sirve la OTAN además de para que EEUU siga expandiendo sus bases e influencia geopolítica? ¿Por qué se castiga política y económicamente a algunos países por ciertos actos y a otros que hacen lo mismo o peor, no? ¿Por qué no se aprovechó la decadencia de los países del Pacto de Varsovia para firmar una paz real y sustancial y un plan de desnuclearización consistente y honesto?

¿Cómo pueden abandonarse a su suerte a los yemeníes o al cuerno de África? ¿Quién modula/maneja nuestra indignación a través de los medios de comunicación? ¿Qué sistemas educativos hemos desarrollado en occidente que impiden a la mayoría de su población entender que la vida de un civil no vale más o menos en función al lugar en el que nace? Pero, sobre todo: ¿vamos a aprender algo de lo ocurrido en Ucrania?

En un continente donde solo 3 de cada 10 europeos afirman que irían a la guerra por su país, ¿vamos a seguir recurriendo a inmigrantes y jóvenes de clases bajas sin salidas laborales para seguir "expandiendo nuestra paz" por el mundo?

Me asquea profundamente hablar con amigos a los que aprecio defender sobre la necesidad de la existencia de conflictos armados y de la OTAN con total frialdad y convencimiento, como si los soldados fuesen muñequitos de un videojuego. "Hay que hacer esto, hay que hacer lo otro". ¿Irías tú a la guerra? ¿Te jugarías la vida por intereses económicos ajenos en el falso nombre de una patria?

Pero volviendo a la geopolítica, ¿hasta cuándo van a seguir existiendo los bloques? ¿Cuándo vamos a entender que se precisan de leyes supranacionales reales y eficaces que antepongan los intereses humanitarios a cualquier interés económico? ¿Por qué seguimos aceptando sin más que estamos en manos de una panda de MANIACOS que juegan con la vida de millones de personas por el vil metal?

Frente ala geopolítica solo hay un arma: educación, educación y educación. Esa fue la frase pronunciada por Paul-Henri Spaak, primer presidente de la Organización de Naciones Unidas en su discurso de investidura, un año después del fin de la Segunda Guerra Mundial.

Han pasado 79 años. No hemos aprendido nada.

Fuente: https://www.meneame.net/story/no-he...

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Casos en los que comunidades han desarrollado economías sin dinero mediante intercambios modernos

Tortuga Antimilitar - 17 April, 2025 - 00:00

Cultura del trueque en la era digital

La cultura del trueque ha existido desde tiempos antiguos como una forma básica de intercambio de bienes y servicios. Antes de la aparición del dinero, las comunidades dependían del trueque para satisfacer sus necesidades. Hoy, en la era digital, esta práctica ha resurgido con fuerza, adaptándose a los tiempos modernos y aprovechando la tecnología para conectar a personas de diferentes lugares. En este artículo, exploraremos cómo las comunidades han desarrollado economías sin dinero mediante intercambios modernos, destacando casos relevantes y analizando su impacto en la sociedad contemporánea.

El resurgimiento del trueque en la era digital

La era digital ha transformado radicalmente la manera en que las personas se relacionan, compran y venden. Con el avance de internet, las redes sociales y las plataformas digitales, la cultura del trueque ha encontrado un nuevo espacio para prosperar. Ahora, las comunidades pueden organizarse en torno a intereses comunes y establecer economías sin dinero que funcionan a través de intercambios modernos.

Las crisis económicas, el aumento del consumo consciente y la necesidad de sostenibilidad han impulsado esta tendencia. Muchas personas buscan alternativas al sistema monetario tradicional, fomentando redes de confianza donde el valor se mide por la utilidad y no por el precio. Este fenómeno ha dado lugar a un renacimiento del trueque, pero con un enfoque renovado y digital.

Casos destacados de economías basadas en el trueque digital

1. Freecycle: la red global de reciclaje y trueque

Freecycle es una red mundial que promueve la cultura del trueque mediante el intercambio gratuito de bienes. Esta plataforma conecta a personas que desean regalar objetos que ya no necesitan con otras que pueden darles un nuevo uso. Así, se crea una economía sin dinero donde el consumo se reduce y se fomenta el reciclaje.

Gracias a la tecnología, Freecycle ha logrado que millones de personas participen en intercambios modernos sin costo alguno, reduciendo el desperdicio y fortaleciendo comunidades locales. Los usuarios publican lo que ofrecen y lo que necesitan, facilitando el proceso de trueque de manera eficiente y sostenible.

2. TimeBanks: el tiempo como moneda

Otra manifestación innovadora de la cultura del trueque es el concepto de bancos de tiempo (TimeBanks). En estas plataformas, las personas intercambian horas de trabajo o habilidades, creando economías sin dinero basadas en el valor del tiempo. Cada hora de servicio ofrecido se convierte en una unidad de intercambio.

Por ejemplo, una persona puede ofrecer clases de idiomas a cambio de servicios de jardinería. Estos intercambios modernos fortalecen la cohesión social y permiten que las habilidades de cada individuo se valoren por igual. La tecnología facilita la organización de estos intercambios a través de aplicaciones y sitios web especializados.

3. BarterQuest: trueque de bienes, servicios y propiedades

BarterQuest es una plataforma en línea que permite el intercambio moderno de bienes, servicios e incluso propiedades. A diferencia de otros sistemas de trueque, BarterQuest se centra en el intercambio directo, lo que significa que los usuarios no necesitan dinero para obtener lo que desean.

Este modelo digital de cultura del trueque ha demostrado que es posible construir economías sin dinero sostenibles a gran escala. BarterQuest se basa en algoritmos que ayudan a emparejar a los usuarios con necesidades complementarias, optimizando el proceso de trueque y ampliando sus posibilidades.

4. Couchsurfing: hospitalidad basada en el intercambio

Couchsurfing es un caso emblemático donde la cultura del trueque se manifiesta a través del intercambio de hospitalidad. En esta plataforma, las personas ofrecen alojamiento gratuito a viajeros, fomentando una economía sin dinero basada en la confianza y la reciprocidad.

Este tipo de intercambio moderno no solo reduce los costos de viaje, sino que también promueve el entendimiento cultural y la creación de redes globales. Couchsurfing demuestra cómo el acceso a experiencias y servicios puede ser compartido sin necesidad de transacciones monetarias.

Beneficios de las economías sin dinero

La cultura del trueque en la era digital ofrece numerosos beneficios que van más allá del ahorro económico:

Sostenibilidad: Al reutilizar bienes y reducir el consumo, se minimiza el impacto ambiental.

Fomento de la comunidad: Los intercambios modernos fortalecen las relaciones sociales y crean redes de apoyo.

Acceso equitativo: Las economías sin dinero permiten que más personas accedan a bienes y servicios independientemente de su situación financiera.

Reconocimiento de habilidades: Plataformas como TimeBanks valoran las capacidades individuales, generando oportunidades de desarrollo personal.

Desafíos y consideraciones

A pesar de sus beneficios, la expansión de la cultura del trueque enfrenta desafíos:

Confianza y seguridad: Los intercambios modernos requieren de altos niveles de confianza entre los participantes. La verificación de usuarios y la regulación son fundamentales.

Valoración equitativa: Determinar el valor justo de bienes y servicios puede ser complicado.

Escalabilidad: Algunas economías sin dinero funcionan mejor a nivel local, y escalar estas iniciativas a gran escala presenta retos logísticos.

Conclusión

La cultura del trueque ha encontrado un nuevo impulso en la era digital, permitiendo a las comunidades desarrollar economías sin dinero a través de intercambios modernos. Plataformas como Freecycle, TimeBanks, BarterQuest y Couchsurfing son ejemplos tangibles de cómo el trueque se ha adaptado a las necesidades y posibilidades del mundo contemporáneo.

Este resurgimiento no solo responde a motivos económicos, sino también a un cambio cultural hacia prácticas más sostenibles, colaborativas y humanas. La tecnología ha sido clave para superar las limitaciones del trueque tradicional, ampliando su alcance y facilitando su adopción global.

En un mundo donde el consumo responsable y la sostenibilidad son cada vez más importantes, la cultura del trueque se presenta como una alternativa viable y enriquecedora. La era digital ha demostrado que el intercambio puede ir más allá del dinero, generando comunidades más solidarias, conscientes y resilientes. El futuro del trueque digital se vislumbra prometedor, con el potencial de redefinir las dinámicas económicas y sociales a nivel global.

Fuente: https://www.pazlanuevaradio.info/20...

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