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¡Es mentira! El gobierno Sánchez-Díaz no va a dedicar solo un 2'1% del PIB a gasto militar
Gabriel Celaya
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
¡Es mentira! El gobierno Sánchez-Díaz no va a dedicar solo un 2'1% del PIB a gasto militar
Juan Carlos Rois
Tortuga
El aparato propagandístico del gobierno se ha empeñado estos días en dar por cierto que España va a dedicar (mejor dicho, tiene que hacerlo) el 2,1% de su PIB a gasto militar, negándose a acatar los mandatos de la pareja de baile Trump-Rutte en la pasada cumbre de la OTAN, donde ordenaron subirlo al 5%.
Lo triste es que hasta quienes en apariencia están contra todo esto asumen con cierta resignación la cifra y la dan por buena, como si no fuera de por sí un despropósito y como si no fuera una de las muchas trampas con las que se embosca nuestro gasto militar.
No, amigos, no. España no va a quedarse en el 2% del PIB en gasto militar porque, de hecho, lo supera desde hace ya bastante tiempo, como he venido denunciando.
La retórica escenificada de una teórica pugna entre la España libre y la OTAN sumisa no es otra cosa que escenificación para normalizar a base de calambrazos un elevado gasto militar (que de hecho ya supera el 2% del PIB desde antes de 2018) que sigue resultando altamente impopular en la sociedad española y para legitimar la sucísima política de consentimiento (cuando no de promoción) de la izquierda con las políticas de remilitarización con las que al menos vienen colaborando desde que en 2018 participan, por activa y por pasiva, en el gobierno. Pueden autoengañarse o intentar engañarnos a todas, pero lo cierto es que los hechos son así de graves, como puede verse en la gráfica de evolución del gasto militar que ya he presentado otras veces y vuelvo a presentar con las correcciones del año 2025.
Un consejo de ministros promotor del militarismo
El gobierno de Sánchez-Díaz es un activo promotor del gasto militar. Durante el primer semestre de 2025 ha autorizado gasto militar, fuera del presupuestado en los presupuestos prorrogados de 2023, por más de 35.300 millones de euros, superando espectacularmente el que ya aprobó en 2024 y en 2023.
Cierto es que gran parte de este gasto es de carácter plurianual, es decir, no para pagar este año, sino en diferido, por las futuras generaciones, con una patada hacia adelante, como se hace siempre que algo turbio e inconfesable aparece en el horizonte.
Es impresionante la escalada de este gasto militar durante el año en curso. Mes a mes, ha ido aumentando de forma desaforada y distanciándose más y más del aumento (también espectacular) que ya sufrió el gasto militar en 2024.
Sánchez afirma que en 2025 España gastará en defensa y 31 nuevos programas de modernización 33.123 millones de euros, con un aumento de 10.471 millones extra respecto a los consolidados para el ejercicio, lo que equivale al 2,1% del PIB que tanto cacarea. Sólo el pasado 10 de junio su consejo de ministros autorizó 15.635 millones de euros para programas de armas y no es la única partida aprobada para ello.
Gasto militar oculto
Pero ocurre que gran parte del gasto militar español es un gasto ocultado fuera del presupuesto de defensa. Es decir, no se encuentra transparentemente explicitado como gasto militar y, lo que es más curioso, siempre acaba siendo mayor del previamente presupuestado, algo de lo que tanto la Intervención General de la Administración Estatal (IGAE) como el Tribunal de Cuentas se quejan con amargura.
Concretamente, en mi análisis del gasto militar de 2024 detecté, sirviéndome de los resúmenes de ejecución presupuestaria que IGAE realizo sobre las cuentas públicas españolas de 2024, así como de la suma de convenios, acuerdos del Consejo de Ministros, memorias de actividades, intervenciones de autoridades y militares en la Comisión de Defensa y otras instancias, boletines oficiales diversos y otras fuentes, un gasto militar externo al Ministerio de Defensa de 16.777 millones de euros, un dineral incluso por encima del gasto presupuestado del propio Ministerio de Defensa.
Contamos con más de 50 partidas ajenas a defensa donde el gobierno esconde desde tiempos inmemoriales gasto militar habitual. Además, en determinados años se incorporan a las partidas habituales otras, llamémoslas pasajeras, con las que se engrosa el gasto militar oculto de forma constante y deliberadamente opaca.
En el siguiente cuadro, para las mentes mas curiosas, ofrezco una relación de partidas y programas fuera del presupuesto de Defensa que ocultan gasto militar.
No podemos por ello dar por bueno el gasto militar cacareado por el gobierno Sánchez-Díaz, o PSOE-Sumar si se prefiere, con sus escuderos, la monja alférez Doña Margarita Robles por un lado y el coordinador Maíllo por el otro, porque en realidad es una trola deliberadamente repetida por toda esta troupe de mandarines que encubre la verdad de un gasto militar mucho más exorbitado e insolidario y que busca imponer a la sociedad el gran pelotazo del gasto militar que ellos mismos llevan años provocando.
La cifra del gasto militar previsible para 2025
En todo caso, estos 33.123 millones hemos de asumirlos como la punta del iceberg (dado que es el pico que reconoce el gobierno). A ellos iremos sumando el gasto oculto en otros ministerios que también participa de la financiación de lo militar (y que no se incluyen en las partidas de gasto militar reconocido), así como el pago del plazo anual de las partidas plurianuales del ministerio de defensa (actualmente más de 30.000 millones de compromisos y más de 30.300 de autorizaciones de gasto según los datos de la IGAE) y la parte proporcional de deuda pública imputable a defensa del conjunto de deuda que debe amortizar España en 2025.
Con arreglo a los datos disponibles, presento aquí el cuadro del que estimo será el gasto militar español de 2024: al menos 65.015,74 millones de euros. Ni el 2 ni el 3 del PIB español, sino el 4,12% que ya gasta España en mantener el militarismo suficientemente engrasado y oculto.
Con un gasto militar de tal guisa tocamos por cabeza a 1.346 euros (mayor cifra por autóctono si hacemos caso de VOX y no contabilizamos a los inmigrantes).
O a un equivalente a 178,12 millones de euros al día, 7,42 millones a la hora, 123,666 euros por minuto o 2.061 euros por segundo.
Debo indicar que esta cifra es conservadora, pues he preferido no incorporar partidas más dudosas y tirar más bien a la baja en las estimaciones de gasto extraordinario o deuda, lo que quiere decir que la cifra real puede ser incluso superior.
Respecto de la deuda, hemos tomado el porcentaje más conservador: el porcentaje de participación del ministerio de defensa en el total de gasto ministerial, pero podíamos haber elegido otro, por ejemplo el porcentaje del gasto militar total (esto es el del ministerio de defensa más el de los gastos ocultos en otros ministerios) sobre el total del gasto ministerial (7,38%) lo que nos arrojaría un coste de amortización de la deuda imputable a lo militar de de 9.505,20 millones de euros y un gasto militar final de 67.334.08 millones de euros y un porcentaje del 4,3% del PIB.
¿Qué supone este gasto militar para el conjunto de las políticas públicas?
No me detendré demasiado en calificar a unas fuerzas políticas vendidas que fingen haber librado una batalla cruenta contra el militarismo ramplón para no elevar el gasto militar español, cuando en realidad su escenificación ha servido para atornillarlo, ocultarlo y buscar una nueva justificación de unas políticas que no son, a juzgar por las encuestas, bien acogidas por la sociedad. Si comparamos el gasto militar que aparentemente nos exigía Trump y el que venimos consolidando desde hace años, uno y otro se parecen mucho más de lo que nos dicen los que marcan lo que debemos pensar.
Me esforzaré más en intentar provocar la indignación de quienes no se quieran consolar con tanto engaño y aspiramos más bien a tejer una sociedad más justa y pacifica y a poner pie en pared al militarismo.
Tenemos que repetirlo. Nuestro gasto militar no sería asumible en el dos por ciento del PIB que nos predican nuestros rijosos gobernantes, ni lo es en el 4´1% que de momento nos han colado de forma fraudulenta.
Para hacernos una idea, el gasto militar español, implica dos mil novecientos millones de euros menos del total de gasto educativo del estado y las comunidades autónomas juntos, y dos puntos menos de PIB del total de gasto sanitario público existente en España, las principales estructuras sociales por nivel de gasto destinadas a atender a la seguridad humana con las que cuenta el estado.
O un tercio del total de prestaciones sociales que destina el estado a las diversas situaciones de prevención con las que cuenta la cartera de previsión pública, uno de los pilares de la seguridad humana.
O más de seis veces el gasto público español en políticas contra el cambio climático, en este caso incluyendo las ayudas europeas (de lo contrario multiplicaríamos la cifra por más de veinte veces).
Podríamos seguir aumentando la cifra comparando política tras política, pero el agravio comparativo no haría otra cosa que agrandarse y demostrar el enorme coste de oportunidad del gasto militar español y que el mismo lo es en detrimento de políticas públicas en España siempre desatendidas e infradotadas que forman parte de la seguridad humana y ecológica y que deberían ser el eje de la agenda de prioridades para construir un mundo justo y pacífico.
Respecto al coste de oportunidad y el contravalor económico del gasto militar, por más que los fanáticos de la economía liberal dogmática se empeñen de lo contrario en su actual propuesta de keynesiamismo militar, existen suficientes estudios técnicos, como los de Nicole Ball o de Arturo Sarukhán, por lo que se refiere a su relación con el desarrollo, o como Jürgen Brauer, J. Paul Dunne, Sergio D´Agostino y otros siguiendo la estela del premio nobel V. Leontiev, para desmentir los supuestos beneficios del gasto militar. De hecho, la propia Naciones Unidas, en su panel sobre democracia y en los informes de su principal experto en la materia, vienen exigiendo el recorte del gasto militar y el trasvase de sus inasumibles partidas para políticas de desarrollo como condiciones para lograr un mundo más justo y democrático y, ¡quien lo iba a decir! el propio y novísimo Papa de Roma en una de sus últimas alocuciones, ha clamado también por recortes severos del gasto militar y de las políticas remilitarizadoras.
En el caso español, ninguna política pública de las desarrolladas por los distintos ministerios se permite un gasto plurianual comprometido como el de defensa, de mas de 30.000 millones de euros. Ningún ministerio ha sufrido aumentos, tanto cualitativos como cuantitativos, tan espectaculares como el gasto militar y las políticas militaristas. Ningún ministerio disfraza su gasto en los otros, tal como hace defensa, ni tiene el grado de opacidad del gasto militar.
Solo con pensar qué se podría hacer y a qué sociedad podríamos aspirar si nos liberamos de la carga del gasto militar se nos visibiliza el papel del gasto militar como un rubro contrario a nuestro desarrollo.
Y lo que es peor, es que el gasto militar no solamente priva de recursos a otras políticas más sensatas en el presente. Además, dado que es un gasto comprometido en general a largo plazo y financiado a base de deuda pública para la adquisición de armas que no nos benefician para nada, compromete también el futuro en un doble sentido: primero, porque supone una carga que heredarán las generaciones futuras, y segundo, porque inevitablemente impondrá restricciones y recortes en otro tipo de políticas para poder sostenerse.
No es cierto que genere riqueza social de ningún tipo, De hecho lo que genera es dominación en los lugares donde nuestros ejércitos actúan y deuda y dependencia en los países que compran nuestro armamento (séptimo mayor exportador de armas del mundo, una de las razones por las que al poder, aliado con los señores de la guerra, le conviene alimentar un gasto militar elevado, con altas dosis de intervención/exhibición de nuestro armamento en el mundo entero (actualmente 18 intervenciones en pie y un gasto en operaciones en el exterior de más de 1.700 millones en este año y casi 24.000 millones desde que España empezó a enviar tropas fuera) y vínculos poco santos entre los mercaderes de la muerte y las instancias políticas, incluidas las obscenas puertas giratorias entre el oligopolio militar y la casta política.
No es cierto (en contra de la vergonzosa complicidad de unos sindicatos amarillos que cada vez transforman más su rostro de clase hacia una clase nacionalista, blanca, supremacista y belicista, olvidando su internacionalismo y su compromiso por la paz y la justicia) que el keynesianismo militar genere riqueza (la genera solo para las empresas del oligopolio militar cuyo accionariado, casualmente, está participado por grandes fondos extranjeros y financiado por una banca voraz y armada) o empleo.
Estudios contundentes demuestran las mayores capacidades productivas y la mayor generación de empleo de casi cualquier sector respecto de la industria militar y, desde luego, el mayor beneficio social y reparto de bienestar y respeto a la naturaleza herida.
¿Por qué deberían hacer caso las trabajadoras a la prédica del secretario general de UGT pidiendo un impuesto especial para que los trabajadores europeos financien el rearme en vez de exigir de los trabajadores la ambición y la dignidad de negarse a fabricar armas y a rearmarse contra otros trabajadores y otros pueblos?
Por si faltara algo en la ensalada, las políticas de creciente militarización que Europa y la OTAN desarrollan desde al menos 2014, no han hecho sino incrementar la inseguridad global. No hay como acudir a los distintos indicadores, como el índice global de paz u otros similares, para verificar cómo mayor inversión en defensa no implica mayor seguridad, sino, al contrario, mayor inseguridad y violencia.
Todo ello nos obliga a diversificar y complejizar nuestra agenda de luchas y alianzas contra el rearme y por la desmilitarización. Como he dicho en otras ocasiones hoy el caballo de batalla no es ni la paz desiderativa y vaporosa, ni la aspiración de una paz jurídica de respeto a los tratados, ni ninguna de las viejas recetas del pacifismo más oficial y menos alternativo, sino una verdadera lucha por la desmilitarización y contra el núcleo del paradigma dominación violencia y su juego como sistema complejo de relaciones y estructuras en un mundo interconcetado y en un escenario de crisis ecosocial y climática ineludible.
Y ello debe afectar a nuestras agendas, a nuestras prácticas y a las alianzas que tejamos para un radical cambio de rumbo que ni será fácil ni será dulce.
Dedicaré otro momento para plantear objetivos y líneas de acción que me parece debemos articular en el presente.
Hoy nos basta con desmentir el autosatisfecho gasto militar del dos por ciento del PIB que cacarean los voceros del gobierno militarista, no digamos que más, pero tampoco que menos que otros anteriores, del PSOE-Sumar y sus socios.
Animalismo vs. Medio Ambiente: Cuando la defensa de los animales pone en peligro la naturaleza
Juanlu González
Hacía mucho que no tocaba ningún tema ambiental en los Bits, pero esta situación de verdad que me exaspera… El blog comenzó siendo mucho más amplio en los ámbitos tratados pero, finalmente, la geopolítica se lo comió todo. Que me perdonen los geopolítikers puros por esta entrada que hoy parece incluso fuera de lugar, pero tenía ganas de contarlo.
En las últimas décadas, el movimiento animalista ha ganado terreno en la opinión pública y en las políticas urbanas. Si bien muchas de sus reivindicaciones parten de un lugar compasivo, ciertos posicionamientos están teniendo consecuencias negativas para la conservación de la biodiversidad. En muchos casos, se está priorizando el bienestar individual de algunos animales domésticos sobre la preservación de especies autóctonas en peligro, lo que plantea un conflicto ético y ecológico difícil de ignorar. El animalismo, para michas personas, se ha convertido en un sustituto de la religión, con todo lo que ello conlleva de peligroso.
Un claro ejemplo es el impacto de los gatos domésticos en la fauna silvestre. Estos felinos, introducidos artificialmente en muchos ecosistemas, se han convertido en depredadores invasores cuya acción combinada con la negligencia humana está causando graves daños ambientales. De hecho, se estima que los gatos son responsables del 14 % de las extinciones registradas a nivel mundial de pequeños mamíferos, pájaros y reptiles, y frecuentemente se les considera una severa amenaza para la conservación de la fauna salvaje.
Estudios científicos avalan este impacto devastador. Se calcula que solo en Estados Unidos, los gatos matan entre 1.300 y 4.000 millones de aves al año, además de decenas de miles de pequeños mamíferos y reptiles. Este problema no se limita a un país o región; se repite en todo el mundo. En Australia, los gatos asilvestrados están vinculados directamente con la desaparición de al menos 63 especies de vertebrados, y se cree que son responsables de la muerte diaria de más de un millón de reptiles.
También hay evidencia contundente en España. En Galicia, por ejemplo, dos biólogos de la Universidad de La Coruña (UDC) han estimado que los gatos matan al menos 1,6 millones de animales silvestres cada año en esa comunidad. Su estudio, publicado en GCiencia , concluye que “su impacto en la fauna es muy importante” y recomienda claramente que “los gatos no deben salir de casa” para minimizar el daño que provocan a la biodiversidad local.
Este fenómeno también ocurre en otras zonas sensibles con otras especies domésticas, como el Parque Natural Bahía de Cádiz, donde las gallinas asilvestradas están provocando graves alteraciones en el ecosistema local. Estas aves, abandonadas por humanos y sin apenas predadores, se multiplican y alimentan de especies protegidas como camaleones, lagartijas y otros pequeños reptiles y anfibios, contribuyendo a la disminución de poblaciones ya frágiles debido a otros factores ambientales.
Pero no solo los gatos ni las gallinas tienen un impacto negativo en los ecosistemas. Los perros asilvestrados también están causando graves daños en muchos espacios naturales. Según estimaciones, en el mundo existen más de 700 millones de perros domésticos, de los que alrededor de 400 millones viven sueltos o completamente asilvestrados. Estos animales, al escapar del control humano, forman jaurías que cazan, compiten y transmiten enfermedades a la fauna silvestre. En Chile, por ejemplo, un estudio de CONAF reveló que los perros atacaron 5,2 veces por año cada parque nacional, matando a 257 animales silvestres en promedio. En algunos casos, su presión es tal que incluso se ha planteado como medida necesaria su captura o eliminación controlada, algo que nuevamente tropieza con la oposición de ciertos grupos animalistas.
La promoción de colonias felinas en entornos urbanos sin un control poblacional efectivo tampoco ayuda. Algunos modelos, como el de esterilización-castración-liberación, pueden ser útiles en contextos muy específicos, pero en la práctica suelen traducirse en una mayor presión sobre la fauna silvestre. Los gatos siguen cazando, matando y alterando el equilibrio natural incluso cuando se les alimenta regularmente. A nivel de comportamiento, el instinto de caza es independiente del de alimentación.
Frente a datos tan contundentes, muchos colectivos animalistas insisten en posiciones contrarias a cualquier intervención que implique el sacrificio controlado de estas especies invasoras. Argumentan desde una visión moral y emocional que, aunque respetable en ciertos ámbitos, entra en contradicción con los principios básicos de la ecología y la conservación. Priorizar la vida individual de ciertos animales domésticos puede acabar conduciendo a la desaparición de especies enteras.
No se trata de demonizar a quienes defienden el bienestar animal, sino de señalar que hay posturas dentro del movimiento animalista que ignoran o minimizan el impacto ecológico de ciertas prácticas. La conservación del medio ambiente debe centrarse en el equilibrio de los ecosistemas y en la protección de la biodiversidad global, no solo en el bienestar de aquellas especies que nos resultan más cercanas o queridas.
El verdadero respeto por la vida no puede limitarse a los animales que conviven con nosotros. Debe abarcar también a aquellos que habitan bosques, ríos, montañas y playas, que no tienen voz en redes sociales ni patrocinadores mediáticos. La naturaleza no necesita mascotas, necesita equilibrio. Defender el bienestar animal es legítimo y necesario, pero no puede hacerse a costa de ignorar los daños ecológicos que provocan algunas de nuestras acciones. Si queremos un mundo más justo para todos los seres vivos, debemos empezar por respetar la complejidad de la vida tal y como es, no solo como nos gustaría que fuera.
Libertarios y anarcocapitalistas de todo el mundo unidos… a la teta de los gobiernos
Juan Torres, Nueva Tribuna.
Los medios de comunicación de todo el mundo llevan meses informando de los recortes de Elon Musk en Estados Unidos ejecutados con incesantes soflamas contra el Estado y el despilfarro con que gasta el dinero público.
Ahora se pelea con su jefe, el presidente Trump, porque dice que su ley presupuestaria va a producir más déficit y deuda, y este último lo amenaza con quitarle los miles de millones de dólares que recibe del gobierno.
No es sólo la crónica de un esperpento. Es una muestra más de la incompetencia, la ignorancia, el cinismo y la maldad criminal de los nuevos multimillonarios que están secuestrando a los Estados para estrujarlos como a un limón en su beneficio y que usan como escuadrón ideológico que lo justifique a los economistas libertarios o anarcocapitalistas, como ellos mismos se autodenominan.
Musk, es un buen paradigma y expresión del nuevo tipo de capital tecnológico que se propone dominar el mundo. Existe gracias al dinero público que durante muchos años se ha dedicado a promover la investigación básica y no puede hacer negocios sin ayudas millonarias de los gobiernos, pero ataca sin piedad la intervención del Estado porque quiere tenerlo todo y no está dispuesto a poner ni un dólar en impuestos para contribuir al gasto común.
Musk ha mostrado ser un incompetente. Aseguró que ahorraría dos billones de dólares y sólo ha ahorrado, según la web de su propio departamento, 180.000 millones de dólares. A pesar de haber dispuesto de todos los medios necesarios, lo más probable es que, en realidad, no haya ahorrado ni la mitad de esta última cifra. Y eso, teniendo en cuenta que no se contabilizan los costes que esos recortes van a producirle al gobierno por otras vías.
Detener la ofensiva ultra
Musk ha mostrado que es un ignorante. Se extraña ahora de que los recortes presupuestarios añaden más déficit y deuda, cuando ese ha sido el resultado de todas y cada una de las operaciones de recortes de inspiración neoliberal y libertaria que se han hecho en las últimas décadas. No puede ser de otro modo, cuando lo único que se hace es recortar impuestos a los ricos y gasto social a los más pobres y, al mismo tiempo, se aumenta en mayor medida el gasto militar y el de ayudas a las grandes empresas y al sector financiero.
Musk es un cínico porque despotrica contra el gasto público cuando sus empresas han podido existir y ganar dinero gracias a las ayudas gubernamentales: al menos 38.000 millones de dólares en los últimos cinco años, según The Washington Post. Y sus empresas no han sido las únicas en recibir esas ayudas. Aunque no es fácil determinarlo con exactitud, se calcula que las 500 cotizadas más grandes de Estados Unidos reciben entre 500.000 millones de dólares y 750.000 millones anualmente de dinero público en forma de ayudas, rescates, beneficios fiscales o contratos. Y es imposible calcular el beneficio que reciben por el uso de infraestructuras, investigación o fondos federales por el que no pagan.
Elon Musk y quienes han alentado, apoyado, aplaudido y permitido sus recortes se han comportado, por último, como seres malvados y auténticos criminales. Sólo el desmantelamiento de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) va a provocar la muerte de millones de personas. Y la nueva ley presupuestaria, entre otras consecuencias de ese tipo, va a limitar el acceso a la atención médica a más de 11 millones de ciudadanos de ese país, mientras que baja los impuestos y da ayudas millonarias a los más ricos.
Las industrias y empresas que reclaman la no intervención pública buscan, en realidad, que esta se mantenga con toda su contundencia, pero a su favor. Es lo que ha ocurrido con las grandes tecnológicas que han conseguido que el Estado federal intervenga para prohibir (en la reciente ley presupuestaria) que los diferentes estados legislen sobre Inteligencia Artificial en los próximos diez años para combatir la manipulación y los fraudes. Intervención del Estado a favor de los demás, no; en el suyo, toda la que sea necesaria y mucho más.
Fascismo o democracia
Mientras que Elon Musk y Donald Trump han estado haciendo todo esto, han gozado del apoyo y la complacencia de un ejército magníficamente bien pagado de palmeros de medio mundo. Una legión de economistas y periodistas que se dedican a promover la religión de los mercados libres que nadie ha visto nunca, y a justificar bajadas de impuestos y recortes de gastos con datos falsos y teorías económico de las que sólo se ha podido contrastar que, cuando se han puesto en práctica, siempre han tenido el efecto contrario al anunciado (más deuda y peor economía) y el que nunca reconocen (más riqueza y privilegios para los más ricos).
Para semejante proyecto no se puede recurrir sino a lo que se está recurriendo: a la mentira, a la extrema derecha totalitaria y a personajes estrambóticos, drogadictos y viciosos, delincuentes convictos, maleducados y enfermos de avaricia, de poder y egolatría. Lo peorcito de cada casa, pero que sacarán adelante su negocio si no se levanta frente a ellos una oleada de denuncia y transparencia, y un reclamo planetario de verdad, libertad, democracia, justicia y paz.
La OTAN: La organización más peligrosa de la Tierra
Una colaboración con Basta de Guerra Fría y el Foro Zetkin de Investigación Social.
Los carteles de este dossier fueron creados por artistas de todo el mundo y forman parte la exposición (In)seguridad, organizada en el marco de la Cumbre por la Paz de Madrid 2022, previa a la Cumbre de la OTAN en la misma ciudad. Esta exposición fue una iniciativa colectiva de la Secretaría Europea de la Asamblea Internacional de los Pueblos, el Instituto Tricontinental de Investigación Social, la Marcha Mundial de las Mujeres y otras organizaciones.
La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) declara enfrentar la mayor crisis existencial en sus casi 80 años de historia. Mientras el presidente de Estados Unidos Donald Trump y su equipo de seguridad nacional parecen, en apariencia, dar la espalda a Europa y afirman que ya no financiarán su seguridad, los líderes europeos se apresuran a recaudar fondos para aumentar su apoyo a la guerra en Ucrania y fortalecer su propia producción y capacidad militar. Sin embargo, no hay indicios concretos de que Estados Unidos, fuerza dominante de la OTAN, vaya a retirarse de este instrumento militar o a disolverlo.
Desde su fundación en 1949, la OTAN ha servido a múltiples propósitos para Estados Unidos. Presionar a los Estados europeos para que asuman mayores gastos en defensa es una cosa. Confundir esto con un retiro estratégico estadounidense de Europa es otra. Más allá de la retórica, las acciones de Trump no escapan al enfoque general de la élite estadounidense: mantener el poder global mediante instrumentos como la OTAN y un sistema europeo de Estados manejable, en lugar de aislar a Estados Unidos tras los océanos Atlántico y Pacífico. La alianza atlántica seguirá siendo un instrumento del poder del Norte Global, pese a los inevitables sobresaltos superficiales en el período que viene.
El título de este dossier, La OTAN: la organización más peligrosa de la Tierra coincide con la opinión del politólogo Peter Gowan (1946–2009), quien durante el bombardeo y la fragmentación de Yugoslavia por parte de la OTAN en 1999, escribió:
Debemos tener en cuenta dos hechos lamentables: primero, que los Estados de la OTAN han estado y están empeñados en exacerbar las desigualdades de poder y riqueza en el mundo, en destruir todo desafío a su abrumador poder militar y económico, y en subordinar casi cualquier otra consideración a estos objetivos. Segundo, que los Estados de la OTAN encuentran extraordinariamente fácil manipular a sus electorados nacionales para que crean que, en efecto, están guiando a la población mundial hacia un futuro más justo y humano cuando, en realidad, no están haciendo tal cosa (Gowan, 1999: 103).
La OTAN utiliza el lenguaje de los derechos humanos y la seguridad colectiva para ocultar las motivaciones subyacentes a su creación y existencia actual. Sería útil dejar de lado esta retórica y examinar el historial real de esta alianza militar, no de derechos humanos.
Este dossier consta de tres partes. La primera ofrece una historia de la OTAN y un análisis de su papel en el sistema imperialista liderado por Estados Unidos. La segunda se centra en cómo, tras la caída de la Unión Soviética, la OTAN se redefinió a sí misma como un gendarme global e intervino —como muestra la tercera parte— de diferentes maneras en el Sur Global.
Parte 1: La alianza agresiva
La idea de la OTAN surgió durante los últimos años de la Segunda Guerra Mundial, cuando Estados Unidos y el Reino Unido comenzaron a discutir nuevos acuerdos de seguridad, una vez derrotadas las potencias fascistas en Europa (Dagdelen, 2024; Rynning, 2024; Anderson, 2023). En 1945, Estados Unidos albergó la Conferencia de San Francisco, donde se fundó la Organización de las Naciones Unidas (ONU). La Carta de la ONU, ratificada por los 50 participantes, permitió (en el Capítulo VIII, Artículo 52) la formación de organizaciones regionales de seguridad y les concedió la posibilidad de aplicar acciones coercitivas, como sanciones e intervenciones militares, pero solo con autorización del Consejo de Seguridad (Capítulo VIII, Artículo 53).1
Basándose en esta autorización de la Carta de la ONU, Estados Unidos reunió a diez países europeos y Canadá para firmar el Tratado de Washington en 1949 y crear la OTAN. Los países europeos que se unieron a ella tenían experiencias diversas tras la guerra: la mayoría, como Francia y Alemania, tuvieron que reconstruir sus fuerzas armadas casi desde cero. Otros, como el Reino Unido, conservaron ejércitos relativamente intactos, mientras que uno —Islandia— no tenía ejército permanente. La OTAN les proporcionó un escudo militar (y nuclear) estadounidense.
En 1949, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) hizo circular un memorándum donde explicaba que el verdadero objetivo de la OTAN no era solo disuadir a la Unión Soviética de amenazar a Europa, sino también mantener el “control a largo plazo del poder alemán” y resolver la cuestión de “quién controlará el potencial alemán y, por tanto, mantendrá el equilibrio de poder en Europa” (CIA, 1949). Esta evaluación realista es una visión más precisa de la OTAN que cualquier análisis de sus estatutos.
Esta comprensión de la CIA tenía un equivalente europeo. Como escribió el primer secretario general de la OTAN, Lord Hastings Lionel Ismay, en un memorándum interno de 1952, la organización debía “mantener a la Unión Soviética fuera, a los estadounidenses dentro y a los alemanes abajo” ([1952] 2024).
Un año antes de la fundación de la OTAN, George Kennan, del Departamento de Estado de EE. UU., reflexionó sobre cómo su país poseía “cerca del 50% de la riqueza mundial, pero solo el 6,3% de su población”. Las implicaciones de esta disparidad, advirtió, debían resolverse. En el Vigésimo tercer informe del personal de planificación de políticas, Kennan escribió:
Esta desigualdad es particularmente grande entre nosotros y los pueblos de Asia. En esta situación, no podemos evitar ser objeto de envidia y resentimiento. Nuestra tarea real en el período venidero es diseñar un patrón de relaciones que nos permita mantener esta posición de disparidad sin perjuicio para nuestra seguridad nacional ([1948] 1976).
El “patrón de relaciones” que era necesario construir para controlar “la envidia y el resentimiento” de los pueblos de Asia y del Sur Global en general comenzó el año anterior a la creación de la OTAN, cuando Estados Unidos reorganizó los acuerdos de seguridad en las Américas con el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (o Pacto de Río) de 1947 y, posteriormente, con la adopción de una nueva carta para la Organización de los Estados Americanos (OEA) en Bogotá, Colombia, en 1948. Ambos acuerdos sometieron a los países de América Latina al control de Estados Unidos.
Pocos años después de la fundación de la OTAN en 1949, Estados Unidos construyó pactos de seguridad en Asia Oriental (el Pacto de Manila de 1954, que creó la Organización del Tratado del Sudeste Asiático, SEATO) y en Asia Central (el Pacto de Bagdad de 1955, que dio origen a la Organización del Tratado Central, CENTO). Junto con estos pactos, la OEA —bajo el liderazgo de Estados Unidos— se comprometió a la acción anticomunista mediante la creación, en 1962, del Comité Consultivo Especial de Seguridad contra la Acción Subversiva del Comunismo Internacional (Tricontinental, 2022).
Estados Unidos estableció esta ecología de pactos militares con dos propósitos: restringir el desarrollo de partidos y fuerzas comunistas en las regiones y facilitar su influencia sobre los gobiernos del mundo. Esto formaba parte de una proyección de poder más amplia que permitió a Estados Unidos construir y mantener bases militares, algunas de ellas con capacidad nuclear, lejos de sus costas, pero cerca de la Unión Soviética, la República Popular Democrática de Corea, la República Democrática de Vietnam y la República Popular China, sentando de manera efectiva las bases de una presencia militar global.
La necesidad de pactos militares comenzó a disminuir entre las décadas de 1960 y 1980 por varias razones. En primer lugar, Estados Unidos ya había establecido una enorme presencia militar global, con bases desde Japón hasta Honduras, creadas mediante tratados bilaterales. En segundo lugar, la drástica mejora de la tecnología militar, le permitía mayor flexibilidad y movilidad con su arsenal de misiles de alcance intermedio, submarinos nucleares y una enorme capacidad aérea. En tercer lugar, EE.UU. desarrolló la estrategia conocida como interoperabilidad, que le permitía utilizar las ventas de su propia tecnología militar a aliados como una forma de promover ejercicios conjuntos, realizados de hecho bajo su mando y en su mayor parte para sus intereses estratégicos. Finalmente, Estados Unidos ya había creado estructuras de mando regionales, como el Comando del Pacífico (PACOM creado en 1947, convertido en Indo-Pacífico en 2018), el Comando Sur (SOUTHCOM, 1963) y el Comando Central (CENTCOM, 1983), que ya habían establecido acuerdos bilaterales y multilaterales con ejércitos aliados, haciendo innecesarios nuevos pactos militares regionales.
Estos nuevos mecanismos para la proyección militar global de Estados Unidos hicieron menos necesarios los pactos de seguridad en regiones como Asia y Medio Oriente. La SEATO se disolvió en 1977, en gran medida debido a la falta de interés de los países del sudeste asiático, y dos años más tarde, tras la Revolución iraní, se clausuró la CENTO (Tricontinental, 2022). Sin embargo, este no fue el caso en América Latina, donde la OEA continúa operando hasta el día de hoy, enfocada con precisión de rayo láser en minimizar el papel de la izquierda en la región. Cuba fue suspendida de la organización en 1962, tras lo cual Fidel Castro la calificó como el “Ministerio de Colonias” de Estados Unidos.
Junto a la OEA, la OTAN fue la otra gran excepción. No fue disuelta. La fórmula de Lord Hastings seguía vigente. Mantener a la Unión Soviética fuera: conservar las bases militares de Estados Unidos y la OTAN con armas nucleares estadounidenses en Europa como medida de disuasión ante cualquier avance soviético más allá de las líneas establecidas tras la Segunda Guerra Mundial. Mantener a los estadounidenses dentro: desde la perspectiva de EE. UU., esto implicaba mantener sometida a Europa, lo cual significaba impedir que creara su propio ejército continental y asegurar que cada vez que se discutiera la expansión de la Unión Europea (UE), se promoviera también la expansión de la OTAN, para mantener así la influencia estadounidense en la región. Mantener a los alemanes abajo: asegurarse de que las antiguas potencias imperialistas no aspiraran a nada más allá de ser aliadas subordinadas de Estados Unidos, una visión que el país mantuvo no solo para Alemania, sino para toda Eurasia, especialmente Japón. La OTAN, por tanto, se mantuvo como un elemento esencial de la arquitectura del imperialismo estadounidense.
Independientemente de lo que dijeran las autoridades de Estados Unidos y de la OTAN, era evidente que tenían tres objetivos para este pacto militar: impedir el crecimiento de la izquierda en sus propios países (desmantelando los frentes populares en Francia, Grecia e Italia a fines de las décadas de 1940 y de 1950, así como el movimiento pacifista en Alemania Occidental durante las décadas de 1960 y 1970), contener y hacer retroceder al bloque socialista (incluida, a partir de 1959, la Revolución cubana) e impedir el éxito los movimientos de liberación nacional en África y Asia (incluido el apoyo a las guerras coloniales de Portugal en África entre las décadas de 1960 y 1970, y la asistencia a Estados Unidos en Corea a comienzos de la década de 1950 y en Vietnam entre las décadas de 1960 y 1970) (Neumann, 2024).
Parte 2: La OTAN Global
En noviembre de 1991, un mes antes de la disolución formal de la Unión Soviética, la OTAN publicó un informe titulado Nuevo concepto estratégico, en el cual reconocía que se vivía una “nueva era, más prometedora, en Europa” (OTAN, 2022). En ese contexto, los Estados miembros de la OTAN bien podrían haber tenido la confianza para declarar la disolución de la alianza. En lugar de eso, legitimaron su continuidad, advirtiendo sobre amenazas “multidireccionales” que requerían intervenciones coordinadas, incluso fuera de los territorios de los Estados miembros.
En 1997, en la sede de la OTAN en Bruselas, la secretaria de Estado de Estados Unidos, Madeleine Albright, afirmó que, con la Unión Soviética fuera del escenario, “muchas personas creen que ya no enfrentamos una amenaza unificadora, pero yo creo que sí”. ¿Cuál era, entonces, el propósito de la OTAN? Albright lo explicó así:
Detener la proliferación de armas nucleares, químicas y biológicas. Apagar la combinación inflamable de tecnología y terrorismo, la posibilidad —por impensable que parezca— de que armas de destrucción masiva caigan en manos de personas que no tengan reparos en utilizarlas. Esta amenaza emana en gran medida del Medio Oriente y de Eurasia, por lo que Europa está especialmente en riesgo (1997).
Es decir, la OTAN debía intervenir en zonas fuera de Europa para proteger a Europa. Esa es la interpretación caritativa y superficial. Pero hay otra forma de entender lo que Albright dijo tan claramente. Desde el colapso de la Unión Soviética, Rusia —bajo un presidente dócil como Boris Yeltsin (cuya reelección en 1996 se debió a la injerencia estadounidense)— se rindió de hecho a Estados Unidos. De este modo, el país aprovechó la oportunidad para utilizar su abrumador poder militar —y su principal instrumento a escala global, la OTAN— para expandir su dominio en Europa del Este y castigar a los llamados Estados de retroceso (como los llamó Anthony Lake, del Departamento de Estado de EE. UU., en 1994), que se negaran a adoptar las políticas de globalización, neoliberalismo y primacía estadounidense.2
Los gobiernos del Norte Global necesitan la imagen de un enemigo amenazador para justificar la existencia de la OTAN. Ya se trate de la supuesta amenaza del comunismo (la Unión Soviética durante la Guerra Fría), las acusaciones de terrorismo (al-Qaeda) o el autoritarismo (Rusia y China en años recientes), los Estados miembros de la OTAN siembran el miedo ante los “enemigos del mundo libre” para convencer a sus propias poblaciones de la necesidad de una mayor militarización de sus sociedades, por ejemplo, ampliando sus fuerzas armadas y policiales (Monastiriakos, 2024). Esta demagogia también cumple la función de incorporar en la campaña bélica de la OTAN a movimientos y sindicatos que de otro modo serían progresistas.
De hecho, ya en 1991 estaba claro que Estados Unidos utilizaría a la OTAN para subyugar a Europa del Este y a Rusia, y que luego la utilizaría como policía mundial contra cualquier “Estado rebelde” que se atreviera a desafiar el poder estadounidense en esta nueva era. Las líneas de actuación de la alianza atlántica seguirían al pie de la letra la política exterior de Estados Unidos. Tal como se afirma en la Estrategia de seguridad nacional de los Estados Unidos de América de 2002, publicada durante la presidencia de George W. Bush: “Nuestras fuerzas serán lo suficientemente fuertes como para disuadir a posibles adversarios de intentar una acumulación militar con la esperanza de superar o igualar el poder de Estados Unidos” (The White House, 2022: 39). El concepto de “posibles adversarios”, inicialmente “Estados rebeldes” o “Estados canallas” en 1994 y luego “terrorismo catastrófico” en 1998, pronto se centraría en Rusia y China.3
Hubo mandatos geopolíticos que influyeron en esta decisión, pero también existió dinero en juego. Cuando colapsó la Unión Soviética, la industria armamentística temía que viniera un “dividendo de la paz” y que sus ganancias —que habían crecido enormemente durante ese periodo— se vieran afectadas. Por eso, la industria de armas creó el Comité Estadounidense para la Ampliación de la OTAN, presidido por Bruce Jackson (entonces vicepresidente de Lockheed Martin), que presionó al Congreso estadounidense para aprobar la Ley de Facilitación de la Ampliación de la OTAN de 1996. En los dos años siguientes, entre 1996 y 1998, las seis mayores empresas contratistas militares gastaron 51 millones de dólares en lobby ante el Congreso para promover la expansión de la alianza atlántica (Seele, 1998). Como expresó Joel Johnson, de la Asociación de la Industria Aeroespacial: “hay mucho en juego. Quien entre primero tendrá el control asegurado durante el próximo cuarto de siglo” (dado que la venta de aeronaves implica compras enormes de repuestos y de aviones nuevos para mantener y ampliar las flotas) (Gerth y Weiner, 1997).
A los nuevos estados miembros de la OTAN se les alentó firmemente a comprar a la industria armamentística estadounidense, por lo que la ampliación de la OTAN fue también una expansión del mercado de armas para Boeing, Lockheed Martin, McDonnell Douglas, Northrop Grumman, Raytheon y Textron (conocidas en ese entonces como las “seis grandes”, todas con sede en Estados Unidos) (Seele, 1998). Entre los periodos 2015–2019 y 2020–2024, por ejemplo, los Estados europeos miembros de la OTAN más que duplicaron sus importaciones de armamento, con un 64 % proveniente de Estados Unidos (SIPRI, 2025; Pfeifer et al., 2025).
La dependencia europea de las empresas armamentísticas estadounidenses ha sido un tema de preocupación para lxs burócratas de la región desde hace décadas. En 2003, por ejemplo, un estudio de la Comisión Europea señalaba que “existe el peligro de que la industria europea quede reducida a la condición de subproveedora de las principales contratistas estadounidenses, mientras que el conocimiento técnico clave quede reservado a las empresas de Estados Unidos” (Unión Europea, 2003: 11). Esto formaba parte de una visión más amplia para subordinar a Europa a las ambiciones de Estados Unidos.
En 1999, excediendo cualquier mandato de la ONU para misiones de mantenimiento de la paz, la OTAN fue a la guerra en Yugoslavia para desmembrar el país. Durante esta guerra, la organización militar bombardeó la embajada china en Belgrado, un hecho que las autoridades chinas continúan considerando un acto deliberado (Stevenson, 2023: 46–47). Este fue el primer indicio del impulso de la OTAN fuera de su zona de operaciones. Dos años después, la alianza atlantica llevó a cabo otra operación “fuera de área” al participar en la guerra contra Afganistán iniciada por Estados Unidos. Esto le otorgó la confianza de que ahora tenía la capacidad y el permiso para actuar como policía del orden liderado por Estados Unidos. En 2006, Ivo H. Daalder —quien se convertiría en embajador estadounidense ante la OTAN en 2009— y James Goldgeier —defensor de larga data de la expansión de la OTAN— escribieron en Foreign Affairs sobre la “OTAN global” en 2006 (105–113). Aunque la OTAN no participó formalmente en la guerra ilegal contra Irak en 2003, prestó apoyo logístico y de comunicaciones a Polonia y Turquía durante el conflicto. Durante ese período, la OTAN comenzó a expandir sus relaciones con fuerzas militares de todo el mundo, especialmente en Europa del Este y Asia Oriental, y participó de diversas maneras en la Guerra contra el Terror de Estados Unidos (De Nevers, 2007: 34).
Antes del colapso de la Unión Soviética, y como condición para permitir la anexión de la República Democrática Alemana (RDA), el gobierno de Estados Unidos se comprometió ante el gobierno soviético a que la OTAN no se expandiría más allá de la frontera oriental de Alemania.4
Sin embargo, tras la caída de la Unión Soviética, la alianza atlántica hizo exactamente eso. El bombardeo de Yugoslavia en 1999 envió un mensaje claro a los países de Europa del Este: están con nosotros o contra nosotros. En los años siguientes, estos países se incorporaron a la OTAN: República Checa, Hungría y Polonia en 1999; Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania, Eslovaquia y Eslovenia en 2004; Albania y Croacia en 2009; Montenegro en 2017; y Macedonia del Norte en 2020. Durante este proceso, Estados Unidos tomó medidas para asegurarse de que la ahora reunificada Alemania se “mantuviera a raya” y operara solo dentro de los márgenes establecidos por Washington (Tricontinental, 2024a). Se permitió la expansión de la Unión Europea hacia el este, pero esta fue precedida (o al menos acompañada) por la expansión de la OTAN. Así se aseguró la hegemonía estadounidense dentro del bloque occidental, especialmente en Europa del Este.
Aunque cuatro países que comparten frontera con Rusia (Estonia, Letonia, Lituania y Polonia) ya se habían incorporado a la OTAN para mediados de los 2000, el gobierno ruso no estaba dispuesto a permitir el ingreso de Georgia y Ucrania, dos países que comparten fronteras considerables con Rusia. En la Cumbre de la OTAN celebrada en Bucarest en abril de 2008, y en un contexto de creciente dependencia europea del gas y petróleo rusos, Francia y Alemania bloquearon el ingreso de Georgia y Ucrania a la alianza. El despliegue de tropas rusas tras un enfrentamiento militar con Georgia en Osetia del Sur ese mismo año, fue el primer indicio de hasta dónde estaba dispuesta a llegar Moscú para impedir que Georgia ingresara a la UE o a la OTAN. La destitución del gobierno ucraniano en 2014 —influenciada por Estados Unidos—, la insistencia del Norte Global en que Ucrania ingresara a la OTAN y el retiro estadounidense de importantes tratados de control de armas —como el Tratado sobre Misiles Antibalísticos (2002) y el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (2019)— hicieron pensar a Rusia que Washington buscaba emplazar armas nucleares de alcance intermedio en su frontera.5
Para Moscú, esto era inaceptable, lo que condujo a la invasión de Ucrania en 2022.
Desde principios de la década de 1950, Estados Unidos se ha quejado de tener que asumir la mayor parte del gasto de la OTAN debido a que los países europeos no invierten lo suficiente en sus capacidades militares.6
En 1952, incluso el Parlamento del Reino Unido debatió la desigualdad en el gasto militar y en el servicio militar obligatorio entre los países de la OTAN (UK Parliament Hansard, 1952). No obstante, los bajos niveles de gasto militar en Europa se mantuvieron e, incluso, disminuyeron en la década de 1970 debido al proceso de distensión que siguió a la firma del Tratado de Misiles Antibalísticos de 1972, a los Acuerdos de Helsinki de 1975, así como a la estanflación que asfixió las economías europeas en ese mismo periodo. En la década de 1980, la administración del entonces presidente estadounidense Ronald Reagan presionó a Europa para que aumentara su gasto militar. Tras el fin de la Guerra Fría, lxs funcionarixs estadounidenses insistieron al unísono en la necesidad de incrementar el gasto militar europeo.
Al mismo tiempo, sin embargo, Europa reconocía que su dependencia de Estados Unidos le impedía actuar de manera autónoma. Tras las guerras en Bosnia (1995) y Yugoslavia (1999), por ejemplo, se abrió un debate en las capitales europeas sobre su dependencia de Estados Unidos.7
El impulso para desarrollar el sistema de navegación satelital europeo, Galileo, estuvo motivado en gran medida por esta preocupación. “Si la UE se ve obligada a emprender una misión de seguridad que Estados Unidos no considere de su interés”, señalaba un informe de la Comisión Europea en 2002, Europa “será impotente si no dispone de la tecnología satelital, que ahora resulta indispensable” (Caldicott y Eisendrath, 2007: 31). Para la Cumbre de la OTAN en Riga de 2006, los Estados miembros acordaron que debían elevar su gasto militar al 2 % de su PIB, una norma que se reforzó en la Cumbre de la OTAN en Gales de 2014 (OTAN, 2006).
A pesar de ser conscientes de los problemas derivados de la dependencia militar, los Estados europeos querían seguir bajo el paraguas militar estadounidense. Lxs líderes europeos se apresuraron de cumbre en cumbre de la OTAN a acordar el aumento de sus gastos militares, sin importar el daño que esto causaría a sus sociedades y a sus propias políticas exteriores, que se volvían cada vez más militarizadas. En 2022, el canciller alemán Olaf Scholz pronunció un discurso que más tarde se conocería como Zeitenwende (que significa “cambio de era”), en el que prometió un fondo de 100.000 millones de dólares para incrementar el gasto militar (2022). Luego, en 2025, cuando el gobierno de Estados Unidos decidió recortar la ayuda militar a Ucrania, el gobierno alemán (ahora liderado por el canciller Friedrich Merz) —que había sido una voz arrogante de prudencia fiscal hacia su propia población y hacia los pueblos de países europeos más pobres (como Grecia)— ignoró su regla de freno a la deuda (un límite al endeudamiento gubernamental consagrado en la Constitución alemana en 2009), con el fin de aumentar el gasto militar (McHugh, 2025). Este mismo año, la Unión Europea también anunció planes para aprobar 800.000 millones de euros en créditos para la guerra (Le Monde, 2025). En otras palabras, siempre hay dinero para la OTAN, pero no para la protección social ni para infraestructuras clave (Ganesh, 2025).
Parte 3: La OTAN y el Sur Global
En 2023, un año después de la invasión rusa a Ucrania, el embajador alemán Christoph Heusgen increpó a la primera ministra de Namibia, Saara Kuugongelwa-Amadhila, porque su país no había condenado a Rusia. Kuugongelwa-Amadhila respondió con calma que su país estaba “promoviendo una resolución pacífica de ese conflicto, para que el mundo entero y todos los recursos del mundo puedan centrarse en mejorar las condiciones de vida de las personas en lugar de gastarse en adquirir armas, matar gente y, en definitiva, crear hostilidades” (2023). El dinero utilizado para comprar armas, añadió Kuugongelwa-Amadhila, podría usarse incluso en Europa, “donde muchas personas están atravesando dificultades”. Lo significativo de este intercambio no fue lo que dijo Kuugongelwa-Amadhila, sino el hecho que dijera algo que contraría el consenso del Norte Global.
El desconcierto se extendió por la sala y más allá. ¿Por qué estxs líderes de países pequeños y pobres del Sur Global están alzando la voz contra el Norte Global? ¿Por qué ya no están tan subordinadxs como antes? Tal como escribió el canciller japonés Yoshimasa Hayashi en el prefacio del Libro azul diplomático 2023 de su país, que buscaba comprender el surgimiento del Sur Global: “El mundo se encuentra ahora en un punto de inflexión en la historia” (Tricontinental, 2024b). En un informe de noviembre de 2024, el relator de la OTAN y exministro de Relaciones Exteriores de Lituania, Audronius Ažubalis, reconocía los cambios en curso a nivel mundial con el ascenso del Sur Global:
Cabe argumentar que Occidente no se adaptó con la suficiente rapidez a esta nueva realidad, lo que permitió que potencias autoritarias como Rusia y China avanzaran significativamente en Asia, África, América Latina y el Pacífico, cosechando importantes beneficios económicos y geopolíticos (2024).
La valoración de Ažubalis demuestra lo poco que los líderes del Norte Global comprenden el ascenso del Sur Global. En efecto, es el surgimiento de un nuevo polo de industria y fuerzas productivas en Asia (desde India y China hasta Vietnam e Indonesia) y la creación de un nuevo conjunto de instituciones de desarrollo (como el Nuevo Banco de Desarrollo), lo que ha permitido a los Estados más pobres cierto margen de maniobra frente al Fondo Monetario Internacional, dominado por el Departamento del Tesoro de EE.UU. En otras palabras, no es que China esté logrando “avances significativos” en estos continentes, sino que China y otros países están en condiciones de financiar esfuerzos de desarrollo en las naciones más pobres. Dado que el Norte Global no está haciendo esto, estos países ya no están atados a él.
Descartar simplemente a China y Rusia como “potencias autoritarias” y asumir que la retórica gastada del liberalismo y la democracia occidentales atraerá a países que buscan desarrollar sus economías es insensato. Igualmente absurda es la acusación de autoritarismo proveniente de países que habitualmente se alían con monarquías. La incapacidad de comprender el movimiento real de la historia paraliza a lxs intelectuales de la OTAN, quienes recurren al supuesto que los pueblos de África, Asia, América Latina y el Pacífico están siendo engañados por Rusia y China, y que, si solo conocieran la verdad sobre el liberalismo y la democracia occidentales, tomarían la “decisión correcta” de subordinarse al Norte Global.
Sin embargo, la OTAN ha desarrollado una presencia importante en la región mediterránea, en el continente africano y en Asia (y tiene un papel menor en América Latina, donde su principal aliado es Colombia). En el resto de esta sección, nos centraremos en estas tres regiones de actividad significativa de la OTAN.
El Mediterráneo, la Guerra contra el Terror y la instrumentalización de la migración
Para la década de 1990, la OTAN había extendido sus tentáculos en busca de colaboraciones por todo el mundo, comenzando por lo que llamó su “vecindario meridional” (es decir, los países al sur del mar Mediterráneo). En 1994, lanzó el Diálogo Mediterráneo, un foro para que países fuera de la zona de la OTAN intercambiaran con los Estados miembros. Los países se unieron al diálogo en oleadas —desde Argelia, Egipto e Israel hasta Jordania, Mauritania, Marruecos y Túnez—, muchos de los cuales no tenían relaciones con Israel y, sin embargo, se sentaron a la mesa con representantes de ese país. En 2004, un año después que Estados Unidos y varios de sus aliados de la OTAN participaran en la ilegal guerra contra Irak, la alianza integró a cuatro países árabes del Golfo (Baréin, Kuwait, Qatar y Emiratos Árabes Unidos) en la Iniciativa de Cooperación de Estambul, con el fin de reforzar la cooperación militar entre la OTAN y el Golfo Árabe. Varios de los países en estas iniciativas (incluidos al menos Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Jordania y Marruecos) participaron en la Operación Protector Unificado de la OTAN en 2011, que destruyó el Estado libio. En 2016, la OTAN inauguró el Centro de Dirección Estratégica Sur cerca de Nápoles (Italia). En 2017, abrió un Centro Regional de la Iniciativa de Cooperación de Estambul en Kuwait. Luego, dentro de ese proceso de diálogo, sugirió establecer una Oficina de Enlace de la OTAN en Amán (Jordania). Esta oficina fue anunciada en la Cumbre de la OTAN de 2023 en Vilna e inaugurada al año siguiente.
Estas declaraciones y comunicados hablan efusivamente de derechos humanos y democracia, pero las palabras clave en la realidad son contraterrorismo e interceptación de migrantes en el mar. Tras la atrocidad de la guerra de la OTAN contra Libia en 2011 —cuando la alianza ya estaba metida hasta las rodillas en el pantano de la Guerra contra el Terror—, comenzó su guerra contra la población migrante de diversas partes del Sur Global que viajaban a ese país devastado por la guerra para intentar cruzar el mar hacia Italia. Lxs líderes de la OTAN empezaron a referirse a esta tragedia como la “instrumentalización de migrantes”, lo que para ellxs significaba que sus enemigos estaban desplegando a lxs migrantes como una “amenaza híbrida” para saturar sus países (una frase que se usó específicamente cuando Rusia permitió que solicitantes de asilo de varios países cruzaran la frontera hacia Finlandia en 2024). En una reunión en Washington en 2024, el entonces secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, reconoció directamente que “la OTAN tiene un papel que desempeñar” en la “instrumentalización de la migración” (2024a). Esto es la OTAN desplegando todo su arsenal militar para defender la Fortress Europe [Fortaleza Europa], un concepto de ultraderecha y antiinmigrante.
Africa dice: “¡OTAN, dégage!”
La acción más trascendental de la OTAN al sur del Mediterráneo fue el uso de la fuerza para destruir el Estado libio en 2011. Esta intervención no solo abrió las puertas a la migración de africanxs y otros hacia Europa a través de Libia, sino que también desencadenó un asalto terrorista en Argelia, Mali, Burkina Faso y Níger. Más de una década después, los escombros de la intervención de la OTAN persisten.
Cabe destacar que esta intervención se realizó bajo el pretexto de la “responsabilidad de proteger” (R2P, por sus siglas en inglés), una norma internacional desarrollada por una Organización de las Naciones Unidas (ONU) acorralada que “busca garantizar que la comunidad internacional nunca más fracase en detener los crímenes atroces masivos de genocidio, crímenes de guerra, limpieza étnica y crímenes de lesa humanidad” (Global Centre for the Responsibility to Protect, s.f.). Aunque el Comité Internacional sobre Intervención y Soberanía Estatal desarrolló la R2P en 2001 como respuesta al genocidio de Ruanda en 1994 y al bombardeo de la OTAN contra Yugoslavia en 1999, no fue hasta después de que Estados Unidos menoscabara la idea de “intervención humanitaria” con su guerra ilegal contra Irak en 2003, que se tomaron medidas más concretas para consolidar la R2P como norma internacional, hasta su adopción formal en la Cumbre Mundial de la ONU en 2005.
Francia, una de las artífices de la destrucción de Libia, utilizó el posterior asalto terrorista en el Sahel para legitimar su propia intervención militar en la región, que ahora ha sido expulsada por golpes de Estado populares bajo el lema ¡France, dégage! (Prasahd, 2024). Este sentimiento —“¡Francia, fuera!”— se extiende a una órbita más amplia: ¡Europa, fuera! ¡OTAN, fuera!
Para la mayoría de la población del continente africano, no resulta fácil distinguir entre la Unión Europea (UE), Estados Unidos y la OTAN. La política migratoria de la UE, por ejemplo, no es una política civil, sino paramilitar, que utilizó a los Carabinieri de Italia y a la Guardia Civil de España para patrullar el Sahel a través de los Grupos de Acción Rápida para la Vigilancia e Intervención en el Sahel (GAR-SI, por sus siglas en francés) entre 2017 y 2021. Mientras tanto, Estados Unidos desplegó drones de vigilancia desde la AB 201, una enorme base militar estadounidense en Agadez (Níger) (CIVIPOL, 2021). La intervención militar francesa, las bases estadounidenses en la región y el uso de tecnologías de vigilancia en el Sahel y el Sáhara —estrictamente reguladas o prohibidas en Europa— son la forma en que el norte de África experimenta el proyecto de la OTAN: no como un defensor de los derechos humanos, sino como un instrumento de brutalidad (Tricontinental, 2021; Napolitano, 2023).
Sin embargo, la presencia de la OTAN en África ha planteado un dilema para los gobiernos del continente, que siguen buscando financiamiento y asistencia técnica. En 2015, esta dinámica le otorgó a la OTAN el derecho de establecer una oficina de enlace en la sede de la Unión Africana (UA) en Adís Abeba, Etiopía (2023). Es esta concesión la que permite a los Estados africanos solicitar entrenamiento y fondos para la incipiente Fuerza Africana de Reserva (cuya capacidad regional incluye a la Fuerza de Reserva de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental, que casi invade Mali, Burkina Faso y Níger tras los golpes de Estado populares en 2021, 2022 y 2023, respectivamente) (Eid, 2024). Los líderes militares africanos continúan rotando entre los cuarteles generales militares de los países de la OTAN, relación formalizada bajo el nombre de Diálogos entre personal militar de la OTAN y la UA (2024b). Con un ambiente tan acogedor, resulta casi simbólico que el Consejo de Paz y Seguridad de la UA emitiera en 2016 una declaración pidiendo a sus Estados miembros ser “cautelosos” con las bases militares extranjeras en su territorio (Unión Africana, 2016).
El reto de China para la OTAN
Las guerras en Yugoslavia, Afganistán y Libia llevaron a la OTAN más allá de su área de operaciones directa. Sin embargo, esto dista mucho de ser el límite de la geografía imperialista de la alianza. Como escribió Sten Rynning, del Danish Institute for Advanced Study, en su libro de 2024 NATO: From Cold War to Ukraine, a History of the World's Most Powerful Alliance [OTAN: de la Guerra Fría a Ucrania, una historia de la alianza más poderosa del mundo]: “Naturalmente, la OTAN no puede permitirse ignorar el Indo-Pacífico, porque este escenario se ha convertido en la principal preocupación geopolítica de Estados Unidos” (2024: 275).
Esta formulación llamaría la atención de un lingüista: la OTAN “no puede permitirse ignorar” los asuntos centrales que preocupan, no a los miembros de la alianza en su conjunto, sino a Estados Unidos. En otras palabras, Rynning —cuyo libro es lo más cercano a un estudio autorizado sobre la OTAN— admite abiertamente dos cosas. Primero, que la política de la organización no la determina el Consejo del Atlántico Norte (oficialmente su principal órgano de decisión), sino Estados Unidos. Segundo, que desde 2009 (cuando Barack Obama asumió la presidencia de EE. UU.), el país ha visto a China como su principal rival, empujando a la OTAN a expandir su órbita para amenazar a China y “ponerla en su lugar”.
Hasta hace poco, la OTAN describía a China como un país que ofrecía “oportunidades y desafíos”, como se afirmó en la Declaración de Londres (2019). Dos años después, bajo presión estadounidense, la alianza militar decidió que China ya no ofrecía “oportunidades”, sino que sus “ambiciones declaradas y comportamiento asertivo presentan desafíos sistémicos al orden internacional basado en reglas y a áreas relevantes para la seguridad de la Alianza” (Declaración de Bruselas, 2021).
En un ensayo publicado en el sitio web de la OTAN (2023), Luis Simón, del Real Instituto Elcano, con sede en Madrid (fundado y financiado por el Estado español), argumentó que “China constituye un desafío para un sistema internacional que aún refleja en gran medida los valores e intereses transatlánticos” (Simón, 2023). Esta es una observación certera: no es que China se oponga al “orden internacional basado en reglas” (como alega el Departamento de Estado de EE.UU.), sino que podría oponerse al dominio transatlántico de dicho sistema.
Simón señala otras dos formas significativas en las que China es “relevante” para la seguridad de la OTAN. Primero, China posee sistemas de armas capaces de alcanzar Europa y tiene “infraestructuras críticas en Europa”. Segundo, dado que la Nueva Guerra Fría contra China es “inmensamente trascendental para Estados Unidos”, la OTAN debe involucrarse en el Indo-Pacífico. Esto refuerza el argumento de Rynning: si es importante para EE.UU., lo es para la OTAN. Aquí, Simón (español) y Rynning (danés) coinciden en que la soberanía de las políticas exteriores de sus propios países puede sacrificarse ante Washington.
Esta actitud ha motivado a la OTAN a utilizar su Programa de Asociación Personalizada (creado en 2021) para estrechar vínculos con Australia y Nueva Zelanda (ambos ya miembros de la alianza de inteligencia Five Eyes), así como con Japón y Corea del Sur. Estos países conforman ahora el Indo-Pacific 4 (IP4) y participaron como “cuasi miembros” en la Cumbre de la OTAN en Madrid (2022) (OTAN 2024c; Tricontinental, 2024b).
En septiembre de 2024, el primer ministro japonés Shigeru Ishiba llegó a proponer la formación de una “OTAN asiática”. Sin embargo, aunque la alianza ha considerado abrir una oficina de enlace en Tokio, una OTAN asiática resultaría redundante ante los mecanismos ya existentes de la Estrategia Indo-Pacífico de Estados Unidos, como:
Five Eyes: red de agencias de inteligencia (Australia, Canadá, EE. UU., Nueva Zelanda y Reino Unido) vinculada por acuerdos secretos.
Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (Quad): integrado por Australia, India, Japón y EE. UU.
El Squad: que reemplaza a una India menos entusiasta por Filipinas.
AUKUS: alianza militar entre Australia, Reino Unido y EE. UU.
JAKUS: alianza trilateral entre Japón, Corea del Sur y EE. UU.
Además, el gobierno estadounidense ha incorporado de manera provocativa a la provincia china de Taiwán en el creciente rol de la OTAN en Asia. Por ejemplo: El borrador de la Ley de Política hacia Taiwán del Congreso de EE.UU. lo designa como “aliado importante no perteneciente a la OTAN”, mientras que una enmienda recomendada a la Ley de Control de Exportación de Armas de 1976 lo incluye en la lista de «receptores OTAN Plus», lo que le permite eludir normas de no proliferación de distinto tipo (Ishiba, 2025; US-China Economic and Security Review Commission, 2024: 443–485; US Senate Committee on Foreign Relations, 2022; Fernandes, 2022; Fernandes, 2018; Cannon y Hakata, 2021 y Baldauff, 2024).
En otras palabras, ya existen múltiples plataformas que cumplen la función de una “OTAN asiática”, y la propia OTAN está plenamente involucrada en el Indo-Pacífico, como lo demuestra su disposición a unirse al proyecto estadounidense de patrullar las aguas que rodean a China y construir proyectos de seguridad, como bases y alianzas. La alianza atlántica de la OTAN ya ha desplegado sus velas en el océano Pacífico. Esto es la diplomacia de las cañoneras del siglo XXI.
En 1839, los barcos británicos que impusieron el opio a China llevaban nombres evocadores como el HMS Volage y el HMS Hyacinth: el primero (Volage, “voluble”) aludía a la inconstancia, y el segundo (Hyacinth, “jacinto”) hacía referencia a los celos en la mitología griega. Estos nombres merecen ser recordados. Las alianzas de la OTAN también son volubles. Sus intereses, igualmente, están impulsados por los celos, proteger los intereses de sus Estados miembros por encima de los globales, al contrario de lo que pretende hacer creer. Su objetivo es mantener el sistema de reglas liderado por Estados Unidos e impedir el desarrollo de otros países. Esto es lo que convierte a la OTAN en la organización más peligrosa y reaccionaria del mundo actual.
Notas
1 Para más información sobre la Conferencia de San Francisco, véase Tricontinental, 2024c
2 En 1997, Peter Gowan escribió: “Al ingresar en Polonia, la OTAN en realidad aumenta la inseguridad en los países bálticos. Es ineludible la conclusión de que la primera y principal base para el avance hacia Polonia no es una amenaza rusa, sino la extrema debilidad actual de Rusia. Debido al colapso social y económico catastrófico dentro de Rusia, y al hecho de que su Estado ha sido, por el momento, capturado por un clan de capitalistas mafiosos en torno al protegido de Occidente, Boris Yeltsin, el Estado ruso no se encuentra actualmente en condiciones de resistir la expansión. Esta debilidad rusa será casi con certeza temporal. Debemos asumir que la economía y el Estado rusos se recuperarán. Podría fácilmente multiplicarse por diez veces, en términos de recursos. La OTAN, por lo tanto, está aprovechando una ‘ventana de oportunidad' que no permanecerá abierta por mucho tiempo. Se trata, por tanto, de establecer un fait accompli contra Rusia con rapidez” (1999: 298–299).
3 Sobre los llamados “Estados rebeldes” o “Estados canallas”, véase Lake, 1994: 45-55. Respecto al “terrorismo catastrófico”, consúltese Carter, Deutch y Zelikow, 1998: 80-95. Cuando Lake escribió ese ensayo, era el asesor de Seguridad Nacional de EE. UU. y Carter posteriormente se desempeñó como secretario de Defensa (2015-2017). Deutch había sido subsecretario de Defensa (1994-1995) y luego director de la CIA (1995-1996), mientras que Zelikow fue autor de la Estrategia de seguridad nacional de Bush en 2002.
4 Para una valoración de la anexión de la RDA, véase IFF DDR y Tricontinental, 2021. Sobre la polémica acerca de la expansión de la OTAN hacia el Este, véase Sarotte (2014: 90-97), y 2021.
5 Para una amplia comprensión de la captura neoliberal de las estructuras de Ucrania, véase Yurchenko, 2017; para una evaluación del contexto de la guerra en Ucrania, véase Foster et Al., 2022.
6 Un primer resumen está disponible en el texto de Busler, 1985, y uno más reciente en Congressional Research Service, 2019. La similitud en el tono y los argumentos a lo largo de 34 años y cinco presidencias es asombrosa.
7 Para más información, véase Cámara de los Comunes del Reino Unido, 2000.
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Otro incendio en el campo de maniobras de Chinchilla (Albacete)… y van tres
Esta tarde, de nuevo, una columna de humo es visible desde Albacete y otras localidades como Villavaliente y Casas de Juan Núñez. Y, de nuevo, el incendio forestal se ha declarado en el campo de maniobras de Chinchilla.
Es el tercer incendio en el CENAD, en menos de dos semanas. Y en este ya no se ha activado al INFOCAM, al ser terreno militar, por lo que la Junta no puede informar de su alcance.
El fuego comenzó pasadas las cuatro de la tarde y la columna de humo todavía es muy visible.
Protesta contra la reconversión del Tallerón de Duro Felguera en fábrica de armas
Redacción Nortes
La compañía tecnológica Indra, participada por el Estado, comprará a Duro Felguera El Tallerón de Xixón para construir vehículos que demandan en la actualidad los ejércitos español y europeo, después de que no haya podido adquirir la fábrica de Santa Bárbara, de General Dynamics, en Trubia, Oviedo/Uviéu.
Este domingo activistas de Asturies pola Paz se manifestaron a las puertas de la factoría para exigir su mantenimiento como industria civil.
En la actualidad se proyectan tres nuevas plantas vinculadas a la industria militar que se sumarían a las dos ya existentes en Trubia.
Medio centenar de personas se expresan contra la guerra en Elx
Tortuga.
Algo más de cincuenta personas se dieron cita el pasado 24 de junio en el barrio ilicitano de Altabix para expresarse por la Paz y contra las guerras. Estas convocatorias que, cada mes, convoca la plataforma Elx per la Pau desde hace más de tres años, se emplean fundamentalmente para reflexionar sobre el dolor causado por el conflicto de Ucrania y el genocidio de Palestina. Mediante la atenta lectura de escritos redactados para la ocasión, se reflexiona sobre sus causas, su desarrollo y sus consecuencias. También sobre el papel cómplice que las autoridades que gobiernan el estado español juegan para que todas estas atrocidades puedan darse.
Además de recordar Ucrania y Palestina, en las concentraciones también se reflexiona sobre una de esas guerras o conflictos que no salen en la televisión pero que son "igualmente destructivos de la vida y dignidad humana y de la naturaleza". En esta ocasión se leyó un texto sobre el "capitalismo tóxico".
En las convocatorias también hay espacio para la música y para el micro abierto, a través del que cualquier persona asistente puede compartir sus inquietudes y opiniones o leer poemas. En esta ocasión tuvimos la ocasión de escuchar los versos de Pablo Neruda, Miguel Hernández o Gloria Fuertes, entre otros.
La plataforma Elx per la Pau ha anunciado que las concentraciones mensuales, que siempre son en día 24, continuarán también durante los meses de julio y agosto.
Los miembros de la OTAN confirman su compromiso de aumentar el gasto militar al 5% del PIB
Público
En la cumbre celebrada este miércoles en La Haya, los líderes de la OTAN han acordado formalizar su "compromiso inquebrantable" de aumentar el gasto en Defensa hasta el 5% del PIB para los próximos diez años. Esta cifra, que incluye un mínimo del 3,5 % para gasto militar directo y hasta un 1,5 % para inversiones complementarias.
La declaración final de la cumbre destaca que esta ambiciosa meta responde a "profundas amenazas y desafíos a la seguridad", haciendo hincapié en la "amenaza a largo plazo" que representa Rusia, así como en el terrorismo persistente.
Los países deberán presentar planes anuales que reflejen un camino "creíble y progresivo" hacia el cumplimiento de este objetivo. Estos informes servirán para evaluar el avance de cada miembro, y se ha fijado el año 2029 como fecha intermedia para revisar la evolución y adaptar los esfuerzos si el entorno estratégico así lo requiere.
El documento aprobado por consenso no incorpora ninguna disposición que permita rebajar el umbral del 5 %. No obstante, Pedro Sánchez ha ratificado que España no gastará más del 2,1% de su PIB en Defensa y ha insistido en el compromiso del Estado como miembro del Tratado Atlántico para alcanzar los objetivos necesarios marcados.
El reparto del gasto contempla dos bloques: uno militar, que deberá representar al menos el 3,5 % del PIB y que se centrará en los recursos esenciales para la defensa, y otro vinculado a áreas complementarias como la ciberseguridad, la protección de infraestructuras críticas, la innovación tecnológica y el fortalecimiento de la industria armamentística, para lo cual se estima un máximo del 1,5 %.
El acuerdo también enfatiza el respaldo continuo a Ucrania. Aunque no se pronuncia sobre su posible adhesión futura a la Alianza, los líderes recuerdan que "la seguridad de Ucrania contribuye a la nuestra" y que las ayudas dirigidas a Kiev podrán ser incluidas en el cómputo nacional del gasto en defensa.
"Los aliados reafirman sus compromisos soberanos de largo plazo para brindar apoyo a Ucrania", recoge el texto, que si bien omite menciones directas a la invasión rusa, reconoce que Moscú representa una amenaza permanente para la estabilidad euroatlántica.
La declaración, de apenas cinco puntos, mantiene un tono prudente al abordar el conflicto en el este de Europa, evitando términos contundentes. Esta moderación, según fuentes aliadas, responde a la postura estadounidense, que ha optado por un lenguaje más comedido en el marco de la OTAN.
En contraprestación, Europa ha logrado del Gobierno estadounidense una renovada garantía del principio de defensa colectiva que rige la organización: "Un ataque contra uno es un ataque contra todos". De este modo, el Artículo 5 del Tratado de Washington vuelve a situarse en el centro del compromiso atlántico.
Por último, los aliados han mostrado su voluntad de estrechar la cooperación industrial en el ámbito militar, abogando por suprimir barreras comerciales internas para reforzar el desarrollo conjunto de capacidades y tecnología de defensa en todo el espacio transatlántico.
La otra guerra que también recordamos (y denunciamos) este mes: El capitalismo tóxico
'La IA está idiotizando a la gente'
Olivia Carballar
En El cuento de nunca acabar, Carmen Martín Gaite explica de manera maravillosa por qué la literatura funciona. No hay truco. Tras las palabras que se escriben, decía ella, está el pensamiento. Y, sobre esa idea, destaca otra cuestión fundamental: la necesidad de escuchar a los demás, de ver no sólo lo que dicen sino cómo lo dicen. Los elementos extraverbales que siempre hemos estudiado en las clases de Lengua y su relevancia en la función comunicativa.
Todo esto está cambiando no por la IA, sino por el uso que hacemos de ella. «Nuestra forma de escribir se volverá más simple, menos interesante y más homogénea», afirma en una entrevista en El País la lingüista Naomi Baron, que lleva cuatro décadas estudiando cómo cambia la comunicación humana con la irrupción de las máquinas.
Ella misma admite las modificaciones que ha supuesto en su propia escritura: «Empiezo a escribir un correo y la sugerencia de palabras y el autorrelleno me dicen cuáles serán mis próximas tres palabras. Cuando le estoy escribiendo a un amigo digo ‘no, tengo maneras más interesantes o personales de decir esto y, porque es mi amigo, merece el tiempo que me tome para escribirle'. Sé que estoy poniendo menos esfuerzo en mis correos porque los programas están mejorando y hacen cada vez más lo que yo haría. Preocupa porque gran parte de la comunicación con la gente que nos importa ya se hace por escrito, y si ahora ni siquiera soy yo la que escribe, mis conexiones personales se deterioran».
En la explicación, cita también una de las herramientas de Microsoft, que permite responder un correo electrónico sin haberlo leído, porque la IA lo revisa y responde por la persona. ¿Supone esta uniformidad un problema? Baron advierte: «La razón por la que algunos libros se siguen leyendo 200 años después es porque justamente hay algo muy personal, muy humano en ellos».
Entre los lectores y lectoras de La Marea, hay quienes comparten la misma visión, incluso profesiones que, podríamos pensar, están más cerca de la IA. Javier Fernández, ingeniero informático, marca una diferencia fundamental en este punto: no es lo mismo la IA generativa, como ChatGPT, que cualquier otra clase de IA. «Si bien estoy completamente en contra de la primera por aspectos medioambientales y éticos, entre otros, la segunda creo que sí que puede ser de ayuda». El ejemplo más visible es el efecto de esta tecnología en los hospitales. En su opinión, la IA generativa «está idiotizando a la gente». «Hay gente que ya no sabe hacer la o con un canuto. Esto lo he visto en el grado de Ingeniería Informática, donde ya no saben ni hacer lo más básico sin recurrir a la ayuda».
Daniel Cotillas, comunicador social, es también un caso excepcional. Se dedica profesionalmente a la creación de herramientas digitales pero «con una extraña salvedad»: que apenas usa redes sociales y, por el momento, tampoco IA. «Bueno, al menos no de forma asidua o intencional. Al fin y al cabo ya estamos usando IA sólo por el hecho de estar conectados a Internet», aclara.
Además de la escritura, a él le preocupa también la estandarización del pensamiento. «He visto con amigos que la usan el tipo de respuesta que les otorga ante preguntas de comparación en el pensamiento de autores, o respecto a temáticas complejas y, siendo una tecnología que simplemente consulta grandes cantidades de datos a gran velocidad, el resultado acaba siendo una amalgama de grises sobre la que no siento nada dentro de la epidermis».
En su análisis, pone también sobre la mesa ese «asombramiento» al que asistimos ante lo que hace la máquina y que, básicamente, tiene que ver con la rapidez: «Encontramos la metáfora perfecta con la comida rápida: no es buena, no está rica y da dolor de estómago, pero no dejamos de asombrarnos de la capacidad de tener algo comestible en la mesa 10 minutos después de haberlo pedido».
Y tiene un mensaje para quienes afirman que la IA ha venido para quedarse: «Es una herramienta, sin duda, y como tal tendremos que ver ahora qué uso le damos (o eso o le reventamos el martillo de Heidegger en la CPU); pero ante la manida e insidiosa frase que esgrimen aquellos que viven obnubilados por estas novedades de “la IA ha venido para quedarse así que lo mejor es adaptarse” yo diría que “la IA ha venido para quedarse así que lo mejor es que la coloquemos en el lugar que le corresponde”. Y ese lugar, para mí, sería barriendo la casa, para que yo pueda irme al parque a jugar un rato».
Como mucha otra gente, Álvaro Urdániz probó la IA con ChatGPT por curiosidad y se sorprendió de lo que podía hacer. Más tarde, en cambio, afirma que vio los problemas éticos que conlleva. Y los enumera así: robo de propiedad intelectual, consumo desaforado de recursos hídricos, desinformación, privacidad, pérdida de puestos de trabajo…
«Cuanto más veía, más disparatado e injustificable me parecía, así que decidí evitar la IA generativa en todo lo que está en mi mano, ya sea buscadores de Internet, diferentes apps, redes sociales… Ya no la utilizo e intento evitar aquellos servicios que hacen uso de ella. Creo que, ahora mismo, no hay justificación ética para el uso de la IA generativa y no considero que se trate de rechazar el progreso, sino de hacer un uso responsable y moral de la tecnología».
Jorge Icaza: Huasipungo
Jorge Icaza: Huasipungo
Idioma original: español
Año de publicación: 1934
Valoración: recomendable como lectura, imprescindible como documento
Hay libros que quizás no sean lecturas agradables o particularmente placenteras; que quizás no se transformen en tu libro favorito, ese al que vuelves una y otra vez, y que regalas a todas tus amistades a la primera oportunidad; pero que sin embargo constituyen documentos imprescindibles para comprender un lugar y una época, para denunciar opresiones o injusticias a través de la ficción. Ese es el caso de Huasipungo, una obra cuya lectura puede ser ardua (por su forma y por su contenido), pero que ofrece un conmovedor e impactante testimonio de la situación de explotación inhumana en la que se encontraban los indígenas en el Ecuador de comienzos del siglo XX.
Para ofrecer este testimonio, la novela explora y entrelaza los destinos de dos hombres bien diferentes: Alfonso Pereira, el dueño de una extensa y mal gobernada plantación en el interior de Ecuador; y Andrés Chiliquinga, un indio de la hacienda de Pereira acosado por la desgracia, la miseria y la injusticia. Al comienzo de la novela, Alfonso Pereira, hostigado por su tío y por un inversor estadounidense (pero también por el embarazo no deseado de su hija) decide trasladarse a sus propiedades de Cuchitambo, para supervisar la instalación de una explotación maderera y la construcción de una moderna carretera. Vemos, así, que la situación de miseria y práctica esclavitud en la que vivían los indígenas (con sus "huasipungos", pequenas parcelas de tierra cedidas por los terratenientes, como única posesión) se ve empeorada aún más, con la imposición de nuevos trabajos, nuevas violencias, nuevas injusticias.
La crítica de Jorge Icaza es implacable: tanto el poder económico (representado por Pereira y por el señor Chapy, con su deseo de enriquecimiento a cualquier coste), el poder político (representado por el teniente político Jacinto Quintana) o el poder religioso (en la persona de un cura avaricioso, lujurioso y sin escrúpulos), todos demuestran el mismo egoísmo, la misma deshumanidad, el mismo desprecio por los indios, a los que tratan como posesiones reemplazables y molestas. Tampoco los propios indígenas aparecen en absoluto idealizados: son seres alcoholizados, violentos con sus mujeres, negligentes con sus hijos, supersticiosos, sumisos. Es obvio que la simpatía del narrador (y del autor) están de su parte, pero eso no significa que se los eleve a la categoría del "buen salvaje".
Como decía al principio, esta puede resultar una lectura algo ardua, en primer lugar porque no se escatiman detalles en la descripción de las numerosas violencias (psicológicas, físicas y sexuales) que se ejercen sobre los indios o, en menor medida, los "cholos", o de las condiciones miserables e infrahumanas en las que viven los indígenas. (La escena en la que los indios, incluidos Andrés y su familia, consumen carne podrida de buey es paradigmática en este sentido). Por otra parte, hay un esfuerzo consciente (y progresivo a medida que avanzaban las ediciones de la obra) por representar con fidelidad el habla de los indios, que mezcla un español deformado con palabras y estructuras propias del quecha; aunque la novela incluye un útil glosario al final, puede resultar difícil comprender algunos diálogos, sobre todo al principio de la lectura.
Que el principal valor de la novela sea su carga de denuncia de una opresión inhumana, no quiere decir que carezca de virtudes o valores estéticos: las causas más justas pueden dar lugar a obras artísticas infumables, pero no es este el caso. En primer lugar, cabe destacar la inteligencia y eficacia de la estructura narrativa, que combina la alternancia de focos (entre Pereira y Andrés) anteriormente mencionada, pero también una progresión o adensamientod e los conflictos que llevan a un desenlace inevitable. También sorprende la belleza (aunque sea una belleza terrible) de ciertas páginas o ciertas descripciones de paisajes, personajes o situaciones, o la potencia de muchas escenas, como aquella en la que un indio queda atrapado en el lodo en medio de la corriente durante la construcción de la carretera.
Por todo ello (su capacidad de denuncia, unida a su magistral composición, Huasipungo está considerada como una de las principales representantes, si no el principal, de la novela indigenista, a la que también pertenecen Los ríos profundos de José María Arguedas o El mundo es ancho y ajeno de Ciro Alegría. Se trata de un subgénero específico de Hispano-América, pero que puede relacionarse con el desarrollo del realismo social en otras latitudes o tradiciones. Así, el grito con el que acaba la novela ("¡Ñucanchic huasipungo!", "¡el huasipungo es nuestro!") trasciende su ámbito concreto, para convertirse en un grito solidario con muchos otros: el grito de los oprimidos que se rebelan contra sus opresores.
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