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Tortuga Antimilitar
Denuncian a un policía por darle una paliza a un menor marroquí al grito de 'moro de mierda' en Murcia
laSexta.com
Un policía local de Murcia ha sido acusado de haberle pegado una brutal paliza a un menor marroquí al grito de "moro de mierda". Unos hechos que fueron grabados en vídeo por las personas que presenciaron la escena.
Según ha desvelado 'El Español', los hechos se produjeron el pasado 12 de abril cuando el menor, de 15 años, estaba bebiendo con unos amigos sentado en un parque próximo a un supermercado de la avenida Juan de Borbón donde se había producido un robo.
En ese momento, se personó en el lugar una patrulla de la Policía Local, que se aproximó a él para pedirle su carné de identidad. Según cuenta el menor en la denuncia que ha interpuesto acompañado de su madre, el agente comenzó a lanzarle gritos de "moro de mierda" y otros insultos.
A continuación, el menor relata que fue apaleado por el policía. "Me levanté y me dispuse a sacar el móvil del bolsillo y un policía local comenzó a golpearme. Intenté alejarme, cuando un policía me coge, me tira al suelo y me golpea en la cabeza", explica, según recoge el citado medio.
Tras esto, los agentes le trasladaron a Urgencias debido a que había perdido la consciencia. Una vez recuperado, le hicieron pasar la noche en comisaría.
En su declaración, recalca que tiene vídeos que grabaron sus amigos. "Hay testigos de los hechos denunciados" asegura.
El gobierno español ha adjudicado 46 contratos armamentísticos a Israel desde el inicio de la guerra de Gaza
Público /EFE
Desde el inicio de la ofensiva israelí en Gaza, España ha adjudicado un total de 46 contratos a industrias militares israelíes, con un valor de 1.044.558.955 euros, según un estudio del Centro Delàs de Investigaciones para la Paz basado en los datos publicados por la Plataforma de Contratación del Estado.
De los contratos mencionados, diez aún no han sido formalizados, por lo que el centro de estudios solicita su cancelación. Entre estos se encuentran adquisiciones de material militar israelí, como los lanzacohetes SILAM (por un valor de 576,4 millones de euros) y los misiles Spike (237,5 millones de euros). Además, incluyen acuerdos con las empresas de defensa israelíes IMI Systems LTD, Netline Communications Technologies (NCT) Ltd y Guardian Homeland Security S.A.
El informe señala que el Gobierno "ha mantenido la contratación de productos militares a empresas israelíes a pesar de haber reiterado que esto no ocurría en diversas ocasiones tanto en medios de comunicación como en sede parlamentaria".
"La estrategia de que la mayor parte de los contratos adjudicados a la industria israelí también implique y beneficie a la industria española facilita a la industria israelí ser adjudicataria de esos contratos y genera una preocupante complicidad entre las empresas de armas españolas y las israelíes", añade la entidad.
En este sentido, el Centre Delàs considera necesario "cancelar de inmediato todos los contratos formalizados o en ejecución que contribuyan a mantener, legitimar o impulsar el genocidio y los crímenes de guerra de las acciones militares de Israel sobre la población civil palestina de Gaza y Cisjordania".
"Los hechos han demostrado -agrega- que el anuncio del Ministerio del Interior de que iba a revocar la adjudicación de un contrato de compra de munición israelí para la Guardia Civil no se correspondía con la realidad. No se había iniciado ningún procedimiento administrativo para llevar a cabo la revocación sino que se habían limitado a analizar si la revocación era posible".
Para el Centre Delàs d'Estudis per la Pau, si el Gobierno hubiera acordado un embargo integral de armas a Israel que incluyera, entre otras medidas, importaciones y prohibiciones de contratar a empresas israelíes de defensa o a sus filiales "ninguno de estos contratos administrativos se hubiera celebrado".
En la misma línea, alega que si el Ejecutivo "tuviera voluntad política podría imponer ese embargo a través de un decreto ley en la próxima reunión del Consejo de Ministros".
El 60% de los soldados que dejaron el ejército español con 45 años está en el paro: Son más de 4.400
Gastón Trelles
La inserción en la vida laboral civil de los soldados y marineros que deben abandonar las Fuerzas Armadas al cumplir 45 años, momento en el que pasan a ser reservistas de especial disponibilidad (RED), sigue siendo una cuenta pendiente del Ministerio de Defensa. Si bien, en los últimos años, desde el departamento de Margarita Robles han redoblado esfuerzos para que estas personas no engrosen las cifras del paro, lo cierto es que solo el 43% de los RED ha conseguido un nuevo empleo tras abandonar el Ejército, según publica el Observatorio de la vida militar en su último informe.
De los datos difundido por este órgano dependiente de las Cortes Generales, se extrae que, en 2023, 2.339 efectivos de la tropa se transformaron automáticamente en reservistas de especial disponibilidad, al alcanzar la edad señalada y no haber conseguido una de las 1.000 plazas ofertadas ese año para volverse militar de carrera. De esta manera, elevaron a 7.729 el número de RED, de los que más de 4.400 permanecían desempleados, al 1 de enero de 2024.
Todos estos reservistas, tengan trabajo o no, perciben una asignación mensual por disponibilidad que, tras un incremento del 4,52% en 2023, asciende a 708,28 euros. La misma se cobra hasta los 65 años. Sin embargo, a esta suma hay que restarle los correspondientes impuestos, por lo que lo que se ingresa es todavía inferior. Esta paga, no obstante, es incompatible con cualquier otra retribución procedente del sector público. Este detalle no es menor dado que, ante las escasas oportunidades en el sector privado, es en otras áreas de la administración pública donde este personal encuentra un nuevo empleo.
Para paliar el desempleo entre exmilitares de la escala de tropa y marinería, la más baja y numerosa de las Fuerzas Armadas, la Guardia Civil, la Policía Nacional y el Servicio de Vigilancia Aduanera deben, por ley, reservar un cierto porcentaje de plazas en cada una de las convocatorias de nuevo personal que lleven a cabo, el cual, como mínimo, debe alcanzar el 40% en el caso de la Benemérita y el 20% en los otros dos cuerpos. De igual manera, el Ministerio de Defensa ha firmado acuerdos con Comunidades Autónomas y Ayuntamientos para que las policías autonómicas y locales también dispongan de puestos exclusivos para militares.
En este sentido, a lo largo de 2023 y principios de 2024, las tres fuerzas mencionadas reservaron 1.539 plazas. Sin embargo, estas no son exclusivas para RED, dado que también pueden presentarse a ellas soldados en servicio activo. Esto responde al interés del Gobierno de que este personal, próximo a los 45 años, encuentra trabajo fuera del ejército incluso antes de alcanzar la condición de reservista.
Por qué los soldados son expulsados de las Fuerzas Armadas a los 45 años.
Oportunidades en el sector privado
Donde los soldados españoles, tanto en activo como reservistas, encuentran mayores inconvenientes en el sector privado, tal como vienen denunciando distintas asociaciones profesionales, como la de Tropa y Marinería (ATME). En 2023, en el Sistema de Aprovechamiento de las capacidades Profesionales del Personal Militar (Sapromil), plataforma en la que se publican distintas propuestas laborales, tanto del ámbito privado como público, a las que pueden presentarse efectivos de la tropa, se publicaron 822 empleos, solo 172 pertenecían al sector privado. De acuerdo al Observatorio de la vida militar, a esta últimas se presentaron como candidatos 504 personas, de las que 137 eran RED. En Sapromil hay 576 compañías registradas, con una media de 70 firmas que anuncian activamente, y 21.688 soldados inscritos: 18.162 en activo y 3.526 RED.
Otras de las iniciativas que busca promover la inserción de exmilitares en el mercado laboral civil es el denominado proyecto “Es Tu Fuerza”, para el que han unido fuerzas el Ministerio de Defensa y la CEOE y que se enfoca, principalmente, en los sectores de las tecnologías de la información, construcción y transporte, logística y autoescuelas En 2023, las 110 empresas que participan en el programa ofertaron 88 vacantes, a las que se inscribieron 906 interesados.
Trump: América Latina y el declive del globalismo
Eduardo Luque
Donald Trump se ha convertido en el máximo exponente de una nueva etapa en las relaciones internacionales. Podríamos calificarla como de «neoliberalismo soberanista». Este modelo combina el proteccionismo económico y las aspiraciones de un Estado fuerte que pretende expandirse. En ese proceso, el choque con otras potencias constituye una necesidad casi vital.
El modelo que inaugura Trump es la reacción directa al globalismo predominante en las últimas décadas. En este contexto, América Latina se transformará, como ya lo es, al igual que África, en un campo de disputa entre Estados Unidos y potencias como China o Rusia, países que buscan moldear la región según sus intereses estratégicos, aunque con métodos diametralmente opuestos a los norteamericanos.
En sus discursos, Trump enarbola la doctrina del «destino manifiesto», un concepto que se consolidó en el imaginario colectivo estadounidense en el siglo XIX y que justifica las aspiraciones expansionistas de este país. La idea nació y se expandió en los círculos protestantes blancos del denominado Segundo Gran Despertar entre 1795 y 1835. Fue el presidente William McKinley, muy admirado por Trump, quien defendió en aquel momento la política de aranceles y el expansionismo imperial. Siguiendo la estela del presidente decimonónico, Trump promete convertir a Estados Unidos en «la envidia de todos los países» mediante políticas que combinen el aislamiento estratégico y el intervencionismo selectivo. Desde el control del Canal de Panamá hasta la exploración de Marte, el “presidente” ha declarado su intención de proyectar la hegemonía estadounidense hacia horizontes «nuevos y bellos».
El ascenso del nuevo inquilino de la Casa Blanca marca no solo el declive del globalismo, sino que también arrastra a las instituciones que lo sostenían, como el FMI, el Banco Mundial, la OCDE o la propia ONU. Estos pilares del orden global de la posguerra se verán relegados o reformados bajo la presión de esta nueva doctrina. Figuras políticas como Giorgia Meloni en Italia, Viktor Orbán en Hungría y Jair Bolsonaro en Brasil encarnan o han encarnado variaciones locales de este modelo, lo que evidencia su alcance global.
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El expresidente Biden, en su momento, mantuvo una política que reflejaba el globalismo tradicional representado por los demócratas. Aunque nominalmente la administración Trump represente otra cosa, no se producirá una ruptura absoluta entre un período y otro, sino que habrá una continuidad entre este viejo globalismo y el nuevo «neoliberalismo nacionalista». Trump propone un modelo económico que insiste en los procesos de acumulación por desposesión de forma acelerada. América Latina jugará un papel crucial debido a su proximidad geográfica y la riqueza de recursos naturales que alberga. Sin embargo, este cambio no está exento de contradicciones. Las élites dominantes, nacidas al calor de la globalización, han pugnado entre ellas y amenazan con fracturas internas ante la presión de este nuevo paradigma. Los «centros ideológicos y políticos» tradicionales se desdibujan, siendo sustituidos en la gobernanza mundial por reuniones y encuentros en los que los nuevos actores (la nueva oligarquía tecno-comunicacional nucleada alrededor de Trump) colisionan. No veremos, como se teoriza, la aparición de un “gobierno mundial” que gire en torno a la denominada clase capitalista transnacional (aunque el proceso de concentración de capitales, tal y como advertía Lenin, se acelere). Las contradicciones entre los diferentes grupos de poder lo impiden. Por otro lado, aún son necesarios los Estados y las normativas que construyen y que permiten a las grandes compañías maximizar sus beneficios.
Trump no escogerá el poder “blando” del que habla Emmanuel Todd, sino que optará por un enfoque más agresivo que combine políticas proteccionistas y acciones de fuerza para consolidar su hegemonía. Entramos en un espacio donde la violencia y la coacción serán, nuevamente, el pan nuestro de cada día.
Estados Unidos buscará sustituir las importaciones necesarias para su industria por materias primas provenientes del subcontinente latinoamericano, consolidando cadenas de valor regionales que respalden la economía de la metópoli. Sin embargo, esta estrategia afronta limitaciones. China se ha posicionado fuertemente, invirtiendo cientos de miles de millones para acceder a materias primas mediante la creación de infraestructuras portuarias y de telecomunicaciones de todo tipo, utilizando ampliamente créditos blandos. Vemos cómo personajes como Bolsonaro en su momento o Milei ahora, a pesar de su feroz anticomunismo, negocian con el gigante chino. Estados Unidos intentará contrarrestarlo recurriendo al intervencionismo militarizado y autoritario para mejorar su posición global. Esta nueva “ruta de la seda norteamericana” tendrá un enfoque coercitivo, en contraste con la aproximación económica de China. En un contexto de desglobalización y regionalización de las cadenas de valor, América Latina será el epicentro de esta disputa estratégica. Las presiones de Estados Unidos se incrementarán, utilizando pretextos como la «guerra contra las drogas» y otras narrativas que justificarán la presencia militar y el control territorial en la región.
Vamos a presenciar un desarrollo importante de las cadenas regionales de valor. Estas son redes de producción y comercio que se desarrollan dentro de una región específica. Por ejemplo, en América Latina, un país podría extraer materias primas, otro procesarlas y un tercero ensamblar los productos terminados. Estados Unidos pretende reinterpretar esta doctrina, centrándose en el proceso extractivo en el país vasallo, pero trasladando la producción, que incrementa el valor agregado, a los propios Estados Unidos. El nuevo comandante militar del Comando Sur, en su discurso de toma de posesión, lo señalaba: «Siempre estaremos allí para las naciones con ideas afines, que compartan nuestros valores, nuestra democracia, nuestro Estado de derecho y los derechos humanos».
Trump llama a la reindustrialización del país, mientras China opta por desarrollar las cadenas internacionales de valor que se extienden más allá de las fronteras regionales. Aunque todo esto puede ser solo un sueño, Norteamérica enfrenta retos inmensos, y no es menor la baja calidad educativa de su población, provocada por los sucesivos procesos de privatización que ha sufrido el sistema educativo. Accidentes como el del puerto de Baltimore enfrentan enormes dificultades para ser subsanados, mientras los incendios en Los Ángeles señalan las enormes flaquezas de las infraestructuras del país. Mientras tanto, el desarrollo tecnológico en China asombra por su tamaño y eficacia. China seguirá siendo la “fábrica del mundo”. En 2024, los grandes almacenes Walmart importaban de China por valor de 49.000 millones de dólares, el 11,2% de las importaciones norteamericanas desde ese país, que sumaron en ese período la friolera de 448.000 millones de dólares. Desde el más humilde clavo hasta la maquinaria más sofisticada comienzan a tener el marchamo de “made in China”. Trump pretende paliar la situación a golpe de aranceles, pero: ¿cómo suplir esas importaciones cuando se ha perdido, a lo largo de varias décadas, un tejido industrial que ha emigrado hacia China o India? Cuando se imponen tasas, los productos se encarecen. Al final, el perjudicado por efecto de la inflación es el propio consumidor norteamericano, puesto que hoy por hoy Norteamérica no tiene alternativa a las importaciones chinas.
Aunque Trump reniegue de la realidad, estamos inmersos en un proceso de transición energética global que demanda enormes cantidades de recursos estratégicos como litio, cobalto y níquel, muchos de los cuales se encuentran en América Latina. Entre 2025 y 2050, se cree que la demanda de estos materiales se multiplicará por diez. En este escenario, países como Bolivia, Argentina y Chile serán clave, no solo por su abundancia en recursos naturales, sino también por su capacidad para negociar con ambas potencias. Mientras China desarrollará infraestructuras viales y portuarias para facilitar el acceso a estos recursos, Estados Unidos intensificará su presencia militar en la región, justificando estas acciones con el pretexto de combatir amenazas como el narcotráfico o el terrorismo. La creación de bases militares en puntos clave, como las Islas Galápagos en Ecuador, es uno de los ejemplos más visibles de este enfoque. Esto exacerbará las desigualdades en la región y generará tensiones sociales y políticas.
El senador Marco Rubio es una figura clave en la administración de Trump y será un arquitecto importante de la política exterior hacia América Latina. De origen cubano y con una postura marcadamente hostil hacia la izquierda latinoamericana, Rubio ha promovido sanciones económicas y respaldará intervenciones políticas contra gobiernos progresistas en la región. Aún se recuerda cómo participó supervisando la operación en el golpe de Estado en Bolivia en 2019. Rubio también actúa como un enlace directo entre los intereses empresariales estadounidenses y las élites locales en América Latina, favoreciendo políticas que beneficien a Washington. Este enfoque garantiza, como hemos señalado, una continuidad entre el viejo globalismo de los demócratas y el «neoliberalismo nacionalista» promovido ahora por Trump.
La falsa nube de debate que quiere generar Trump es el narcotráfico. Existen dos modelos principales para abordar el problema. Por un lado, está el enfoque que busca atacar las causas estructurales, adoptado por países como México y Colombia. Este modelo se centra en combatir la pobreza, reducir la desigualdad y crear oportunidades económicas para las comunidades más vulnerables. Al tratar las raíces del problema, se busca limitar el atractivo que tienen para los más pobres las actividades ilícitas. Ejemplos de esto incluyen programas de desarrollo comunitario, estrategias de reducción de cultivos mediante incentivos legales y un enfoque más humanitario hacia las comunidades afectadas por el narcotráfico. El segundo modelo es el liderado por Estados Unidos, que históricamente ha implementado un enfoque represivo, basado en la militarización y en el desarrollo de un entramado carcelario que es el mayor del mundo en relación con la población. Este modelo represivo persigue, en paralelo, la militarización de territorios estratégicos para Estados Unidos, estableciendo bases militares en regiones y países clave bajo el pretexto de combatir el narcotráfico.
Estos dos enfoques reflejan visiones contradictorias sobre cómo abordar un problema complejo. Mientras que México y Colombia apuestan por soluciones integrales y de largo plazo, el modelo estadounidense prioriza la respuesta inmediata y la demostración de fuerza, ignorando intencionadamente las causas profundas del problema. La «guerra contra las drogas» será reutilizada como una herramienta política para justificar la intervención en países clave. Evidentemente, estas bases militares que se proyectan no solo servirán, en realidad no se utilizarán para eso, en operaciones antidrogas, sino como puntos de influencia estratégica que refuercen la presencia militar estadounidense frente a la creciente expansión china en la región. El debate iniciado por el general Alvin Holsey a cargo de la IV Flota sobre el puerto de Chancay en Perú, financiado y construido por China, es un ejemplo. Evidentemente, según el nuevo general a cargo del Comando Sur de Estados Unidos, ese puerto ha sido construido para que la marina de guerra china tenga un punto de desembarco cerca de las costas norteamericanas. Refiriéndose a eso, dijo: «Nuestros adversarios han establecido una fuerte presencia, poniendo en peligro la seguridad y la estabilidad en todo el continente americano».
Ante estas presiones externas, la izquierda latinoamericana enfrenta múltiples retos. América Latina necesita construir un modelo de integración regional que priorice la sostenibilidad y la justicia social, acompañado de reformas tributarias progresivas. Uno de los grandes problemas de las fuerzas progresistas es que no se puede mantener una política social sostenida en el tiempo confiando únicamente en el incremento del precio de las materias primas, sin abordar el problema de la redistribución y el desarrollo de un sistema impositivo. Por otro lado, sigue sin resolverse el traspaso de los poderes entre un “líder carismático” y un líder “corriente”. También aquí, la integración latinoamericana en los BRICS puede servir de contrapeso a las imposiciones norteamericanas. Será un proceso complejo. Pudimos ver en la reunión de los BRICS en Kazán cómo Brasil (Lula), por imposición de Estados Unidos, vetaba la integración de Venezuela. Brasil se ha comportado como un país subimperialista y dependiente de Washington; lo vimos ahora y también en la época de Chávez, cuando el propio Lula se opuso a la creación del Banco de Desarrollo Latinoamericano.
'Conversión de la industria militar en Euskal Herria para no fabricar más guerras'
Juan Carlos Rois
Tortuga.
Con tan elocuente título el colectivo antimilitarista Gasteizkoak, afincado en Gasteiz, aporta un libro de providencial oportunidad en los tiempos que corren. Un libro que debería ser detenidamente leído y discutido por quienes desde las distintas articulaciones del antimilitarismo y del pacifismo buscamos nuevas preguntas y nuevas respuestas ante el panorama de remilitarización actual/pasada y el creciente protagonismo de los intereses militar/industriales en las políticas públicas.
El trabajo de este colectivo antimilitarista se distribuye en cinco grandes capítulos en los que se agrupan tres grandes bloques temáticos: una especie de enfoque general sobre el militarismo y el relato de la guerra que venimos sufriendo, un informe que radiografía la industria militar vasca y sus vasos comunicantes con los intereses políticos y sociales dominantes y un estudio de caso sobre el ejemplo del Plan Lucas, un intento social contra los intereses del militarismo de provocar una conversión de la industria militar hacia una paz con contenidos estructurales y más allá de las retóricas de un pacifismo oficial y de paz negativa.
El capítulo primero, bajo el título ¡Que viene la guerra!, contiene un análisis sugerente del militarismo y su íntima unión con el orden capitalista y los intereses lucrativos de sus grandes corporaciones, tanto europeas como de EE. UU. Un enfoque que puede muy bien servir para reorientar la perplejidad actual ante el empuje del relato del miedo y de la práctica militarista, tanto en la preparación como en el desarrollo de la misma.
Varios son los aciertos añadidos de este capítulo. El primero, advertirnos que la guerra no va a venir, sino que ya está aquí y de múltiples maneras. El segundo, el de detenerse en describir la estrategia planificada por los mercaderes de la muerte desde hace varias décadas para orientar gran parte de los recursos y lineamientos políticos de la UE y por extensión de occidente hacia los intereses de sus negocios.
Yo suelo explicar el carácter cíclico de la guerra, con sus tres fases (antes, durante y después) que se retroalimentan y que ocurren simultáneamente en el escenario que llamamos «aquí» (donde se diseñan, planifican y retroalimentan) y «allí» (donde se sufren) para llegar a la conclusión doble que Gasteizkoak explica de otra manera. La guerra no va a llegar, amigos, la guerra ya está aquí, no va a venir porque ya ha venido y estamos de lleno en ella en el papel de víctimas y, sobre todo, de promotores complacidos de la misma. Guerra militar y guerra por otros medios, el orden de la guerra, es la entraña lógica del capitalismo y nosotros, por activa y por pasiva, hacemos ya parte (y de paso colaboramos en ella) de la guerra y de sus lógicas.
Lo que ahora tenemos no es la guerra nueva sino el reposicionamiento de los decisores políticos de esta parte del tablero, junto con el relato que pone corolario a esta nueva vuelta de tuerca. Gasteizkoak detalla un calendario de pasos precisos dados en esta preparación de la guerra por parte de los halcones de la UE y aconseja a mirar a dónde señala el dedo de los que anuncian las calamidades y qué pretenden con su prédica de miedo. Como e las películas policiacas, la pregunta de a quién beneficia el crimen indica quién son los criminales y basta con seguir este rastro. Y aquí, junto a los gerifaltes que aparentemente actúan en defensa del bien común, aparecen los intereses planificados del lobby armamentista, de los mercaderes de la muerte y sus negocios y el desarrollo que Gasteizkoak desvela de su proceso de planificación de esta vuelta de tuerca que ahora parece tan novedosa, pero está tan calculada.
Conviene leer también la relación de este proceso planificado con los intereses del otro actor principal del proceso remilitarizador que venimos padeciendo: EE. UU. y su complejo militar industrial, cuyos intereses, no seamos ingenuos, no están en confrontación con los de los halcones y mercaderes de la muerte de aquí, sino en abierta sintonía.
Lógicamente, y según mi parecer, no basta con comprender el constructo elaborado por el lobby militar y los políticos a su servicio para identificar los beneficiarios del armamentismo. A su lado otras empresas se ponen al servicio del negocio al calor de las migajas, y también contamos con el sempiterno colaboracionismo de otras instituciones sociales y otros actores secundarios, ya sean del sector académico, periodístico, sindical, administrativo, financiero, social e incluso de ideologías sedicentemente transformadores que acaban siendo cola del mismo león . . . Y esta especie de cadena de múltiples eslabones hace más complicado para quienes aspiramos a transformaciones capilares de la sociedad establecer estrategias que rompan el consenso desde arriba y el encadenamiento de intereses que nos predica que nada puede cambiar.
En todo caso, se me ocurre que tener identificados los tentáculos de los señores de la guerra y conocer su íntimo cruce de intereses también nos permite poner rostro con mayor precisión quién son nuestros enemigos y contra quién debemos actuar.
El segundo bloque de información se contiene en los capítulos dos a cuatro y nos hace el enorme servicio de identificar con pelos y señales el mapa de la industria militar vasca y de lo que llaman Producción de Euskal Herría para el Desperdicio y la Guerra (PEHDG); sus empresas y empresarios protagonistas, sus alianzas políticas, empresariales, universitarias, sindicales, sociales, etc. y, en fin, la radiografía completa de la industria militar vasca en clave más que elocuente para poder pensar en estrategias de lucha social más allá de la denuncia o de la protesta puramente desiderativa. Desde luego a la militancia antimilitarista de Euskadi le ofrece un enorme servicio para elaborar agendas agresivas de lucha social por la desmilitarización y a los del resto del mundo nos pone la tarea ineludible de ponernos manos a la obra para mapear a los señores de la guerra de nuestros propios territorios. ¿Seremos capaces de abordar este trabajo o lo delegaremos en algún tercero dispuesto a hacernos tan ingente servicio?
El tercer bloque y no menos importante, nos ofrece un ejemplo de propuesta desde abajo para completar una lucha de verdadera intención transformacional respecto de la industria militar, analizando el ejemplo de conversión industrial, el Plan Lucas, cuyas características propias la hacen arquetípico para nuevas aspiraciones.
Ejemplos históricos de desmantelamiento y reorientación de la producción militar a otros fines ha habido unos cuantos. Como reconoce Gasteizkoak, frente al mantra de utopismo que los militaristas propagan hacia la conversión de la industria militar, la conversión tiene una larga (y desconocida) historia, de algunos de cuyos hitos se han hecho eco Pere Ortega o el Colectivo Antimilitarista Utopía Contagiosa en otros momentos.
La particularidad del plan Lucas de principios de los años 70 es que supone un paso adelante en la idea de conversión transformacional, en primer lugar, por el papel protagonista que en el mismo tuvieron los trabajadores organizados en comités combinados de comisarios sindicales, lo que lo convirtió en un «experimento de democracia industrial y control obrero desarrollado en el proceso de lucha industrial. Fue un ejemplo de un plan de abajo hacia arriba en lugar de un plan tecnológico o centrado en el mercado. Fue acogido con entusiasmo por grandes sectores de los movimientos socialistas y pacifistas, y la idea se extendió rápidamente por todo el mundo . . . »
Desde luego que, como todas las experiencias históricas, el Plan Lucas tuvo sus fortalezas y debilidades y no consiguió una verdadera conversión alternativa, pero efectivamente es un precursor y un ejemplo que puede ser referente para las nuevas agendas de lucha pacifista, más empeñadas en la paz positiva y en la desmilitarización que en la paz jurídica y el mero desarme.
Efectivamente, los procesos de conversión que quieran ir más allá de una readaptación o diversificación industrial de las empresas capitalistas regidas por los principios de lucro y depredación, deberán cumplir con algunas condiciones, entre las que tiene especial significado el control democrático de los trabajadores (y de la propia sociedad), la satisfacción de necesidades vinculadas a la vida, a la seguridad humana (en contraposición con la seguridad militar) o con las necesidades ecológicas y humanas, o con la construcción estratégica de un orden de paz estructural y cultural y no como un mero recurso para reorientar la producción y la orientación tecnológica dentro del orden capitalista.
El cambio de concepto que se requiere no es solamente de búsqueda de una solución técnica, organizativa o industrial para reducir la industria militar, sino que exige un cambio global de horizonte, lo que afecta a muchos más aspectos, como es el caso de la inclusión de la democracia y del protagonismo de las clases trabajadoras en el desarrollo laboral e industrial, la orientación social y hacia la vida de la economía en consonancia con los límites de la naturaleza y las necesidades de decrecimiento, en el enfoque estratégico de la lucha social hacia el cambio de paradigma y de la transformación acorde de un sindicalismo que actualmente se arrastra los pies bajo los intereses del capital, y un largo etcétera.
Estamos en la línea no del reformismo sino del trans-arme, entendido como gran transformación global desde el régimen de la violencia rectora y las prácticas de reproducción capitalista.
Dos aciertos más de este trabajo de los de Gasteiz. El primero, ayudarnos a reorientar las prioridades de lucha por la desmilitarización y en favor de una idea de paz lejana de la ausencia de guerra y de la paz liberal, al insistir en la lucha incondicional contra la industria militar como uno de los ejes del nuevo/viejo pacifismo y en la necesidad de abandonar la vieja idea de desarme, en definitiva un camino de acuerdos entre estados de equilibrio inestable de armamentos, por la de acompañar al quitar poder al militarismo la doble dinámica de construir alternativas sólidas que desarrollen dinámicas y procesos de cambio global y estructural, de los que la conversión desde el protagonismo social y el enfoque anticapitalista es un claro ejemplo.
Ahora que arrecia el empuje del gasto militar se abre al respecto una ventana de oportunidad para fijar nuevas orientaciones. En vez de no al gasto militar y desarme, no al rearme y desmilitarización, colegas. Rescatemos nuestro ambicioso paso más allá de la paz meliflua y jurídica que quiere dejar en pie los mismos perros con distintos collares.
Y el segundo el ofrecernos una evidencia de que un trabajo tan ingente y rico como el elaborado por Gasteizkoak no necesita de expertos ni planteamientos académicos para ser llevado a cabo y es una tarea que bien puede tomar en sus manos el propio movimiento por la paz o algunas de sus articulaciones y con el valor añadido del aprendizaje y fortalecimiento grupal que supone y de estar enfocado desde nuestros propios intereses y análisis.
Como en tantas otras esferas del poliédrico militarismo, no basta con sacar datos y dar cifras. Hace falta un análisis que el movimiento que quiera ser autónomo e independiente debe acostumbrarse a hacer por sí y sin dependencias,
Por fortuna el movimiento por la paz empieza a dar valor a este tipo de acción llamémosla investigadora y a dar resultados que responden cada vez más a análisis propios y ambiciosos.
Ahora toca tomar impulso también para seguir esta senda.
En definitiva, un acierto en toda regla y un regalo el que hace a nuestras militancias antimilitarista Gasteizkoak que espero que sepamos disfrutar y aprovechar para la acción.
España cierra un contrato de compra de armamento a Israel a pesar de haber dicho que lo cancelaría
El Gobierno adquiere munición israelí por más de 5 millones de euros, pese a que Interior aseguró en octubre que iniciaba trámites para rescindir ese contrato y Defensa afirmó que se suspendían este tipo de compras.
Olga Rodríguez
El Gobierno ha formalizado la compra de dos lotes de munición del calibre 9mm a dos empresas israelíes, por valor de más de cinco millones y medio de euros, a pesar de que el pasado mes de octubre el ministerio del Interior aseguró que había iniciado un “proceso para rescindir el contrato de compra”. La formalización se produjo la pasada semana, el día 16 de abril, y el anuncio de la misma fue publicado en la Plataforma de Contratación del Sector Público dos días después, el Viernes Santo, festivo en toda España.
Las empresas adjudicatarias son las israelíes IMI Systems LTD, como fabricante, y Guardian Homeland Security S.A., como representante. El contrato fue adjudicado el 21 de octubre de 2024, un día después de que la ministra de Defensa, Margarita Robles, señalara -contestando por carta a una pregunta del ministerio de Derechos Sociales- que las compras de armamento a Israel estaban suspendidas.
Varios medios de comunicación informaron entonces de dicha compra de munición por más de cinco millones de euros, ante lo cual el ministerio del Interior español reaccionó asegurando que iniciaría trámites para “rescindirlo”, y se comprometió a no impulsar más adjudicaciones a empresas armamentísticas israelíes. Seis meses después, sin embargo, la gestión ha terminado formalizándose, como consta en la propia Plataforma de Contratación Pública.
Fuentes de Interior consultadas por este diario confirman dicha formalización. Explican que el pasado 29 de octubre de 2024 se puso en marcha “el estudio sobre la posible rescisión del contrato”, pero finalmente el ministerio optó por atender la recomendación “de la Abogacía del Estado, que desaconsejó la rescisión en la fase de tramitación alcanzada”. La Abogacía del Estado habría argumentado, según estas fuentes, que una vez “adjudicado el contrato, por lotes, ya no era viable anularlo”.
La Ley española 53/2007 establece pleno compromiso con el Tratado Internacional sobre Comercio de Armas, que prohíbe las transferencias —lo que incluye la compraventa y el tránsito— de material militar a destinatarios que puedan usarlo para cometer crímenes de guerra como ataques a civiles, crímenes de lesa humanidad o genocidio, lo que sitúa a Israel en un destino no compatible con dicho Tratado.
Una resolución de la Asamblea de la ONU aprobada en septiembre –con 124 votos a favor, incluido el de España– ordena la suspensión de las inversiones, el comercio y las transferencias, lo que incluye el tránsito, que puedan contribuir a la ocupación ilegal israelí o usarse como material militar en los territorios palestinos. Además, el dictamen del pasado julio de la Corte Internacional de Justicia recuerda a los Estados que, según la Carta de la ONU, no deben prestar ayuda o asistencia que pudiera contribuir a la ocupación ilegal israelí.
Una de las dos empresas adjudicatarias, Guardian Homeland Security, promueve en sus redes sociales algunos de sus productos armamentísticos y celebra acciones del Ejército israelí en Gaza, como bombardeos, la demolición del Palacio de Justicia en la Franja, operaciones de unidades de combate de elite, arrestos masivos o el lanzamiento en Gaza del “lanzacohetes PULS (Proyecto SILAM en España)”.
Más contratos con empresas israelíes
Además de esta adjudicación para comprar armamento a empresas israelíes, a día de hoy hay otras operaciones similares pendientes de formalización. Uno de esos contratos fue anunciado en el BOE el pasado mes de febrero, con la compañía armamentística israelí Guardian Homeland Security, para la compra de material de protección personal para Unidades Operativas de la Guardia Civil, por valor de 182.400 euros.
El Ministerio de Defensa de España también adjudicó el pasado mes de noviembre, a la empresa armamentística israelí IMI Systems LTD, un contrato para la adquisicion de un programador M339 SETTER espoleta 120mm, por valor de más de dos millones de euros. El pasado mes de diciembre España formalizó la compra a la empresa israelí Elbit Systems LTD para el mantenimiento y la adquisición de artículos clase IX del mortero embarcado cardom, por 50.000 euros.
Además, siguen vigentes otras adjudicaciones de contratos a empresas militares israelíes -o a sus filiales en territorio español-, como el referido a la adquisición del sistema de lanzacohetes SILAM (consorcio con la israelí Elbit) o los misiles SPIKE (PAP Tecnos, filial de la israelí Rafael), ambos publicitados como “probados en combate”, es decir en los territorios palestinos, según denuncia el Centre Dèlas de Estudios por la Paz en su informe de 2024.
En cuanto a las exportaciones, el portal Data Comex de la Secretaría de Comercio de España indica que “en el mes de enero de 2025 aparece un flujo de importación desde Israel de 2.147.851 de euros en el código TARIC 9306901000”. En el propio portal se justifica esta importación de material militar como flujo “asociado a programas estratégicos del Ministerio de Defensa”.
Ese primer mes de 2025 también hubo exportaciones a Israel, por valor de 13.977,70 de euros, “en dos códigos TARIC sobre componentes de armas”, según indica el propio portal público. Data Comex también informa de otras importaciones de material militar desde Israel a España en febrero de 2025, por más de tres millones de euros. El portal de Comercio indica que son flujos “asociados a programas estratégicos del Ministerio de Defensa, para uso por el propio Ministerio de Defensa de España”.
Relatores de Naciones Unidas y organizaciones internacionales de derechos humanos indican que la adquisición de material militar a empresas israelíes contribuye a la ocupación ilegal de los territorios palestinos y a las acciones del Ejército de Israel.
“Al adquirir su material militar se legitima lo que pasa allí, se abaratan los costes de producción para las empresas israelíes, se contribuye a hacer viable la ocupación y se premia a las mismas empresas que están involucradas directamente en esas actuaciones en los territorios palestinos, porque se les conceden contratos en base a esa experiencia adquirida, con productos probados en combate”, señalan desde el Centre Délas de Estudios por la Paz.
Barcos y aviones a Israel
El ministro de Exteriores español, José Manuel Albares, aseguró en mayo de 2024 que España no permitiría tránsitos por España de material militar con destino Israel. Como desveló elDiario.es posteriormente, desde ese anuncio de mayo hasta septiembre de 2024 al menos veinticinco barcos con material militar de EEUU para Israel hicieron tránsito -y transbordo- en el puerto español de Algeciras.
En noviembre una investigación internacional anunció que estaba prevista la llegada a España de otros once barcos con armamento para Israel. Como consecuencia de esa publicación, dos de ellos fueron desviados hacia las costas marroquíes. Otra investigación a la que tuvo acceso este medio comprobó que EEUU hizo uso el pasado noviembre de la base española de Rota para llevar armas a Israel, a pesar del anuncio de suspensión de este tipo de escalas por el Gobierno español.
También se han detectado envíos a través de rutas aéreas. Recientemente tres organizaciones internacionales denunciaron la existencia de vuelos con más de 60.000 piezas de armamento desde España a Israel, desde enero de 2024 hasta febrero de 2025. Los investigadores combinaron datos de los trayectos de los aviones desde Zaragoza a Tel Aviv con información de las aduanas israelíes, aunque no pudieron determinar el origen de ese material.
Ya en julio de 2024 una investigación del Centre Dèlas de Estudios por la Paz mostró que, desde el 7 de octubre de 2023, España destinó 1.027 millones de euros para adquirir material militar israelí de empresas “que se lucran con las masacres en Gaza y la ocupación ilegal”.
Ante estas informaciones que han ido conociéndose a lo largo de los meses, colectivos nacionales e internacionales -sindicatos portuarios, movimientos y organizaciones civiles como RESCOP, juristas o gente de la cultura- han solicitado al Gobierno español un embargo integral de armas que garantice el fin del tránsito y protocolos de vigilancia para evitar nuevas escalas.
El investigador Alejandro Pozo, del Centre Dèlas de Estudios por la Paz, advierte de que “no hay nada que prevenga que esto continúe pasando en un futuro inmediato”. “Sin un embargo formal, sin medidas de carácter administrativo-legal, estas empresas armamentísticas israelíes no pueden ser excluidas. Aquí lo que hace falta es adoptar medidas que obliguen, para que el Gobierno sea consecuente con sus declaraciones”, añade.
Otro barco en Algeciras
Estos últimos días ha hecho tránsito por los puertos de Barcelona y Valencia el barco Nexoe Maersk, implicado en la cadena de envío de armamento a Israel. De hecho, está previsto que atraque en las próximas horas en Algeciras. Según han publicado varios medios de comunicación europeos, el buque se dirigirá después hacia Tánger (Marruecos), donde tendría previsto cargar material militar de un barco procedente de EEUU, antes de continuar trayecto hacia Israel.
La Campaña por el Fin al Comercio de Armas con Israel en España, integrada por varias organizaciones sociales, subraya que el Nexoe Maersk podrá recibir suministros, insumos básicos y combustible a su paso por España y que, con ello, estos puertos estarán facilitando la llegada del barco a las costas marroquíes para cargar ese material militar.
Por eso, reclaman al Gobierno -y ante los juzgados, donde su demanda ha sido desestimada- que retenga y registre el navío, “para evitar la continuidad delictiva y la participación de buque en la comisión de delitos contra la Comunidad Internacional (Título XXIV Código Penal), delito de tráfico de armas y delito de contrabando”.
Más de 60.000 personas han muerto en Gaza desde el inicio de los ataques israelíes en octubre de 2023, según cifras actualizadas que incluyen a los desaparecidos. Además, el Ejército de Israel sigue realizando operaciones militares en Cisjordania, donde desde enero hasta hoy ha matado a decenas de palestinos y ha provocado el desplazamiento forzado de 45.000 personas.
En el transcurso de este último mes Naciones Unidas ha detectado 36 ataques contra Gaza en los que el Ejército israelí mató exclusivamente a mujeres, niños y niñas.
La otra guerra que también recordamos (y denunciamos) este mes: Darfur (Sudán)
Como bien sabemos, los de Ucrania e Israel no son los únicos conflictos bélicos que asolan a la humanidad. Queremos aprovechar estas convocatorias para recordar otros escenarios igualmente destructores de la vida y dignidad humana y la naturaleza, que no se suelen nombrar en los medios de comunicación.
Hoy vamos a hablar brevemente sobre la guerra de Darfur, en Sudán.
Sudán es un país de gran extensión que reúne a una pluralidad de etnias, culturas y religiones. Esta diversidad, unida a sus grandes riquezas mineras y su destacada ubicación geoestratégica ha sido fuente de importantes conflictos, muchos de ellos alentados desde el exterior. El más conocido fue la llamada segunda guerra civil sudanesa, que condujo a la secesión e independencia de Sudán del Sur en 2011. Hoy el país vive otra sangrienta guerra civil protagonizada por dos facciones del ejército en pugna por hacerse con el poder.
El conflicto que vamos a tratar nace en relación con la guerra civil entre el Norte y el Sur, a principios del siglo XXI, que llevó a la división del país. Coincidiendo con ese contexto, en Darfur, una amplia región situada al Oeste de Sudán, estalla un conflicto entre la mayoritaria población, de etnia negra y lengua nilo-sahariana, dedicada a la ganadería, y las tribus minoritarias de etnia y lengua árabe, cuya economía es la agricultura. En la raíz del conflicto se encuentra la competencia por los escasos recursos de una región que es muy pobre. En los últimos decenios el problema ha aumentado por el incremento demográfico y condiciones climáticas adversas. Esta competencia, en las décadas previas, había dado lugar a algunos enfrentamientos armados y a la organización de grupos paramilitares árabes.
En esa situación, las etnias negras de cultura nilo-sahariana se rebelan ante los ataques y la discriminación que entienden que sufren por parte de sus vecinos árabes, con el apoyo del gobierno de la nación. Esto da lugar a algunos enfrentamientos armados, en los cuales, los insurrectos alcanzan algunas pequeñas victorias. En los siguientes años, la situación va deteriorándose: Los insurgentes, mediante tácticas de guerrilla, mantienen su pulso bélico frente a las milicias árabes y el ejército. Éstos, por su parte, a las operaciones militares de tipo convencional añaden la política de combatir a sus enemigos aniquilando su sociedad civil e implantando la limpieza étnica. Esto lo hacen, como hoy Israel, con bombardeos sistemáticos de sus núcleos poblacionales, o con la toma de los mismos, seguida de violación sistemática de mujeres, asesinatos masivos, incendio de las viviendas, saqueo de los cultivos y el ganado etc. El conflicto hoy es calificado de genocidio hacia la etnia negra por gran parte de la comunidad internacional.
Se calculan unos 400.000 muertos en esta guerra y más de dos millones de personas desplazadas, lo que haría del de Darfur el conflicto con mayor número de desplazados en relación a su total poblacional de nuestro tiempo.
- 640.000 refugiados procedentes de Darfur, se han censado en los campos de refugiados de Chad desde 2023.
A lo largo de estos años, han sido muchos los intentos de mediación por parte de distintos estados africanos y la misma ONU, y de establecer conversaciones de paz. En principio, han sido infructuosos. El principal acuerdo de paz se firmó en 2020, pero desde hace dos años no se está respetando. En el momento actual, la población de Darfur sigue siendo masacrada a gran escala tanto por las tropas gubernamentales, como por la facción militar del general Hemdti, también de étnia árabe, que se le enfrenta en la guerra civil que asola el país. La semana pasada llegaba la noticia de una masacre en un campo de refugiados que ha causado más de 300 muertos. Desgraciadamente, lo peor en Darfur parece estar por llegar.
En Darfur, como en Ucrania y Palestina, es urgente y necesario que la vida y la dignidad humana recuperen su verdadero valor. Todo combate militar y toda acción genocida sobre la población civil debe cesar. Solo el respeto entre culturas y religiones, y el diálogo sincero, puede alumbrar un futuro sin violencia en el cual, todas las partes puedan compartir el territorio y sus recursos en paz, con justicia y acaso con solidaridad, apoyo mutuo y buena vecindad.
Por un mundo sin guerras, sin expolio económico, sin injerencias externas. Con tolerancia, entendimiento, empatía y cooperación entre personas, pueblos, étnias, religiones y culturas. Con respeto al medio ambiente, a la vida. Por un mundo en Paz.
Ver también:
La otra guerra que también recordamos (y denunciamos) este mes: Sudán
Pedro Sánchez anuncia un aumento del gasto militar de más de 10.000 millones de euros
El presidente del Gobierno ha anunciado la intención de cumplir este año con el objetivo de invertir el 2% del PIB en gasto en Defensa, para lo que se van a gastar 10.471 millones de euros. Esto es lo que se tenía previsto aumentar este gasto en cuatro años.
Redacción El Salto
10.471 millones de euros. Este es el gasto extraordinario en Defensa que ha anunciado Pedro Sánchez este martes 22 de abril, tras el Consejo de Ministros, con la intención de cumplir con el objetivo de invertir el 2% del PIB en gastos militares. Y lo realizará este mismo año, siguiendo el mandato de la Unión Europea, a quienes informará de este aumento en el gasto de manera inmediata. Lejos queda la promesa de llegar a esta cifra en 2029, como se había puesto sobre la mesa en un principio.
Para este aumento Sánchez ha asegurado que “no se va a tocar ni un céntimo de euro” de la inversión destinada al estado de bienestar. Según ha relatado Sánchez, usará tres fuentes: una reorientación de los Fondos Next Generation, en concreto la cantidad destinada a ciberseguridad, los ahorros disponibles por “la buena gestión económica del gobierno” y remanentes de partidas de los presupuestos no gastadas.
Las presiones internacionales
De fondo, las presiones de la OTAN y de la Unión Europea para aumentar este gasto. El presidente de Estados Unidos ha advertido a los miembros de la OTAN de que, si no destinan los recursos comprometidos a su propia defensa, su país no les defenderá, lo que preocupa a los países europeos de cara a una hipotética invasión rusa. Tradicionalmente se exigía a los países pertenecientes a la OTAN un gasto en PIB del 2%. Trump ha pedido que este gasto se eleve por encima del 5% del PIB de cada país.
Desde la UE claman por un rearme europeo ante la amenaza de que la alianza transatlántica se resquebraje. “Estamos en una era de rearme”, “vivimos en tiempos extraordinarios”, ha expresado en sucesivas ocasiones la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, para explicar por qué es necesario aumentar aumentar considerablemente el presupuesto de defensa. El martes 4 de marzo Bruselas desplegó un plan de rearme para movilizar 800.000 millones de euros. Lo que se ha conocido como el plan Rearm Europe.
Entre las medidas de este plan: Bruselas plantea suspender las reglas fiscales. De esa manera, los gobiernos pueden invertir sin temor al castigo de la Comisión si superan el déficit del 3% del PIB. Esta suspensión no afecta a partidas sociales.
Gasto militar en España
Pero, ¿cuánto gasta España en armamento? Según datos del Instituto Juan Sebastián Elcano, entre 2014 y 2024, España incrementó su gasto en 10.215 millones de euros, pasando de 9.508 millones a 19.723 millones, un aumento del 107%. Y esto solo teniendo en cuenta los gastos del Ministerio de Defensa.
Como explica este artículo de El Salto, el gasto militar nunca ha gozado de popularidad en España. Así lo confirmaba una encuesta del CIS de noviembre de 2024, donde solo el 14,2% de la población apoyaba que el Estado gaste “mucho más” en Defensa. Una impopularidad que es conocida de sobra por los sucesivos gobiernos, que han hecho hasta ahora todo lo posible por esconder y “minimizar” este gasto.
Hasta hace muy poco, el Gobierno solo contaba como gasto militar el presupuesto del Ministerio de Defensa, pero existen muchas otras partidas dispersas por otros ministerios que no se computan para estos menesteres pero que sí son para ellos. Además, la apuesta belicista no se ha frenado en los últimos años.
Según los datos del Grup Antimilitarista Tortuga, y teniendo en cuenta todos los gastos asociados al militarismo, en 2023 España gastó 50.239,17 millones. Ese año se habían presupuestado 24.552,44 para ello, esto es, de facto se duplicó el gasto.
En 2024, el gastó militar declarado por el Gobierno en España trepó hasta el 1,28% después de que el Ejecutivo decidiera introducir partidas que antes no se consideraban como gasto militar a pesar de que otros países de la OTAN llevaban años haciéndolo. Desde el Centre Delas aseguran qu si se reconocieran todos los gastos militares reales repartidos en diferentes ministerios, el porcentaje del PIB destinado a gasto militar ya estaría muy cerca del 2%.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/gasto...
El Gobierno elevará el gasto en Defensa al 2% del PIB sin subir impuestos, con fondos UE y sin presentar Presupuestos
Ingrid Gutiérrez
El Presidente, Pedro Sánchez, ha anunciado una inversión adicional de 10.471 millones a través de un plan industrial y tecnológico para alcanzar este mismo año el objetivo que se había propuesto lograr en 2029.
Sin recortar el gasto social o medioambiental, sin subir los impuestos, sin incrementar el déficit o el endeudamiento... y sin Presupuestos Generales del Estado aprobados este año. La cuadratura del círculo que tiene por delante el Gobierno para elevar el gasto en Defensa desde el 1,4% del PIB que alcanzó el año pasado hasta el 2% al cierre de este ejercicio, como se ha comprometido este martes el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, implica hasta la fecha varias líneas de actuación.
La primera de ella son los 3.182 millones de euros de 'colchón' que el Ejecutivo ha logrado gracias al buen dato de cierre de déficit del año pasado. El aumento de la recaudación vía impuestos -gracias a la buena marcha de la economía, el tirón del empleo, el aumento del consumo de las familias y la mejora de los beneficios de las empresas- permitió reducir el agujero de las cuentas públicas hasta el 2,8%, por debajo del límite del 3% impuesto por Bruselas.
Las dos décimas 'extra' equivalen a esos 3.182 millones, que suponen alrededor del 30% de los 10.471 millones de euros que suponen pasar del 1,4 al 2% del gasto sobre el PIB previsto en 2025. Esta cantidad se unirá a lo invertido a lo largo de los últimos años hasta alcanzar una cifra total de 33.123 millones destinados a seguridad y defensa. No es la única pieza que el Gobierno pondrá sobre el tablero para ceñirse a las exigencias de la OTAN y a los compromisos con los socios europeos.
La otra implicaría mover partidas de los Presupuestos prorrogados de 2023 que no se están ejecutando porque ya no son necesarias para destinarlas a los desembolsos en este ámbito. Para esta operación en concreto no sería necesario contar con el visto bueno del Congreso de los Diputados. Esto es así gracias a una disposición que se incorporó a las cuentas públicas de 2021.
Sumado a todo lo anterior, Moncloa contempla emplear para ese fin fondos europeos Next Generation y hacer uso de las facilidades de financiación que pongan sobre la mesa el Banco Europeo de Inversiones (BEI) y el Banco Central Europeo (BCE).
Recientemente, la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, apuntó a que otras posibles vías a explorar serían el uso de una parte del montante destinado a fondos de contingencia -partida a la que el Ejecutivo puede recurrir en situaciones excepcionales, como en su momento la DANA-, además de autorizar nuevos créditos, un opción esta última que sí tendría que pasar por el pleno de la Cámara Baja y recibir su aprobación.
Más de la mitad del gasto, a empleo o ciberseguridad
El aumento de 10.471 millones anunciado por Sánchez a través de su Plan para el Desarrollo e Impulso de la Tecnología y la Industria de la Seguridad y la Defensa deberá recibir el visto bueno de la OTAN. De ese montante, el 35,45% irán a mejorar las condiciones laborales, la preparación y el equipamiento de las Fuerzas Armadas, esto es, unos 3.712 millones; otro 31,16% (3.262 millones) se destinará a desarrollar y adquirir capacidades de telecomunicaciones y ciberseguridad.
Un 16,73%, algo más de 1.751 millones, se empleará para reforzar el papel del Ejército en la gestión de emergencias y desastres naturales, como inundaciones o incendios, pero también a mejorar las condiciones de seguridad de los 3.000 efectivos en misiones de paz en el exterior. Por último, un 18,75% se destinará a fabricar y adquirir armamento, porcentaje que equivale a unos 1.963 millones.
Según cálculos del Gobierno, el aumento de las inversiones en Defensa tendrá efectos positivos sobre la economía. Las estimaciones que maneja Moncloa apuntan a la creación de cerca de 100.000 empleos (36.000 directos y 60.000 indirectos), y a que podría impulsar el avance del PIB entre cuatro y siete décimas.
El Gobierno viene defendiendo que la mayor parte de los fondos movilizados se quedará en España, dado que prevén que el 87%, unos 90.000 millones, vayan a parar a empresas y trabajadores nacionales; y cerca del 5% a firmas europeas. "No elegimos las crisis, pero sí elegimos cómo afrontar y responder a esas crisis", ha asegurado Sánchez.
¡Que viene la guerra! Por un pacifismo activo frente al miedo desmovilizador
¡QUE VIENE LA GUERRA! HACIA UN PACIFISMO ACTIVISTA Y AMBICIOSO
Juan Carlos Rois
Hace unas semanas los propagandistas de la fe militarista, con sus acólitos Made in Spain en primera fila, nos ofrecieron la penúltima muestra de su descaro con el famoso anuncio del kit de guerra, esa burda descarga eléctrica destinada a condicionar las emociones sociales y a manipular el miedo atávico, dos de los mejores aliados de la servidumbre social con los que nos lleva a obediencia el artefacto del poder.
En ese clima, medio en broma medio en serio, me escribía en una red social que compartimos una amiga, activista social donde las haya y comprometida con la causa de los nadie hasta el tuétano:
A ver si hago la compra para quince días que está la nevera ya pidiendo … Si viene la guerra no sé si llenarla mucho porque con 72 horas se va a poner todo malo… Un sinvivir.
Como estábamos medio en broma, medio en serio, y dada la propensión de desbocarnos en las redes sociales (otra servidumbre de la que no he logrado aún desertar) yo contesté de este modo:
Si viene la guerra suficiente lío vamos a tener con esconder a todos los chavales para que no los recluten y con cartografiar dónde está la gente más tirada para intentar montar cadenas de cuidados y alimentos solidarios. Ni hambre vamos a tener…
Imaginemos de una forma un tanto distópica que en realidad la guerra que se anuncia a bombo y platillo acaba llegando (porque a la patulea de listos listísimos que nos gobiernan se les va de la mano la escenificación o porque los mercaderes de la muerte deciden que es más ventajosa). Si pensamos desde tal ficción y nos preguntamos ¿Qué haríamos entonces? tal vez podamos repensarnos y, quien sabe, hacernos preguntas y encontrar respuestas útiles para vitalizar el pacifismo languideciente de ahora.
Supongamos que muy a nuestro pesar, viene la guerra y las plagas que la acompañan. Se nos impone un régimen de control social más rígido, unas reglas de economía de guerra más explícitas, la militarización de la producción industrial, la reconversión hacia la fabricación de armas, diversos confinamientos, la orientación de las actividades funcionariales a los fines bélicos, recortes sociales y presupuestarios para sostener el esfuerzo militar, reclutamientos forzosos a los menores de determinada edad, servicios obligatorios a la población en general, racionamientos y restricciones de la cadena de bienes y servicios, suspensión o recorte de prestaciones y servicios básicos, control social rígido a la disidencia, censura y desinformación y el largo etcétera que acompaña a las guerras que hemos visto en otros lugares. Supongamos que comienza la destrucción, la muerte, el desabastecimiento, desplazamientos forzosos, violaciones, secuestros y desapariciones, la manipulación de la verdad y todo lo que acarrea una guerra, ¿qué haría el movimiento pacifista, si esto existe para entonces? ¿qué las variadas articulaciones antimilitaristas?
Se me ocurre que “soñar despiertos” lo que haríamos en tal caso, dando rienda suelta a nuestra imaginación, a nuestros deseos y preocupaciones, a nuestras sensibilidades y afectos y a todas nuestras capacidades (más allá de la pura racionalidad habitual) nos puede dar algunas claves para enfocar el activismo pacifista de ahora y para construir nuevas fortalezas por si llega el caso.
Por soñar que no quede. Yo aporto por mi cuenta mi acopio propio de aspectos a los que tal fantasmagoría me provocan. Los formulo en diez puntos, un formato muy predecible por otra parte:
1.- Pacifismo desobediente y de resistencia a la guerra
¿Qué pasaría si declaran la guerra y no va nadie? Parece un lema simplón, pero, por ejemplo, movilizó tal cantidad de energía política en EE. UU. que hizo inviable el coste de mantener la guerra de Vietnam y provocó la retirada de la tropa americana del teatro de operaciones y la paz de París. Y más cercanamente, recuerdo que durante el ciclo largo de la lucha contra la ley de objeción y la insumisión fue uno de los lemas motivadores de la estrategia de acción política que movilizó a la juventud insumisa y acabó con la mili.
Puede parecer, como nos acusan a diestra y siniestra con una complacencia ciertamente miope, una ingenuidad. Pero pone el dedo en la llaga de la esencia de la guerra que declaran los halcones en su beneficio, pero ejecutan los pueblos en su propio perjuicio: la servidumbre voluntaria a su lógica y la necesidad de nuestra colaboración para que el régimen de guerra (¡también su preparación!) tenga eficacia.
Desde luego, situarnos en tal hipótesis al menos nos obliga a incorporar a nuestra agenda de prioridades actuales una mejor preparación para la desobediencia, la deserción y la resistencia a la guerra. De modo que, a mi entender, el pacifismo de hoy debe ser nítida. estratégica y rabiosamente (rabioso de indignado quiero decir) desobediente, insumiso, desertor, abandonista, no colaborador, … como lo queramos llamar, en vez de pactista, colaborador, reformista, integrador, lobista, bueno, el término que prefiráis.
Los testimonios de las resistencias a la guerra y de los y las objetoras que se negaron a participar de cada una de las habidas hasta la fecha (ahora de nuevo denostado por los ideólogos de la guerra y hasta por la izquierda brahmánica, y complaciente que culpabiliza de la guerra al pacifismo “ingenuo” y “cobarde”) pueden darnos pistas orientadoras para la construcción de uno de los ejes que debe profundizar hoy el tipo de pacifismo consciente y agresivo que necesitamos.
Contamos con ejemplos de los que ilustrarnos y tomar ideas, como las organizaciones de mujeres de Liberia y su persistente lucha contra la guerra, o las mujeres de negro durante la guerra en la ex-Yugoslavia y después por todo el mundo con sus luchas noviolentas, o la desobediencia desencadenada en EE.UU contra el reclutamiento en la guerra de Vietnam, o de los miles de objetores ingleses durante la I guerra mundial que sentaron las bases para el reconocimiento de la resistencia a la guerra como una forma de ejercer el derecho a la paz, o de la insumisión en España, o el desconocido pero no despreciable papel de los resistentes a las actuales guerras en Israel, Ucrania o Rusia, entre otros muchos que podemos rastrear y de los que aprender o innovar.
Testimonios todo ellos que pueden orientar uno de los aspectos (que habremos de llenar de contenido actualizado para el hoy y el ahora), con el que organizar la resistencia desde abajo por si viene la guerra, pero, sobre todo, para ponerle pie en pared a la dinámica de los halcones y conseguir el número crítico de personas que la hagan inviable.
Un enfoque desobediente necesita orientar una gran parte de nuestra acción actual hacia la gente joven que ya participa de otros activismos (que la hay, como siempre la ha habido): ofrecerle protagonismo en la resistencia contra la guerra, dotar de contenido rejuvenecido al relato desobediente y a las prácticas de insumisión a la guerra, abrir nuestros espacios y nuestras agendas propias a sus luchas y metodologías hacerlas nuestras, ofrecer sinergias, promover el debate y aprendizaje de la noviolencia política y de los repertorios y prácticas de su caja de herramientas, organizar con ellos, como ya lo hicimos con la insumisión, la futura/presente respuesta desobediente y su colchón social de apoyo.
También necesita entrar en diálogo con la restante población joven susceptible de ser en un momento dado enrolada en alguna actividad militar: inquietarla, ofrecer acogida y redes para una futura insumisión, contagiarla la urgencia y la indignación, implicarla en un activismo de contacto físico y no sólo virtual. Y, cómo no, apelar a sus familias, a sus padres y madres para agitarles, incomodarles si llega el caso, y conmoverlos a la acción: ¿vais a consentir que los enrolen en una guerra sin hacer nada antes? ¿Vais a abdicar de los ideales que os movieron a participar, de un modo u otro, en la lucha insumisa, o en el no a la guerra de después de la desaparición de la mili? ¿Vais a delegar la responsabilidad hacia esos jóvenes sin hacer nada en los vomitorios de hiperventilación militarista en los que caen en las redes? ¿Vais a venderos al discurso fatalista o supremacista de quienes os prometen ideas hueras y os aseguran una vida de mierda y mayor inseguridad?
Nos obliga además a construir las redes y tramas de organizaciones sociales de todo pelaje y de articulaciones que puedan apoyar, protagonizar y organizar dicha respuesta desobediente y resistente frente a los desafíos del rearme y de la guerra: altermundistas, libertarios y anarquistas, movimientos sociales, luchas ciudadanas, internacionalistas, corrientes éticas y religiosas que no adoran al becerro de oro, sindicalismo de aspiración transformacional (del otro para qué hablar).
Sin duda todo esto llama a otros modos de comunicación, tanto en los contenidos como en los formatos, por nuestra parte, algo que supone un verdadero reto y un esfuerzo imponente visto a la distancia. La buena noticia, como siempre lo ha sido, es que no estamos solos y que, si volvemos la vista a nuestro alrededor, hay más gente en la brega y con la que apoyarnos.
Un enfoque este desobediente que tal vez nos traiga más de un sinsabor, pues supone un cambio de enfoque radical desde una reivindicación desiderativa y puramente idealista de no a la guerra hacia un no a la guerra más agresivamente resistente, desobediente y confrontacional y transformacional. Y … miles de trabajos exigentes que se derivan de este enfoque y que tenemos que consensuar y construir, que desafían nuestra ambición y constituyen todo un reto.
2.- Pacifismo de acción directa y disrupción: boicot a la guerra y a su preparación.
La guerra la hacen los ejércitos y sus armas y precisamente el boicot a toda la cadena de investigación, producción, comercio y utilización de armas, a toda la red de colaboración con la industria bélica, a toda la logística militar y de preparación de la guerra, a toda su financiación y a todos los centros de toma de decisiones sobre la guerra y su preparación, forma parte de la agenda que necesitamos ante la urgencia del clima bélico en construcción.
Por otra parte, y como afirma el antimilitarismo, la guerra se hace aquí en todo su ciclo de preparación-difusión y aquí tenemos un evidente campo de acción para pararla.
Ejemplos los hay y a puñados: trabajadores alemanes que boicoteaban la fabricación de armas durante la guerra civil española o en la II guerra mundial, objeciones laborales y a la investigación armamentística que ayudaron a desenmascarar sus maquinaciones, ocupaciones de bases militares como por ejemplo el campamento de mujeres de Greenhan Common (Berkshire, Inglaterra) entre los años 1981 y 2000, marchas a bases e instalaciones militares como las protagonizadas por el movimiento pacifista de Andalucía en Morón o Rota, o por el movimiento pacifista madrileño en Torrejón, o por el antimilitarista en Aitana ( Alicante), La Marañosa (Madrid), Pájara (en Fuerteventura), el Retín (Barbate) o Bardenas Reales (entre Navarra y Zaragoza), acciones directas en instalaciones militares, boicots en puertos de atraque de barcos con armas, ejemplos de conversión de la industria militar como el Plan Lucas en los años 70 que recoge en el reciente libro “Conversión de la industria militar en Euskal Herria” (por otra parte de muy recomendable lectura) y un largo etcétera.
Activismo como el protagonizado en España contra la llamada banca armada, penetrando en sus asambleas accionariales para denunciar sus prácticas militaristas o realizando acciones directas y performances a sus puertas, o en similar sentido en las ferias de armas o en los actos juveniles con presencia militar, desfiles, etcétera.
También el ejemplo del movimiento pacifista de Euskadi en la actualidad está siendo un verdadero ejemplo visible de esta lucha cuerpo a cuerpo por el boicot de la preparación de la guerra.
De igual modo la lucha de la objeción fiscal y cuantas propuestas de aflorar el gasto militar oculto o la deuda militar y de luchar contra el gasto militar.
Todos estos ejemplos, y otros muchos que pueden señalarse, nos ofrecen una indicación que permite reorientar una gran parte del enfoque global de esa cosa difusa que es el movimiento por la paz en España desde su actual presencia prioritariamente testimonial, su planteamiento principalmente desiderativo, su política comunicacional prioritariamente académica y de “expertos”, hacia una prioridad del activismo de boicot y visibilización del enfrentamiento.
Y si se permite la boutade, dado que guerra y capitalismo son dos caras de la misma moneda, podemos ampliar el foco a otros centros de agresión no necesariamente militares y a otras luchas atravesadas por el mismo entrecruzamiento de males.
Para ello debemos mejorar nuestros canales de acción y reorientar gran parte de nuestro esfuerzo, actividad presencial y visibilización hacia:
Las propuestas de boicot laboral y sindical a la investigación y fabricación de armas, lo que implica también llamar a la coimplicación y a la responsabilidad de la “clase trabajadora” y los sindicatos “de clase”. Revertir el pactismo y la petición de carga de trabajo para las industrias bélicas y promover la toma democrática de decisiones de conversión de estas industrias y el boicot a esta producción.
Las propuestas de señalamiento y boicot a las industrias militares y a sus accionariados, la banca que los financia, a los sindicatos y empresas “indirectas” colaboracionistas, las ferias de armas y demás actos de similar índole.
Las propuestas de boicot de consumo, ahorro y cualquier otro tipo de colaboración con la preparación de la guerra y con las empresas que la facilitan o promueven.
Las propuestas de acción dirigidas hacia las instalaciones industriales o militares, bases e instalaciones militares y terrenos afectos al interés de la defensa.
La lucha contra la colaboración universitaria con la industria militar o con los ejércitos.
La expansión de las propuestas de objeción fiscal, de lucha contra el gasto militar y de insumisión al pago o cualquier prestación a favor de la preparación de la guerra y en contra de los recortes y erosión de los derechos sociales y de las necesidades humanas.
Las propuestas de acción contra el transporte de armas por nuestros territorios o contra el atraque de barcos con cargamento militar en puertos y aeropuertos.
La lucha contra la utilización del territorio para la guerra: desde los campos de maniobras y entrenamiento militar hasta los espacios naturales, pasando por la resignificación pacifista de calles, celebraciones y simbologías y el rechazo al uso de nuestros pueblos y ciudades para ensalzar el militarismo, y el rechazo de cualquier colaboración con los ejércitos o las industrias militares deben ser objeto de nuestra reivindicación pacifista.
La lucha, más allá de la opacidad, el descontrol o la reducción, contra el gasto militar y contra la deuda militar ilegítima y en favor del cambio radical de prioridades hacia la seguridad humana y la ecología.
El señalamiento de los partidos políticos y de los medios que apuntalan con su acción y su práctica la preparación de la guerra, ya sea aprobando partidas militares.
3.- Pacifismo del común y de los cuerpos visibles.
Si llega el momento de la guerra, el pacifismo que quiera ser útil debe ser a la vez:
1) Activo, presencial, visible y activista, organizado y comprometido en su resistencia a la guerra y
2) Co-implicado en el apoyo a las necesidades de autoorganización, cuidados y apuesta por la vida de las poblaciones.
Importará la ética individual y los valores universales, el testimonio y los ideales, no digo que no, pero más importará la capacidad de actuar en el espacio físico concreto con solidaridad y de ayudar a la organización y el empoderamiento del procomún a fortalecer sus redes de apoyo, solidaridad y vinculación en la adversidad y ante el abandono por parte de nuestros supuestos defensores.
Para construir esta dinámica tan necesaria, el pacifismo, desde ya, deberá hacerse patente de forma visible:
Priorizado la acción directa sobre la acción delegada,
Haciendo obvia la visibilización cuerpo a cuerpo de nuestra presencia,
Dando cuerpo a un activismo horizontal, inclusivo y de base,
Facilitando dinámicas, espacios y propuestas de encuentro y construcción de prácticas de acción comunitaria compartidas con la gente del común.
Buscando espacios (propios o de otros) de inclusividad y empoderamiento social como principales activos para ganar participación, creatividad, espontaneidad y diversidad táctica,
Ensayando prácticas de un activismo colectivo, de base, horizontal y desde abajo por encima del academicismo, la especialización, la profesionalización, los notables y los liderazgos hiperventilados, competitivos o egocéntricos.
Aprendiendo la interposición y los cuerpos actuantes en el ágora (ya sea concentrándose, escenificándose y realizando performances, oponiéndose, discutiendo y charlando, creando arte etc., con tal que permita la visibilidad de lo colectivo) por encima de las declaraciones, manifiestos, tabloides, admoniciones y la virtualidad.
Priorizando en su visibilidad y acción comunicativa la expresividad de la concentración de personas visibles, los enfoques disruptivos, las escenificaciones tumultuarias, sorpresivas e incluso hilarantes y las metodologías de enfrentamiento con el fin de generar actos de comunicación cargados de significado y que apelen a la movilización de energías activistas.
Cuidando los contenidos alternativos y de desacato contra la lógica militarista y la apuesta por la desmilitarización por encima de las propuestas de mantenimiento del statu quo y de paz jurídica.
El desarrollo de inteligencia colectiva y de poder social para cimentar la multiplicidad de aspectos que debemos abarcar y desde los que aspiramos a desbordar a las lógicas de la guerra.
Debemos visibilizarnos como redes de personas y articulaciones en movimiento y en lucha, capaces de provocar capilaridad en la sociedad y animar tanto a la adhesión fácil a nuestras prácticas para cualquiera, como de provocar deserciones y cambio de lealtades entre quienes apuestan por un pacifismo retórico, ético o incluso de paz negativa.
Y ojalá, también capaz de organizarse como trama de relaciones, inteligencias colectivas, prácticas sociales y luchas y no tanto como sopa de siglas, suma de ortodoxias o baile de liderazgos y oportunismos.
4.- Pacifismo de la vida y de los cuidados.
Cuando llegue la guerra llegará el desastre para la vida, porque la guerra trae de la mano comunidades rotas, destrucción, desvertebración, agresión a la naturaleza, violencia global y negación de la vida de todo lo que no es de los nuestros.
Una guerra futura implicará, tal vez lejos o tal vez aquí, destrucción de la vida y de la naturaleza a escala masiva. Lo vemos a menudo en las imágenes que nos sirven los medios de comunicación de cualquiera de las más de cincuenta guerras vigentes.
La aspiración de los contendientes es desplazar el teatro de operaciones lejos de las fronteras propias, aunque en una futura guerra como la que nos anuncian con las capacidades de “proyección” de los ejércitos actuales, con el acopio de misiles, drones y otros ingenios, con la capacidad de ciberataques contra infraestructuras críticas tal vez esto no esté asegurado,
La destrucción en el territorio donde ese desencadena el teatro de operaciones no es la única destrucción de la vida y de la convivencia que provoca la guerra. Conocemos oleadas de personas desplazadas y refugiadas tanto internos como externos, familias y pueblos que huyen de la guerra. Devastación de ecosistemas o de pueblos. Víctimas internas como disidentes, minorías, connacionales del bando enemigo en suelo propio.
Hay victimas más fragilizadas y peor tratadas que otras por el hecho de su propia condición, sea cual sea esta: las mujeres, principal víctima y por partida doble de todas las guerras, víctimas transgénero, jóvenes, personas ancianas o empobrecidas, disidentes, rehenes, animales, ecosistemas, patrimonios materiales o inmateriales, …
Si nos fijamos en el propio bando, y aun cuando el campo de batalla, a tenor de la experiencia de las operaciones actuales y pasadas de la OTAN y de la UE, pudiera no encontrarse entre nosotros, la guerra también victimizará y destruirá nuestras comunidades y modos de convivencia, reforzará los valores identitarios, nacionalistas, violentos, autoritarios, patriarcales; perjudicará a las mujeres y sus luchas y derechos; victimizará aún más a las personas y colectivos más empobrecidos, fragilizará nuestras redes de cuidados.
Llama la atención favorablemente a este respecto la enorme experiencia acumulada de autoorganización ciudadana y ayuda mutua en situaciones de catástrofe. Es un activo popular frente a la desconfianza y la violencia de la respuesta oficial y militarista.
SI miramos hacia nuestra propia historia, la participación del pacifismo en los cuidados en las guerras es variada y ejemplar. Podemos tomar memoria y ejemplo de ella para el futuro. Recordemos por ejemplo las implicaciones de los cuáqueros con hospitales y centros asistenciales en las guerras mundiales, o los ejemplos de cuidados en la guerra civil española de José Brocca, organizando comités de distribución de comida y ropa en Madrid o de la creación de colonias de niños junto con la médica anarquista Amparo Poch, entre otros activistas pacifistas de menor renombre en la guerra civil española; o los ejemplos del pacifismo feminista del siglo XIX como pueden ser la Hull House de Chicago, la Infirmary for indigent women and children de Nueva york y otros ejemplos de lucha contra la violencia estructural y cultural (otro modo de ejercer la guerra) contra las mujeres en barrios empobrecidos de EE.UU, , o el proyecto Srebrinca tras la guerra en la ex -Yugoslavia, o ejemplos de mediación y reconstrucción de comunidades rotas protagonizados por colectivos de mujeres pacifistas en Siria, o el activismo de apoyo a las comunidades rotas por la guerra en actuales escenarios bélicos tanto en Palestina, como en Ucrania y tantos otros lugares que en general son desconocidos para el gran público.
Por eso, un pacifismo que quiera ser responsable ante la hipótesis de una guerra debería enfocar también su futuro, pero también su actual trabajo a todo lo relacionado con la protección de la vida y los cuidados, ya sea para la hipótesis de que el territorio propio sea teatro de operaciones y haya que enfocarse más a los cuidados de comunidades rotas, principalmente hacia las víctimas por partida doble de las guerras (mujeres, jóvenes, mayores, vulnerables, etc.) ya sea que la guerra tenga lugar lejos y hayamos de ocuparnos de cuidar de los vínculos internos y cercanos y los impactos de la guerra sobre nuestras propias víctimas silenciadas y la capacidad de solidaridad y empatía de nuestras sociedades.
Incorporar la vida y los cuidados a nuestro pacifismo actual, con vistas a organizar respuestas en caso de que estalle la guerra, implica a su vez nuevos aspectos a trabajar ya y ahora como:
La inclusión con relevancia en nuestro pacifismo actual de las articulaciones sociales de autoayuda, ayuda mutua y cuidados con relevancia y protagonismo en construir comunidades más empoderadas, empáticas, solidarias y capaces de autorregulación y resolución alternativa de conflictos.
Un movimiento pacifista de la vida que quiera dar respuesta de cuidados debe reforzar su perfil feminista, ecologista y de lucha por la igualdad y contra la pobreza y vincularse de manera decisiva a sus luchas y agendas de apuesta por la vida y los cuidados.
Debe apostar, como ya lo hizo el movimiento pacifista-feminista de los siglos XIX y principios del XX, por promover y dinamizar redes de cuidados y dispositivos de solidaridad: acogida, salud, apoyo a mujeres, educción, desarrollo comunitario, resolución de conflictos, etc.
Debe promover la solidaridad con las víctimas de otros conflictos y el apoyo tanto aquí como en las zonas en que se encuentran.
Debe dar respuesta específica y orientada desde la apuesta contra la violencia rectora a las diversas agresiones que las violencias directas, estructurales y culturales y su interrelación ya provoca en nuestras sociedades, como, por ejemplo, las provocadas por la violencia contra las mujeres, la aporofobia, el racismo y etnocentrismo, la explotación, las constantes agresiones ecológicas, …
5.- Pacifismo sabio y sensibilizador
Se dice que la primera víctima de la guerra es la verdad. Lo estamos viendo a diario.
Desde los distintos pacifismos hemos hecho un abrumador acopio de información, de conocimientos y análisis. Nunca antes hemos acumulado tanta información como ahora. Pero, por desgracia, más información no implica necesariamente mayor movilización, ni más compromiso ni mejores logros.
Nuestros conocimientos actuales, tanto los especializados como los generalistas e incluso los inespecíficos y procedentes de otras luchas cercanas, también deben ser puestos al servicio de la causa de la paz de una forma diferente, principalmente para tres grandes propósitos:
el desenmascaramiento de la mentira de la guerra y su construcción
la sensibilización y el despertar de la lucidez de la sociedad al respecto
y la construcción colectiva del camino de la paz más allá de la paz negativa o de la ausencia de la guerra.
Necesitamos, sobre todo teniendo en cuenta la guerra que viene, un movimiento por la paz sabio y útil. Pero sabio no quiere decir, a mi modo de ver, que tenga mucha información ni que acopie mucho conocimiento tradicional, sino saber leer la realidad, interpretar el tiempo que vivimos, aplicarse en discernir lo importante de lo trivial y destinar estos saberes a la práctica y a las aspiraciones de respuesta o de cambio.
Un pacifismo sabio quiere decir sabiduría colectiva, no que contemos con “sabios” por libre.
Y sabiduría colectiva lo debe ser en saber elegir la acción, el momento, las estrategias, las opciones, las prácticas, en sacar lecciones de las prefiguraciones que anticipa nuestra acción, en saber sacar motivación de la esperanza, en saber vislumbrar la alternativa a la que apuntan nuestras apuestas y los caminos para acercarnos a ella… En saber soñar el camino, en aprender la resiliencia y la resistencia que necesitamos para no doblegarnos, en ensayar prácticas de vida y acción de contraste y prefigurativas, …
Los saberes que necesitamos no se deben confundir con los conocimientos teóricos, expertos, tradicionales y/o académicos al uso, legítimos y de innegable importancia para desarrollar nuestra sabiduría pero insuficientes, y se refieren también a otros tipos de conocimientos prácticos, experiencias de vida, confrontación de perspectivas, modos de analizar la realidad, prácticas de acción, inteligencias emocionales y otro sinfín de saberes tan legítimos (y tal vez más urgentes) como los primeros.
Por eso la sabiduría del movimiento debe construirse en colectivo aceptando todas las legitimidades y todas las sabidurías de los co-participantes en su construcción.
Para ello, en mi criterio el pacifismo actual necesita provocar, al servicio de la causa de una paz con contenidos y que aspire a algo más que a la preparación de la guerra o a la paz negativa:
un verdadero cruce de saberes que aún no tenemos, los que cada cual y cada organización acumula,
y una ortopráxis de acción política (por encima de cualquier ortodoxia)
Lo necesitamos porque el conocimiento compartido nos ofrece un verdadero antídoto para no caer en la mentira que propaga el discurso oficial y porque permite sensibilizar a la sociedad de forma capilar y significativa.
Necesitamos ese cruce de saberes para poder actuar de manera capilar en la sociedad en su conjunto, hacia la que debemos priorizar estrategias de diálogo paciente, sensibilización, debate, formación y apertura a la participación fácil e inclusivo en nuestro activismo.
Necesitamos generar una corriente de sensibilización abierta a otros mundos y a sus capacidades expresivas, tal como ocurrió en la experiencia insumisa, capaz de hacerse porosa a todo tipo de vínculos sociales, desde las familias a los grupos de barrios, desde los institutos e instituciones educativas a los medios de comunicación, desde las organizaciones religiosas y políticas a las culturales o de otra índole, con la participación y la expansión de creatividad que supuso logros tan insospechados como la implicación de canciones y cantantes, literaturas varias, teatro, expresiones lúdicas, fiestas y celebraciones, arte callejero, música, debates, mesas redondas, cine, tesis doctorales, valores compartidos y prácticas sociales, y todo tipo de actividad imaginable.
Lo necesitamos porque la sabiduría compartida genera energías nuevas, supone una verdadera escuela de formación y aprendizaje colectivo, ofrece perspectivas novedosas y nos ayuda a empoderarnos y a construir nuestro relato y nuestras aspiraciones en común, el patrimonio con el que podremos enfrentar el discurso de la guerra.
6.- Pacifismo internacionalista.
Si ocurre la guerra, el desafío del pacifismo resistente a la guerra deberá tener en cuenta su vocación doblemente internacionalista y poner en práctica sus capacidades de solidaridad.
Hacia los pacifistas del otro lado del conflicto, que merecen igualmente nuestra colaboración y solidaridad recíproca.
Los otros pueblos, victimas también del régimen de guerra.
Por eso nuestro pacifismo actual necesita volverse más intercomunicado con otros pacifismos y más internacionalista en la solidaridad y el empuje de propuestas de desarrollo justo con otros pueblos.
Necesitamos también concertar líneas de acción política más resistente a la guerra con otros pacifismos, tanto de los pueblos circundantes que en teoría forman parte de nuestro propio bloque, como de los que forman parte del teórico enemigo.
Necesitamos más conocimiento y encuentro, más intercambio, más colaboración con otros pueblos para desinventar la idea de enemigo y reenfocar nuestras luchas contra los verdaderos enemigos de la seguridad humana, el militarismo y sus apoyos entre ellos.
Asombra que la clase obrera consciente de su lugar en el conflicto de clases que impone nuestro orden capitalista no reconozcan la solidaridad de clase con las calases obreras de los pueblos hipotéticamente enemigos y no actúe de forma solidaria en favor de la paz de clase. Asombra más aún cuando los obreros y los sindicatos que en teoría construyen para llevar a cabo esa solidaridad internacionalista son, pongamos por caso, los que piden carga laboral para fabricar armas que agredirán a otras clases trabajadoras.
7.- Contra el presentismo, el oportunismo y la improvisación.
La séptima condición que debemos profundizar para fortalecer un movimiento pacifista capaz de resistirse a la guerra tiene que ver con varias tendencias que, en mi criterio, evidencian una de las mayores debilidades con las que se nos percibe.
La primera es el presentismo con el que algunas figuras u organizaciones entran y salen de la escena para hacerse ver en momentos de oportunidad y de cálculo. Sobran los ejemplos de presentismo oportunista que juega en contra de la solidez de un pacifismo en movimiento. Máxime cuando los mensajes y las escenificaciones de tal presentismo cogen, por lo general, el rábano por las hojas y no son coherentes con el núcleo fundamental de las propuestas pacifistas.
Este presentismo se aplica en ocasiones a organizaciones y personajes que calientan la silla o que aparecen en momentos oportunos sin verdadero contenido detrás y como mero reclamo.
Llama la atención la celeridad con la que se aprestan sedicentes líderes pacifistas sin contacto real con el pacifismo, para encabezar luchas pacifistas en momentos oportunos. Sobre todo, cuando tales liderazgos ad hoc se contrastan con trayectorias de trabajo que no acreditan precisamente la coherencia con el propio pasado.
Pero el presentismo se refiere también a modulaciones del pacifismo y organizaciones pacifistas que se presentan habitualmente priorizando la imagen sobre la sustancia, la apariencia y la puesta en escena vacía y con escaso contenido detrás o en abierta contradicción con el activismo pacifista más habitual.
El presentismo y el oportunismo, especialmente del que participan partidos políticos y sindicatos con gran aparato detrás, supone un lastre del que conviene desprendernos. Crea confusión, descrédito, desánimo y no genera sinergias en favor de la paz.
No cabe duda de que el oportunismo siempre será una tentación, incluso para las organizaciones más cabales, pues la ventana de oportunidad que nos provoca el azar permite en ocasiones buscar atajos en la lucha o acelerar procesos necesitados de un empujón. Pero deberíamos intentar en la medida de lo posible evitar el presentismo y guiarnos por la visión de largo plazo en vez de por el cortoplacismo, por la proposición y la iniciativa buscada por encima de la reacción y la opinión pública del momento, por provocar agendas y procesos en vez de responder al oportunismo y la improvisación.
Y, sobre todo, presentarnos con la significación comunicativa y con los contenidos propios, no prestados, de las propuestas pacifistas de paz positiva y no con las rebajas acomodaticias del momento.
Por ello también deberíamos saber, igual que antes propuse tejer alianzas, en el absoluto respeto y la franca colaboración con otras articulaciones e intereses legítimos, desembarazarnos de abrazos efectistas y de compañeros de viaje maleducados e irrespetuosos. Y a veces, incluso, denunciar sus maniobras. Aunque los sectarios nos llamen sectarios.
Un pacifismo que se precie debe defender su autonomía y su independencia. Ni es el hermano menor de ninguna ideología ni, menos aún, la correa de transmisión de las consignas de ningún partido político u organización sistémica. Cuando llegue la guerra, si esta no ha llegado ya, debe tener la capacidad de actuar sin mordazas ni préstamos que lo desvíen de su propia pretensión de resistencia a la guerra y construcción de la paz positiva.
8.- Pacifismo articulado y en busca de ciclos movilizadores.
Se necesita un pacifismo articulado y que pueda ser referencia patente para la gente del común que quiera movilizarse. Entiendo por articulado un pacifismo capaz de desarrollar simultáneamente:
una actuación concreta y cotidiana en cada lugar donde organizaciones pacifistas tengan presencia,
una de toma de decisiones común
el desarrollo de una acción política coordinada y compartida
capaz de provocar sus propias agendas y de hacer saltar a las ajenas sus reclamaciones y luchas
capaz de gestionar sus disensos y desacuerdos para que no resten y de resolver sus conflictos cooperativamente
dotada de mecanismos de apoyo mutuo, generador de sinergias y constructor de fortalezas compartidas
enfocada a la interacción y el diálogo con la sociedad en su conjunto
tejedor de redes y alianzas con otras articulaciones sociales.
Sería un error pensar en términos de organización o de estructura cerrada a la hora de concretar la articulación del pacifismo. Tanto por su diversidad de organizaciones e iniciativas, como por su pluralidad de enfoques, campos de acción, grado de relación, afinidades, sinergias y capacidades, la articulación deberá mantener suficiente plasticidad y porosidad para poder actuar donde y como se deba y se pueda en cada momento.
Debe huir de excesivas representaciones y sobrerrepresentaciones tanto grupales como personales y potenciar el carácter colectivo de su articulación, el carácter efímero y subordinado de sus portavocías y la existencia de mecanismos de control y de sujeción de estos portavoces más visibles a las directrices del común.
El modelo de articulación exige diversidad de grados de coordinación y de toma de decisiones estratégicas e incluso de campañas.
Sea como fuere, debe tener la suficiente visibilidad para ser identificado como tal de cara a la participación en sus iniciativas y en la construcción de sus propuestas, lineamientos y campañas.
9.- Ni lobbies ni estrategas.
En consecuencia, el movimiento pacifista que necesitamos no puede identificarse con pretensiones y experiencias superadas de formar una especie de club de notables con capacidad de influir o emboscarse en los círculos de poder para desplazar sus consensos o para convencerle de la bondad de sus propuestas.
No necesitamos notables que convenzan a los señores de la guerra ni podemos depender de lobbies, por bienintencionados que sean, para que en nuestro nombre negocien transacciones y cambios no asumidos ni decididos en común.
Sí necesitamos en cambio pacifismo de acción, de empoderamiento social, de cambio de mentalidades y prácticas sociales, de protagonismo colectivo y de enfoque más transformacional que transicional, más estructural y cultural que jurídico y de retoques, más profundo que pactista, inconformista, más de movilización y dinamización de la protesta que de pisar moquetas y salones.
Un pacifismo que pone al servicio de su causa los saberes y capacidades de sus activismos y activistas y que los supedita a sus necesidades, análisis, preocupaciones y prioridades y no al revés.
Frente al reproche de que no podemos aspirar a cambios si no llegamos a las instituciones, debemos afirmar que nuestra prioridad es el cambio de mentalidades y la activación del procomún, pero además, es que la experiencia desobediente de la insumisión o de las movilizaciones contra la guerra ya enseñan cómo para provocar cambios institucionales la vía de la lucha social puede obligar a efectuarlos y a provocar la quiebra de las agendas controladas por el poder al menos con la misma eficacia que el cabildeo.
10.- Pacifismo ambicioso y noviolento hacia la paz positiva.
El pacifismo resistente a la guerra tiene en cuenta el carácter esencial de la guerra y su preparación en la reproducción del sistema capitalista global. Como he explicado en otras ocasiones, la guerra es un ciclo repetitivo y espiral que se produce simultáneamente en el propio escenario (aquí) y en el escenario de confrontación (allí) y cuenta con un momento de preparación (antes) otro de ejecución (durante) y un tercero de reconstrucción/vuelta a empezar.
Escala de tiempo El contenido generado por IA puede ser incorrecto.
Dicha reproducción, en el contexto de interconexión de las distintas sociedades y estados del planeta, abre la puerta a una diversificación de guerras y a una convivencia de momentos, en distintos lugares, de los períodos del antes, durante y después.
En cierto modo la guerra es el estado natural de la política entre poderes capitalistas basados en la violencia rectora que subyace como razón, objetivo y medio de este sistema complejo y automatizado en el que nuestro poder de acción queda mediado y limitado. Modificando la propuesta de Clausewitz, no es que la guerra sea la continuación de la política por otros medios, sino que la política viene a ser la continuación de la violencia rectora por otros medios y la guerra el horizonte (como advertencia o como realización si llega el caso) de relación entre poderes capitalistas en pugna.
De este esquema pueden extraerse varios elementos para la construcción de la propuesta pacifista:
Dado el carácter cíclico de la guerra y que la misma se construye con ladrillos específicos en el antes, durante y después tanto aquí como allí, la manera de luchar contra la guerra es cortocircuitar en el antes, durante y después esos ladrillos específicos. Esto permite identificar planos concretos e interconectados de lucha pacifista. Podemos emplear los que aparecen en el bocadillo del cuadro anteriormente aportado u otros que nos parezcan más idóneos, pero lo cierto es que el carácter cíclico de la guerra presenta escenarios y concreciones de lucha contra la guerra más allá de la repulsa genérica.
Para quienes esperan luchar contra la guerra, una mala noticia. La guerra no va a llegar. La guerra ha llegado ya y la sufrimos, con distintas intensidades ya. No sólo me refiero a la guerra militar que se construye a nuestras espaldas, pero con nuestra silenciosa aquiescencia, sino a las otras guerras, las que se desencadenan cada día contra las mujeres, o contra la naturaleza, o contra los empobrecidos y vulnerables, o contra las familias sin casa, o la explotación o cualquier otro de los múltiples planos donde se despliega a diario la violencia directa, o la violencia cultural, o la violencia estructural. Y hay que dar respuesta ya, sin esperar más, también a estas guerras.
Del carácter político de la guerra como metodología de reproducción del capitalismo y de la lógica de violencia rectora (dominación-violencia) que lo reproduce, se infiere que lo contrario a la paz no es la guerra, sino la violencia rectora, y la guerra, la expresión de esta en el ámbito de la seguridad. De esta manera de ver las cosas, se infiere que la lucha por la paz no se refiere a la paz negativa (lucha contra la guerra y pretensión de mera ausencia de guerra) sino a una paz positiva y ambiciosa, entendida como lucha contra la violencia rectora y contra sus lógicas de dominación-violencia en todos los ámbitos
Del anterior punto podemos sacar consecuencias prácticas para nuestro pacifismo:
Se debe dirigir contra todas las violencias (directas, estructurales, culturales, la sinergia de la interrelación y recombinación de estas)
La paz por ello debe incorporar de forma simultánea, junto al componente antibelicista y antimilitarista, la lucha contra la violencia depredadora con la vida y el planeta, la lucha contra la violencia patriarcal, la lucha contra la violencia social y estructural y la desigualdad, la lucha contra la explotación, la lucha contra la violencia colonial, .a lucha contra la violencia etnocéntrica, racista y supremacista, la lucha contra la dominación del hombre sobre el hombre y sobre la naturaleza, etc.
Su horizonte debe ser por consiguiente romper con el paradigma dominación-violencia (y consiguientemente debe tener un marcado enfoque anticapitalista) y desencadenar dinámicas y procesos de forma alternativa (es decir, no después, sino a la vez) basadas en las ideas fuerza antagónicas de cooperación-noviolencia que permitan cristalizar en la idea de paz rectora y de seguridad humana y ecológica.
En lo que se refiere a nuestra propuesta hacia el régimen de guerra la propuesta pacifista debe tener un marcado carácter de resistencia radical a la guerra y no puede apostar por el desarme (quitar armas y elaborar pactos militares de paz fría) sino por la desmilitarización y el trans-arme entendido como provocación de procesos de construcción de alternativas de seguridad basadas en la cooperación-noviolencia. No basta con quitar poder a lo militar, si en paralelo no transformamos nuestras sociedades hacia la idea y la práctica de la paz positiva.
Habida cuenta de la urgencia de un cambio de rumbo global y de la deserción del actual sistema/mundo insostenible, debemos pensar, junto con otras articulaciones que afirman igualmente esta necesidad, nuestras prácticas de cambio y nuestras luchas en términos de defensa social frente a la violencia rectora y organizar dicha defensa social de forma compartida, coordinada y conjunta,
Tal vez el papel y el desafío de las articulaciones pacifistas del presente es el de plantear abiertamente la idea (en construcción) de la paz positiva más allá del desarme, reforzar su perfil desobediente, desmilitarizador, activista y de lucha contra la violencia rectora, ambicionar y construir con la sociedad procesos creativos de trans-arme que quiten poder a la violencia rectora y al militarismo a la vez que construyen prácticas de empoderamiento social alternativo y de cooperación-noviolencia y, como no, visibilizarse, proponer y desencadenar, junto con otros aliados afines, ciclos de movilización social de amplias miras y visión sabia.
Judíos no sionistas
Morah Yasmín
Judíos no sionistas: son los judíos que consideran el sionismo como la opresión del pueblo palestino y la denigración de las propias tradiciones, luchas por la justicia y alianzas con nuestro prójimo.
Entres sus bases están:
El sionismo es racista
Demanda poder político, económico y legal para las personas y culturas judías y europeas por encima de los pueblos y las culturas autóctonas. El sionismo no solo es racista sino antisemita. Respalda la imaginería antisemita europea y sexista del «judío diaspórico» afeminado y débil y contrapone a éste un «judío nuevo» violento y militarizado, que es un perpetrador y no una víctima de la violencia racializada.
El sionismo por lo tanto busca convertir a los judíos en blancos
A través de la adopción del racismo blanco en contra del pueblo palestino. A pesar de la necesidad de Israel de integrar a los mizrahi para mantener una mayoría judía, este racismo también se manifiesta en la marginación y la explotación económica de la población mizrahi socialmente pobre. Esta violencia racializada también incluye la explotación de los trabajadores migratorios.
Los sionistas diseminan el mito de que Israel es una democracia
En realidad, el Estado de Israel ha establecido e implementado prácticas y políticas internas de discriminación contra los judíos de ascendencia mizrahi y excluye y restringe a los palestinos. Además, el Estado de Israel, en colaboración con los Estados Unidos, socava cualquier movimiento árabe por la liberación y el cambio social.
El sionismo perpetúa el excepcionalísimo judío
Para defender sus crímenes, el sionismo cuenta una versión de la historia judía que está desconectada de la historia y las experiencias de otras personas. Promueve la narrativa del holocausto nazi como excepcional en la historia de la humanidad -a pesar de ser uno de muchos holocaustos, desde los aborígenes estadounidenses hasta Armenia y Ruanda-. El sionismo separa a los judíos de las víctimas y los sobrevivientes de otros genocidios en lugar de unirnos a ellos.
A través de una islamofobia compartida y un deseo de controlar a Medio Oriente y Asia Occidental, el Estado de Israel hace causa común con los cristianos fundamentalistas y otros que llaman a la destrucción de los judíos. Juntos, llaman a la persecución de musulmanes.
Esta promoción conjunta de islamofobia sirve para demonizar a la resistencia contra la dominación económica y militar de Occidente. Continúa una larga historia de colusión con regímenes represivos y violentos, desde Alemania nazi hasta el régimen de apartheid de Sudáfrica y las dictaduras reaccionarias a lo largo de Latinoamérica.
El sionismo sostiene que la seguridad judía depende de un estado judío altamente militarizado. Pero el Estado de Israel no contribuye a que los judíos estén seguros. Su violencia garantiza inestabilidad y miedo para los que están dentro de su esfera de influencia y pone en peligro la seguridad de todas las personas, incluyendo a los judíos, mucho más allá de sus fronteras.
El sionismo voluntariamente coludió para crear las condiciones que llevaron a la violencia en contra de los judíos en los países árabes. El odio que la violencia y dominación militar israelíes generan hacia los judíos que viven en Israel y en otros lugares es usado para justificar más violencia sionista.
Lo de China
Guillem Martínez
1- Estamos viviendo la caída de otro muro. Zas. Igual era el muro de nuestro lado. Un muro que no se veía, si bien su caída permite ver otro paisaje, otra época, otro mundo. Tan grande y diferente que da miedo. Es el miedo de cuando te adentras en un nuevo e inexplorado planeta. Por ejemplo, Raticulín.
2- El presente articulete pretende ofrecer el minuto y resultado de esa caída de muro. Vivimos, recuerden, en el paréntesis de 90 días que ofreció Trump al mundo para que el mundo negocie con EEUU lo de los aranceles. Es decir, para que el mundo reformule –o no– su relación con EEUU. ¿Qué han contenido en su interior los últimos días de ese packde 90 días, esa cuenta atrás? No se vayan, que hoy tiramos la casa por la ventana, de manera que contestarán a esos interrogantes pichichis planetarios, como Paul Krugman o Thomas Piketty. Antes, no obstante, es importante aludir a lo que ha ocurrido en Argentina. Tal vez, un indicio del todo.
3- El actual gobierno argentino ha obtenido un crédito del FMI de 20.000 millones de dólares. No es el crédito habitual del FMI a Argentina. Es el sello, ruinoso, del fracaso de la revolución Milei, que queda plasmada como un destrozo social, un jalón violento y doloroso hacia la ruptura social y hacia una catástrofe económica que carece de nombre. En ausencia de otro, tal vez quede bien el palabro catástrofe. Se trata, con todas las letras, de una Catástrofe Económica. Algo sin precedentes. A saber: en Argentina no ha ocurrido un error, un fallo, una mala política económica. Ha ocurrido la más absoluta y vehemente ausencia de cálculo, salvo el del beneficio personal para una pequeña élite gubernamental. Lo de Argentina no es anecdótico. No es un caso aislado. Es la época. Tras más de cuatro décadas de neoliberalismo, de gobiernos que reinterpretan y reducen constantemente sus funciones y responsabilidades sociales, la política ha quedado reducida a un reino que no es de este mundo, sino que se debe a la pasión que pueda crear, a la realidad paralela que pueda fabricar. La política, esa región de la comunicación, queda delegada así en comunicadores. Gestionan la espuma, los sentimientos. Poco más. Por lo que ni siquiera consideran dentro de su responsabilidad gestionar la sanidad o la educación. Menos aún una pandemia, una DANA, la crisis de la vivienda, una crisis económica. Son políticos autoritarios aún más libres –es decir, aún menos responsables– que los de los años 30, pues aquellos debían dar cuentas a seres no verificados, como dios, la Historia o Alemania, mientras que estos solo deben comunicar exceso en redes, esa masa que, por cierto, tampoco precisa estadios, coreografías, multitud –las redes, en fin, son el estadio interior–. Esa clase de políticos y de política no se improvisa. Requiere décadas, años de selección y ensayo. Estamos asistiendo al culmen de esa dinámica y, tal vez, a su canto del cisne a partir de nuestros Mileis, Boris Johnsons, Mazones, Puigdemonts, Alvises, Abascales, Ayusos… Trumps.
4- Por lo demás, se va depurando, con asombrosa rapidez, los puntos básicos del trumpismo. El trumpismo es, así, básicamente, un solo punto, pero muy gordo. La hegemonía del Ejecutivo sobre el Legislativo y el Judicial, que desaparecen, zas –“En EEUU no gobierna la Corte o el Congreso. Gobierna el presidente”, ha dicho Marco Rubio; yo no lo podría haber dicho mejor–. Es el fin de la democracia, que no del voto. De ese hecho, de esa ausencia de control y de contrapoder ante un poder irresponsable, nacen el resto de hechos: a) las políticas –ilegales y contra los DDHH– de inmigración, b) los recortes y censuras en la universidad, c) los retrocesos en las libertades personales y colectivas, habituales en todo autoritarismo y, claro, lo de d) los aranceles. Y, en general, e) el delirio, pues se trata de políticas dramáticas, es decir, teatrales, que parten de decisiones absolutamente arbitrarias, no sustentadas en hechos reales y que, por eso mismo, no precisan, en primera instancia –o segunda, o tercera– de éxitos, de realizaciones. O, al menos, no los están teniendo, lo que parece no importar a Trump, como no le importa a Milei. Quizás la metáfora de ello sea la asunción, por parte del DOGE –la oficina gubernamental de Musk, el punto en el que se planteó el enfrentamiento con el Judicial y el Ejecutivo–, de que solo ha obtenido un 15% de los ahorros prometidos –no se puede recortar mucho más, en fin, un Estado recortado previamente a lo largo de más de cuatro décadas–. Y, aun así, ese 15% es una cifra abultada, falsa, según el NYT.
5- Sobre la ausencia de éxitos: a) esta semana se ha consagrado el choque entre el Judicial y el Ejecutivo, con el planteamiento del conflicto constitucional por parte del Judicial, precisamente por un tema de deportación ilegal de inmigrantes. Veremos cómo se traduce y en qué acaba ese conflicto. También esta semana –y esto es muy importante, uno de los cientos de elefantes en la sala– se ha planteado b) el conflicto entre el Ejecutivo y los militares: el Ejecutivo ha relevado de su cargo a la jefa de la base de Groenlandia, por falta de pasión, por las cítricas a la violencia oral vertida por el vicepresi Vance en su viaje la isla. Se trata de un indicio, la puntita de algo importante, en tanto que el estrato militar de EEUU es el único, en todo el continente, que nunca ha practicado el golpe de Estado. Fiel, con una tradición de honestidad y sentido de su deber –los militares de EEUU tienen un prestigio y cierto reconocimiento social de una suerte de honestidad cívica–, el estamento militar es hoy un enigma. ¿Tolerará, sin más, el fin de un orden constitucional de más de 200 años? Y, claro, esta semana también se ha formulado, más y mejor, el tema c). Los aranceles, ese intento de practicar las relaciones internacionales a partir de la violencia –económica, por ahora–. ¿Qué está sucediendo?
6- The Economist (TE) cree que está sucediendo una guerra comercial entre EEUU y China. Lo que no es un punto de vista muy original, pues la guerra comercial planteada es más grande aún que ese conflicto, de por sí gigantesco. La originalidad es que TE observa como singular no ya la escalada emitida por Trump, sino la escalada posterior emitida por China –China, recuerden, ha anunciado que está dispuesta a “luchar hasta el final”; lo que suele ser mucho–, que TE valora como un indicio de que China cree que puede ganar el conflicto. EEUU, al menos, no podrá soportar la inflación y el descontento social, apunta TE, mientras que China tan solo tendría que respaldar su economía –ya lo hizo en 2007-09, cuando chutó a su economía 590.000 millones de dólares–. China ya ha empezado a emitir medidas en esa línea: a) bajando los intereses y b) desacoplando su economía de la de EEUU. Por todo lo alto. Y con actos inesperados. No se los pierdan.
7- Por ejemplo, suspendiendo los pedidos chinos a la prestigiosa firma Boeing, que se tendrá que comer sus aviones con patatas –empieza, parece una edad de oro para la europea Airbus–. Y como la medida aún más espectacular, radical, inesperada y tan difícil de entender que la prensa europea y norteamericana parecen haber omitido de su agenda. Se trata, agárrense, de la voladura china no de un gaseoducto, sino de algo aún más aparatoso: el mercado del Gas Natural Licuado / GNL.
8- A finales de la semana pasada, China suspendió de manera abrupta, vía piticlín-piticlín, todas las importaciones de EEUU de GNL. Pumba. Se trata de más de 4,4 millones de toneladas / 2.400 millones de dólares anuales. Lo suficiente como para crear pánico y pérdidas diarias millonarias en la economía de EEUU. Al parecer, China ha revendido a la UE una buena parte del GNL rechazado, que lo ha recibido como agua de mayo. China puede hacerlo. No es un país productor de gas, pero controla una parte del mercado gracias a los contratos a largo plazo firmados con países productores. Lo que le permite ofrecer GNL a precios bajos, simplemente como medida política –EEUU, al parecer, desea del mundo, a cambio de rebajar aranceles, venderle gas y petróleo; a la UE, gas, petróleo, armas y servicios sin tasa Google, ha explicitado Scott Bessent, secretario del Tesoro–. Lo que está haciendo, llevando al garete el mercado del GNL. Lo que nos lleva a hacer un inciso.
9- Se abre el inciso. Esto de China con el GNL explica cómo las gasta China. No improvisa. Siempre tiene plan B. Porque, a diferencia de EEUU –no se pierda a Krugman/punto 11–, siempre tiene plan A. Y hace apuestas, por ahora, más fuertes. Pero lo del GNL explica más cosas. Explica que China y la UE están destinadas a entenderse, de una manera más o menos intensa –que ya veremos–, pero inverosímil antes de la caída de este muro. Me dicen que uno de los entendimientos, el límite superior de esos entendimientos, sería el euro. China, junto a Japón, el Estado poseedor de más bonos de deuda EEUU, precisa, como todo el mundo, unos bonos de deuda fuertes, fiables, en los que invertir. Y que esos bonos podrían ser los europeos, si la UE finalmente se atreve a emitirlos –este es el momento de hacerlo, amiguitos–, ante la mala calidad y el futuro aciago de los bonos EEUU. Por lo mismo, China puede apostar por el euro como moneda internacional en las transacciones, sustituyendo al dólar, lo que sería la puntilla final al dólar, un dólar seriamente enfermo, por otra parte. A saber: a) el Financial Times informa que el valor de su deuda está por las nubes –al 4,6%, en el momento en el que escribo estas líneas; es su mayor subidón desde los 80; se dice rápido–. Y b), el dólar ha perdido mojo aún antes de esta crisis: esta mañana a primera hora el dólar supone el 57,8% de las reservas mundiales. Lo que es mucho. Pero no tanto: en los últimos 10 años, ese volumen de reservas en dólares –que hacen los Estados en una apuesta por la estabilidad– ha descendido en un 7,3%. Sí, Meloni ha visitado EEUU y se ha declarado ultrasur de Trump. Pero las alianzas comerciales no las hacen los Estados, sino la UE, es decir, la Comisión. Y la época conduce a la Comisión a apoyar el viaje de Sánchez a China, antes que el de Meloni a EEUU. En contrapartida a este hecho diáfano es preciso señalar que, en efecto, la Comisión tiene problemas para leer la época desde, al menos, 2008. Fin del inciso.
10- Krugman, Nobel de Economía, precisamente por sus trabajos en nueva teoría del comercio y nueva teoría de la geografía económica, matiza esos puntos de vista desde su propia publicación, una vez que, el pasado diciembre, y argumentado el inicio de una nueva época en el planeta –Trump, vamos–, abandonaba el NYT, cabecera desde la que se convirtió en, sin duda, el periodista político más influyente de EEUU. No se pierdan su punto de vista. Sencillo, operativo, didáctico. ¿Qué está ocurriendo?
11- Krugman parte de la confusión trumpista ante los aranceles, frente a la cual están los criterios diáfanos de China. China, dice, “entiende lo que significa el comercio y las guerras comerciales”. Sobre el comercio, plantea esta fabulosa definición: “no se trata de lo que puedas vender, sino de lo que puedas comprar”. Es decir, que exportamos, simplemente, “para pagar las importaciones”. Y las exportaciones de EEUU a China son cutres, de bajo valor añadido. Básicamente, agricultura. Vamos, que “China puede sustituir fácilmente a EEUU”, pero no EEUU a China. De hecho, el mayor riesgo que corre EEUU es revivir, a lo bestia, lo vivido durante la pandemia: la interrupción de las cadenas de producción. No fabricar por falta de materiales. “¿Está EEUU en manos de China?”, se pregunta. Se responde que “no” –a lo que agrega algo que debo escribir en negrita, pues es la esencia de lo que vivimos y de lo que viviremos–, “pero EEUU no está en manos de buenos líderes, de un liderazgo inteligente y lúcido”. Krugman, en fin, se plantea la selección negativa neoliberal, intensificada por el trumpismo, como la clave. Y aquí es donde desgrana el plan de Trump. Es, oficialmente, usar los aranceles “para aislar a China”. Un plan que Krugman considera fallido. Por cinco razones. La 1) es que, si ese fuera en verdad el plan, EEUU debería guardar ese plan en secreto. Si no lo es, si se ha filtrado, ha sido para que parezca, precisamente, que hay un plan. Glups. Ese plan –filtrado, por cierto, por Bassent, el secretario del Tesoro– “no es una exclusiva a la prensa, sino un intento de influir en Trump”. Vamos, que el círculo íntimo de Trump habla con Trump a través de la prensa, ese indicio de ausencia de coordinación y de inteligencia en los sistemas propagandísticos y verticales. Socorro.
12- La razón 2) es que Trump, a estas alturas, ha dilapidado su credibilidad con la cosa aranceles. Por lo que, por ausencia de esa credibilidad, no puede asociarse con terceros países para aislar a China –otro indicio de que lo de Meloni con Trump es un estado de ánimo, no una idea de Estado, por cierto–. La razón 3) es que no hay razón alguna para que un gobierno de la UE quiera asociarse a EEUU contra China –sí, Meloni; ninguna otra extrema derecha en el poder, parece–. La 4) es que “la administración Trump está utilizando un cuchillo para intervenir en un tiroteo”. Es decir, que China posee más mecanismos que EEUU en esta crisis. Uno de ellos es la ausencia de elecciones. A diferencia de Trump & the Mar-a-lagorettes, Xi Jinping & The Politburoettes no se juegan su cargo con tanta inmediatez. La razón 5) es brutal –y espero que así lo entienda la Comisión, snif–: “la caída de valores democráticos aísla a EEUU. ¿Quién quiere aliarse con un Gobierno como el de EEUU?” –Meloni, la extrema derecha europea fuera de la órbita húngara; poco más, por ahora–.
13- Desde otro análisis académico, Piketty coincide y amplia a Krugman en su artículo –el título es importante– EEUU está perdiendo el control del mundo. La idea motor del artículo: “tenemos que imaginar el mundo sin EEUU”. Resume el proyecto de Trump con los aranceles a través de esta imagen brutal: “EEUU quiere recibir un tributo para financiar su déficit eternamente”. Ese plan surge del hecho de que las élites políticas no saben cómo reaccionar ante el debilitamiento económico del país, de manera que la única idea es tomar minerales de Ucrania y Groenlandia, y recuperar la gestión de Panamá. “EEUU quiere ser la Europa colonial, olvidando que se construyó en 1945, sobre la destrucción del orden colonial europeo y con un modelo de desarrollo basado en la democracia y la educación”. El olvido de esos hechos socava, estructuralmente, “el prestigio moral y político” propio de la gran potencia que fue –es decir, que ya no es– EEUU. ¿Qué debe hacer Europa en este momento? Comparte con Krugman la idea de una aproximación a China, el único plan en todo este conflicto. Y explica y matiza esa aproximación: Europa/UE debe “reformar el FMI y el Banco Mundial”, de manera que los BRICS accedan a esas instituciones y las modulen, o “los BRICS” –recuerden: Brasil, Rusia, China y Sudáfrica, en primera instancia– “construirán su orden, bajo liderazgo de China y Rusia”.
14- Piketty es un pensador leído por los Gobiernos europeos. Tanto como es ignorado en las políticas europeas. Sería bueno que la Comisión, que no tuvo su momento Hamilton en la pandemia, tenga un momento de cierta inteligencia, sentido de la época y operatividad en esta caída del –otro– muro.
La era del nihilismo dulce: Entre la impotencia y la catástrofe
Emmanuel Rodríguez
Nos estamos acostumbrando al apocalipsis tomado en gotas homeopáticas. En una secuencia cada vez más acelerada desde 2008, la crisis económica se combina con una cadena de eventos catastróficos de magnitud tanto local como global: el accidente de Fukushima de 2011, la larga guerra siria (2013-¿2024?), la pandemia de COVID 19 iniciada en 2020, la guerra de Ucrania, el genocidio de los gazatíes, las inundaciones recurrentes en todo el planeta, las espectaculares subidas del precio de los alimentos de 2010-2011 y luego de 2020-2021, además un largo etcétera que incrementaría esta lista de forma quizás redundante, pero al que necesariamente habría que añadir los conflicto de Sudán y el Yemen, y las olas de incendios de Australia de 2020, América del Sur de 2022-2023 y Canadá de 2023, con más de diez millones de hectáreas calcinadas cada una.
Habrá quien considere, con toda justicia, esta lista como un ejercicio arbitrario. ¿Que tienen que ver guerras y pandemias, o las complejidades del «eterno» conflicto geopolítico de Oriente Medio con la borrasca Daniel, que en septiembre de 2021 se llevó la vida de alrededor de 15.000 libios, o con la gota fría de Valencia de octubre de 2024 que arrancó la vida a más de 200 personas? Nada, desde la óptica estrecha que considera cada fenómeno por separado, pues al fin y al cabo siempre hubo guerras y catástrofes naturales. De hecho, dirán, esta es la misma historia, recurrente y tediosa, de la especie humana. Pero la respuesta bien podría ser «todo». Este conjunto de acontecimientos está tan trenzado de elementos sociales y «naturales», que podemos considerarlo antes como la condición de nuestra época que como una invariante histórica. El factor que los reúne es el potente imán de nuestro sistema económico y social, cada vez más condicionado por el efecto bumerán de sus impactos nocivos en el sistema ecológico, que solíamos llamar «naturaleza» y que antes considerábamos completamente «externo» a la civilización.
La complejidad que tenemos que salvar es que en ninguno de estos acontecimientos se puede prescindir de al menos los siguientes cuatro elementos: la dimensión ecológica en la que la especie humana forma parte inextricable del conjunto de la biosfera del planeta, el metabolismo económico capitalista y su articulación sobre la base de la urgencia del beneficio y la acumulación incesante, la organización social (también demográfica) de sociedades divididas en clases y la segmentación de la humanidad en organizaciones estatales en mutua competencia. Cada acontecimiento catastrófico tiene causas y consecuencias en el resto de dimensiones, hasta al punto de volverlas indisociables.
El balance capitalista se ha invertido de la producción de riqueza hacia la producción de deshecho, contaminación y catástrofe.
Cabe también decir que la atención a la catástrofe no es en absoluto nueva, tal y como indica la aparición del género homónimo en los códigos cinematográficos desde la década de 1970: zombis, invasiones alienígenas, colapso de presas y megainfrastructuras (especialmente centrales nucleares), y más adelante, tormentas planetarias, pandemias, meteoritos planet-killers, etc. En un registro propiamente político, a finales de la década de 1970 y comienzos de la década de 1980, tras el retroceso de la ola revolucionaria que acompañó y siguió a 1968, ya hubo sectores, además del emergente ecologismo, que consideraron que a la era del progreso le había sucedido su opuesto. La crítica al productivismo industrial se resumió entonces en el concepto de «nocividades». Con este se certificaba que el balance capitalista se había invertido: de la producción de riqueza hacia la producción de deshecho, contaminación y catástrofe.1 Incluso durante el optimismo casi pleno de los llamados treinta gloriosos (1945-1973), en los que el consumo y el bienestar se habían convertido en la religión oficial de la inmensa mayoría, también en los países del Tercer Mundo, entonces recientemente independizados, no faltaron los profetas de la catástrofe.
Seguramente Günther Anders fue el más destacado pesimista de aquel periodo. Los dos volúmenes de La obsolescencia del hombre,2 siguen pesando como una maldición para aquella época en la que se querían conjurar los males de la pobreza, la tiranía e incluso la guerra, por medio de los avances del capitalismo progresivo, la democracia liberal y el Estado del bienestar. Para Anders, las bombas de Hiroshima y Nagasaki no habían puesto punto final al exterminio nazi o a las atrocidades del imperialismo japonés, simplemente los habían desplazado hacia el corazón mismo de las democracias occidentales, elevando los umbrales del riesgo en la era de la potencia nuclear. La Guerra Fría y la guerra de Vietnam habían acercado peligrosamente a la humanidad a su exterminio. La catástrofe administrada por los funcionarios militares llevaba a las sociedades modernas al borde de su autoaniquilación.
En esa tradición agorera, el Bulletin of the Atomic Scientists, fundado por el director del proyecto Manhattan (origen de la bomba atómica moderna), Rober Oppenheimer, nos ofrece desde hace décadas sus tétricas predicciones con regularidad. El Doomsday Clock [el reloj del fin del mundo], que publica el Bulletin, trata de representar nuestra mayor o menor cercanía a un previsible apocalipsis provocado por desastres nucleares, guerras catastróficas, riesgos biológicos de origen humano o el propio cambio climático. En enero de 2023, el reloj nos sitúo a tan solo 90 segundos de la medianoche, punto en el que un evento catastrófico producido por el «progreso humano» infligiría un daño letal a la especie y al planeta.
En cualquier caso, lo que distingue nuestro tiempo de los años cincuenta o incluso de las décadas de 1970, 1980 o 1990, es que la catástrofe ya no es una posibilidad prevista por las «mejores» cabezas (científicos, críticos o filósofos), sino más bien una certeza asumida por la gente común y corriente. No es un miedo justificado en la mayor o menor probabilidad de lo impensable, como cuando en octubre de 1962, en los tiempos de la Guerra Fría, el inexplicablemente afamado J. F. Kennedy, ante el despliegue de armas nucleares soviéticas en Cuba, accionó el nivel DEFCON 2 del sistema militar estadounidense, paso previo a una guerra nuclear. Ese miedo se podía conjurar todavía con las innegables conquistas capitalistas de la llegada del hombre a la Luna, el uso de antibióticos y la rápida extensión del consumo. Hoy, sin embargo, la presencia de la catástrofe no consiste en un miedo fundado en una posibilidad entre otras. Antes bien, esta tiene la forma de una percepción compartida de que las cosas van mal, e irán todavía a peor. Fin del Progreso. Esa es la certeza.
Por supuesto vivimos todavía en la resaca y la inercia de la era de los grandes avances. Políticos, científicos e ingenieros, al modo de los telepredicadores, siguen insistiendo en fáusticas soluciones a todos los problemas. Para demostrarlo ahí están la IA y su potencia escalada de mejoramiento humano, las ya casi palpables energías infinitas como la fusión nuclear o, en el peor de los casos, la transición posthumana por medio del escaneo cerebral hacia una vida puramente virtual. Pero aparte de estos modernos reyes taumaturgos,3 nadie en su sano juicio predice un futuro mejor. Nadie puede afirmar que el progreso marca el norte del sentido de la historia. E incluso en países como China, donde el desarrollismo capitalista ha empujado a un quinto de la humanidad a unos niveles de vida casi comparables a los occidentales, la preparación para la catástrofe —lo que con un eufemismo podríamos llamar «transición ecosocial»— es casi una disciplina empresarial.
Enfrentados a la seguridad del fin del progreso, lo que inevitablemente compartimos es un sentimiento de desamparo e impotencia. Tras la gran era de la emancipación humana y de las llamadas grandes narrativas (del progreso, la ciencia y la revolución), la postmodernidad alegre y feliz de los años ochenta y noventa, conforme a un «pensamiento débil», únicamente preocupado por los dioses de las pequeñas cosas, no ha sido más que otro suspiro.
Uno de aquellos intelectuales militantes que atravesó como pudo, entre la cárcel y el exilio, la resaca de la reacción autoritaria y neoliberal de los años ochenta, Paolo Virno, caracterizó la mentalidad de aquella década como marcada por las apesadumbradas «tonalidades afectivas» del oportunismo, el cinismo y el miedo.4 Describía así los componentes esenciales de la subjetividad llamada luego «neoliberal», narcisísticamente individualizada, plegada a lo que también después se llamaría la «empresarialidad de uno mismo», que no es más que el oportunismo y el cinismo traducidos a la puesta en venta de las propias competencias en el régimen precario y flexible de la economía de servicios de los países centrales del capitalismo avanzado.
Puede que estas sigan siendo las tonalidades emotivas de nuestra época, al fin y al cabo, no hemos logrado animar la superación política de aquel periodo. No obstante, el mismo Virno en textos posteriores nos proponía una definición para nuestro periodo que caracterizaba bajo el signo de la impotencia.5 Escribe: «Las formas de vida contemporáneas están marcadas por la impotencia. Una parálisis ansiosa coloniza la acción y el discurso». Para Virno, la impotencia era el resultado de la asimetría entre lo que consideraba una plenitud de facultades y de potencias, y la obvia incapacidad de ponerlas en uso, en acción. Este «uso» (hexis), decía Virno, es el presupuesto y el resultado de las instituciones sociales, que concretan y hacen efectiva la potencia de la cooperación de los animales humanos, y que por eso es capaz de volverse «cosa», res, hechos materiales, transformaciones fundamentales. Y esta parece la condición de nuestro tiempo: las potencias del conocimiento y la ciencia resultan asombrosas en comparación con cualquier otra época histórica, pero la capacidad de las sociedades organizadas para convertirlas en acto, en acción consciente, con el fin de producir una sociedad-naturaleza no catastrófica no están al alcance de los humanos atomizados y separados en esas unidades discretas que llamamos familias.
Por eso, la «tonalidad afectiva» que podríamos añadir a la lista de Virno es la del «nihilismo». Este término sirve para dar la clave del espíritu de la época, pero solo a condición de darle un sentido algo distinto al que proclamaron los nihilistas rusos de finales del XIX o al de sus conocidos usos por parte de Nietzsche. No estamos en la enésima proclamación del fin de los valores o del crepúsculo de los dioses, a las puertas de una sociedad y una existencia que se reconoce en el vacío de sentido. En esta «nada» vivimos desde hace 150 años. El nihilismo actual consiste en algo seguramente mucho menos apasionante y motivador, la nada actual redunda en la pasividad de masas, en una suerte de conformidad general contenta con sobrevivir.
Quizás podríamos decir con Stengers que en la base de este nihilismo está la sensación compartida de que, para eso que llamamos «naturaleza» (ella emplea la metáfora de Gaia), que ha sido objeto de apropiación y explotación por parte de los sucesivos regímenes de acumulación capitalista, nuestra simple existencia individual y social es sencillamente indiferente.6 Por decirlo en el grandilocuente lenguaje de la Escuela de Frankfurt, el triunfo de la razón instrumental capitalista y de la ilustración científica no ha producido simplemente la «naturaleza» (y con ella la sociedad) como «objeto», sino que en su incuestionable deterioro y reacción catastrófica nos ha hecho a nosotros, los seres humanos, sencillamente insignificantes.7 Enfrentados a esta era de efectos imprevistos provocados por la acción de la razón instrumental (como por ejemplo el cambio climático), los humanos sencillamente no contamos. Y no contamos, porque tampoco tenemos ninguna herramienta (más allá del conocimiento) que nos haga contar.
Paradójicamente, este nihilismo, al menos para aquellos que todavía en la cúspide del planeta y del mundo, esto es, para la pequeña burguesía mundial (las clases medias globales), no implica un especial dramatismo. La neurosis se calma y se tranquiliza con toda una expansiva farmacopea, que nos libra de caer en la depresión y en la turbación de una pasividad postrera, al tiempo que contiene la ansiedad en límites tolerables. Nos hemos vuelto especialistas en el uso del Lorazepam, el Diazepam y el Prozac. Estamos ligeramente activos, pero en una clave personal, estrictamente individualizada y estética, tal y como demuestra la rápida extensión de la nueva religión del gimnasio y las disciplinas deportivas más exigentes. Parece que sobre el cuerpo considerado propio todavía podemos ejercer algún tipo de control frente a la incertidumbre exterior. En el marco del nuevo nihilismo y de la catástrofe ecológica, se nos propone, y al mismo tiempo aceptamos, un cuidado obsesivo y recurrente de nuestra arquitectura biológica, convertida en el templo de una eterna juventud, pero también en la prueba de la negación imposible de la vejez y de la inevitable decrepitud de la carne.
Al fin y al cabo, frente al fin del mundo, declaramos que la vida (la nuestra, la única que conocemos) todavía puede ser bella e incluso interesante. Pero siempre al precio de admitir nuestra completa impotencia. Por eso, nos entregamos a unas prácticas en las que estamos bien entrenados, por ya más de medio de siglo de consumo de masas. Nos volcamos en una diversión controlada, medida, convertida en una suerte de entretenimiento constante y bien dosificado. Por eso nuestro nihilismo, no es abroncado y violento como el de los populistas rusos, ni tampoco activo y cruel como el que se proponía el enclenque y enfermizo Nietzsche, ni por supuesto alegremente desenfrenado como el de los dionisiacos excesivos de todos los tiempos. El nuestro es un nihilismo dulce, y bobo al modo francés, bourgeois bohème.
Este nihilismo dulce está orientado por una certeza de la finitud, de que la vida es corta e insegura. Pero esta certeza, reconocida e incorporada, tiene que ser, por otro lado, negada y ocultada, pospuesta frente a cualquier caramelo de gratificación inmediata; a modo de una certeza que se trata de conjurar siempre aquí y ahora, y que tampoco produce sabiduría añadida (ninguna reactualización de las viejas enseñanzas de cínicos y estoicos), en tanto no obliga en absoluto a tomar a decisiones radicales. Ligeramente ansiosa y depresiva, la subjetividad en los comienzos de la era de la catástrofe parece así conformarse con poco. Se contenta con explotar un poco más todas las fantasías y promesas de la era del progreso: una vida fácil y estimulada recurrentemente con propuestas de «experiencias» distintas, pero sin riesgos, esto es, con la garantía de que cuando estos episodios terminen, seguiremos siendo los mismos, idénticos a lo que éramos antes, si bien renovados por la aportación sensorial de una comida exclusiva, un paisaje exótico o un cuerpo otro.
Por eso, queremos todo aquello que marca una vida plena: viajar, ligar, hacer amigos, comer fuera, salir, pero de un modo que tiene algo de compulsión controlada (rara vez desbocada) y que, de forma algo forzada, busca hacer pasar el trago (la vida entre catástrofres) lo menos traumáticamente posible. Por ejemplo, se quiere viajar a cuantos más sitios mejor, y casi siempre dentro de esa paradoja de que sean sitios «exclusivos», pero también altamente demandados, tal y como refleja la moda del selfi en Instagram, siempre en lugares espectaculares que parecen diseñados para cada uno de nosotros, los mismos que esperamos en la larga fila para repetir la misma foto. No merece la pena reiterar la crítica al turismo como experiencia sustitutoria del viaje en tanto transformación interior. En cierto modo, estamos un paso más allá, en la parodia de este.
Así en las grandes metrópolis, como es el caso de Madrid o Barcelona, cada fin de semana, cada puente, cada cadencia de más de tres días de fiesta es un pretexto para iniciar un éxodo hacia la costa, la montaña, la naturaleza, los destinos exóticos, el cual se vive como una «necesidad», como un «derecho»; el «derecho» a la movilidad entendida como experiencia que rompe la rutina, aun cuando se vuelva también rutinaria. De hecho, esta movilidad bulímica se ha convertido en una suerte de forma de vida plena, también porque tiene el rasgo de un privilegio solo al alcance de las clases medias globales.
Valga decir, que la movilidad es una disposición constante para aquellos que viven de rentas o disponen de la posibilidad del teletrabajo. Se huye así de la masividad, del ruido, de la contaminación excesiva o del exceso de estímulos, en una suerte de manejo moderno de la trashumancia pero aplicada a los humanos, en la que de forma alterna se busca frío o calor, huyendo de la inclemencia climática (al fin y al cabo, de la forma atenuada de la catástrofe). Pero obviamente, de forma inevitable, se vuelve a la gran ciudad, donde se «hace la vida realmente», y donde pastamos de forma continua, al tiempo que seguimos abonando con nuestro metabolismo acelerado la persistencia del mismo mundo que consideramos condenado a la extinción.
Razonamientos similares se podrían hacer del sexo consumido en las aplicaciones de citas, en las que, en el mercado de cuerpos, se trata de operar con el mínimo riesgo y de la forma más aséptica posible; de la búsqueda de la experiencia gastronómica, cuando ya apenas nadie sabe cocinar; o del consumo cultural, hoy motivado menos por la moda, que por el entretenimiento continuo que permita cumplir ese exorcismo permanente que nos detrae del aburrimiento.
En esta sociedad depresiva pero hinchada de «experiencias» —y que en el mundo solo aplica para las sociedades ricas de clase media—, las transformaciones antropológicas son seguramente más profundas de lo que pueda insinuar este análisis superficial. Quizás la transformación más sintomática sea la de la categoría de juventud, convertida en la edad fundamental, que se extiende hoy sin ironía hasta la edad anciana. Se es joven hasta el mismo punto en que caemos en situación de dependencia. Y esa juventud es entendida como una disposición a pasarlo bien, a disfrutar: una suerte de derecho inalienable a la irresponsabilidad eterna especialmente más allá del margen estrecho de la familia. De forma algo chocante, al mismo tiempo que nos sumergimos en esta etapa infinita de la minoría de edad, la propia condición del adulto joven (pongamos de los 18 a los 25 años) cambia y se transforma de ese periodo de la vida que en la Modernidad se consideraba formativo de una personalidad única y especial, por tanto una etapa de apertura, descubrimiento y entrega a la construcción del yo, a ser una suerte de estadio de espera siempre postergado hacia la existencia plena, en el marco desdibujado de una promesa de futuro que nunca llega. Con razón se ha encontrado en la depresión y en el entretenimiento forzado la condición subjetiva de los jóvenes biológicos actuales.8
Una característica de la era del nihilismo dulce es que este es no es un resultado de la falta de conocimiento. Ninguna política de concienciación conseguirá promover un llamamiento a la acción y menos aún desatarla. En este mundo de la post-Ilustración, la población sabe. El exceso de información es patente. El genocidio palestino es transmitido casi en directo. Recibimos a tiempo real las imágenes de las bombas, los cadáveres, las lamentaciones de una población obligada a un éxodo interno continuo. En otro orden, la prolongación de la temporada de tifones o huracanes —o en nuestro caso borrascas atípicas y medicanes— es noticia todos los años. Al igual que resulta extremadamente detallado el seguimiento de las consecuencias, las víctimas y los daños económicos, junto con la inevitable asociación de estos eventos extremos con el calentamiento global de origen antrópico.
Sin embargo, este exceso de información tiene efectos narcóticos. No llama a la acción salvo a una estrecha minoría. Desde los grandes episodios de 2011 —la Primavera Árabe y el movimiento de las plazas—, la reciente suma de catástrofes solo ha levantado algunas polvaredas (las acampadas por Palestina, los voluntarios de la DANA de Valencia), pero no verdaderos movimientos destituyentes. De hecho, la reacción pública es, en el fondo, de una indiferencia fingida y en ocasiones escondida con pomposas declaraciones de hartazgo o solidaridad con las «víctimas».
Merece la pena considerar con algo de detalle el registro de la indignación que se expresa en las redes sociales convertidas en la única arena pública (y política) de esas clases medias que todavía marcan el destino de las sociedades ricas. Por supuesto, hay una parte de estos parlanchines digitales que expresa genuina preocupación por la suerte del mundo, pero esto no debiera impedir ver que esta indignación, incluso cuando es mayoritaria, no conduce a nada. En realidad, este tipo de política es la de un gran parlamento inane e impotente frente a los poderes reales de este mundo. La expresión es un simple desahogo, un expurgo de los restos de mala conciencia de la que aún queda de la subjetividad moderna. En el fondo, enfrentada a la catástrofe, la inmensa mayoría solo acumulamos espanto por aquello que puede ocurrirnos a nosotros mismos y que proyectamos en los pocos que consideramos semejantes. (Cada quien puede rellenar esa casilla según sus «identidades»: por preferencias políticas, autoubicación de clase, posiciones étnico-nacionales, orientación sexual, amén de multitud disposiciones sociales inconscientes).
Otro apunte interesante sería considerar la sociología y las motivaciones de los que podríamos considerar los verdaderos enfadados con la época, y que a modo de hipótesis parecen los más asustados con la proximidad del fin del mundo, aquellos que de una u otra forma sienten o presienten que su posición está realmente amenazada, que el deterioro ya no se puede resolver con paliativos farmacológicos o con un consumo pasivizante. En este sustrato social, los negacionismos de extrema derecha, con todas sus variantes —desde el cambio climático a las teorías alternativas de la conspiración o el terraplanismo— y con todas sus casuísticas —que se alimentan de los tradicionalismo y fundamentalismos religiosos renovados—, tiene su mejor caldo de cultivo.
En cualquier caso, lo que los negacionistas niegan —la abrumadora evidencia científica sobre las nocividades y las catástrofes, o la condición misma de la ciencia como forma autorizada del conocimiento social— es solo la carcasa de una negación mayor: que hemos entrado en un tiempo excepcional y de emergencia, que rompe la normalidad de las viejas formas de vida. Y esto resulta intolerable, literalmente desquiciante. De hecho, el negacionismo se debería entender menos como una forma de irracionalismo, que como una resistencia a reconocer que nuestro mundo (una forma de vida, una manera de percibir y sentir) ha entrado en su fase terminal. El negacionismo se convierte así en la «verdad alternativa» de esta negación mayor: es el rechazo infantil al fin del mundo dispuesto para ser consumido por los más desesperados, los más imbéciles y los más crédulos.
Su resonancia con el nihilismo dulce, propio de aquellos que todavía se pueden entretener mirando a otro lado, es como el del positivo y el negativo de una misma imagen. El negacionismo, en su negación, reclama hacer la misma vida, cuando esta se ha vuelto imposible. En este sentido, es también una forma más de las fenomenologías de la crisis, de la conciencia distorsionada de la misma. Así, si en los análisis de la II Internacional se decía que el antisemitismo, que hacía la asociación entre el judío y el gran capital, era el socialismo de los imbéciles, el negacionismo es hoy el utopismo de los imbéciles. Constituye de cabo a rabo la reivindicación de una vida digna y colectiva, pero negando la existencia de todo aquello que la socava.
En tanto forma postilustrada y acientífica de la conciencia de la crisis, cuando los negacionismos llaman a la acción, caen sin freno en las formas premodernas de la expresión del malestar popular: el chivo expiatorio, la conspiración, el rumor que precedía a los grandes motines. En este sentido, el negacionismo recupera una corriente subterránea de la historia europea, desempolva la memoria de los grandes pogromos, cuando en plazas y mercados corría la noticia de que los judíos habían secuestrado a algunos niñitos cristianos y los habían puesto a la brasa para comérselos como tostones. Cambien a esos judíos por otros enemigos a elección: musulmanes, menas, feminazis, buenistas o malvados izquierdistas. Y descubrirán el mismo recurso psicológico y tranquilizador, que, frente a la catástrofe incomprensible y devastadora, apunta al chivo expiatorio o al enemigo exterior: los «moros» que, tras la devastadora DANA, asaltan los pequeños comercios «cristianos» de honrados propietarios valencianos, el arma secreta marroquí que desató las violentas tormentas que provocaron las inundaciones, etc.
El negacionismo es, por supuesto, otra forma de impotencia. Agotados de apuntar hacia todo menos a los lugares en los que se producen las crisis, todos los negacionismos, desde el más delirante hasta el más razonable —que dice que siempre ha habido desastres naturales y «pequeños inconvenientes»—, se dirigen inevitablemente al Estado y al buen gobierno para que resuelva y devuelva al pueblo honrado su normalidad perdida. Se requiere al Estado para que proteja, para que haga de buen guardián con respecto de la comunidad legítima, la «nación verdadera», que inevitablemente excluye a los de fuera, a los no adaptados y al enemigo interior. Se pide así a los poderes certezas y claridad, simplificación ante la complejidad ilegible. El negacionismo se convierte de este modo en el más sorprendente y peligroso reflejo de la impotencia social, de la falta de la instituciones colectivas, donde elaborar la herramienta más elemental de la crítica: disponer de un pensamiento propio mínimamente razonado e informado. A pesar de su rabia, que puede desencadenar en amagos de escuadrismo en forma de disturbios y brigadas nacionales, el negacionismo actúa en última instancia por delegación en los poderes personificados en un gran hombre / gran mujer, que concentre las fuerzas simbólicas y milagrosas de la salvación. Hasta ese punto llega su impotencia.
Entre el nihilismo dulce y el negacionismo rabioso se nos ofrece una de las grandes paradojas políticas de nuestro tiempo: la forma en la que la conciencia de la catástrofe divide políticamente a nuestras sociedades. Curiosamente, el informado, que decide mirar a otro lado, arrastra sobre sí a todos los indiferentes, que pueden permitirse seguir viviendo una vida relativamente prospera y ostentosa. Se trata de una postura de estricta racionalidad neoliberal: si hay dinero y cierta seguridad, mejor seguir disfrutando o haciendo que se disfruta hasta que las llamas empiecen a arrasar la propia ciudad de Roma.
Al otro lado, el negacionista, puede estar ya quemándose en el incendio, o puede sencillamente haber empezado a oler el humo y haber entrado en pánico. El negacionista a veces responde a un perfil social desencantado, que se siente, en su fuero interno, extremadamente vulnerable. En ocasiones este perfil se encarna en posiciones sociológicas, como la que cada vez más divide a las sociedades del Norte global. Así, entre los negacionistas, se reconocen con frecuencia las clases medias en decadencia: los hijos y herederos de la vieja clase obrera industrial, antes integrados y ahora arrojados a los mercados laborales precarios de la economía de servicios; a los pequeños propietarios y productores rurales y de las pequeñas ciudades sin futuro; a los segmentos cuya prosperidad pasada no se consiguió convertir en capital cultural y cualificaciones universitarias, etc. En cualquier caso, esta correspondencia sociológica ni es definitiva ni tampoco absoluta. Lo que si es claro es que el negacionismo prende al lado de sus hermanos en la gran partida ideológica de nuestro tiempo: el populismo de derechas, el neotradicionalismo, el neoconservadurismo, los fundamentalismos cristianos (pero también musulmanes, judíos e hinduistas), los etnicismos y nativismos varios, etc.
Por su parte, el lugar en que el nihilismo dulce amenaza con dejar de ser sí mismo y convertirse en potencia activa, se encuentra entre las clases bien establecidas del viejo mundo, entre los componentes más ilustrados de esas sociedad, podríamos decir entre «los que saben pero no sienten». Aquí reside la paradoja: quien hoy se muestra consciente y sensible a la catástrofe —recuerden siempre de una forma meramente declarativa— es muchas veces quien todavía disfruta de una posición social más o menos plena. Curiosamente esta conciencia y esta sensibilidad tiene «valor de mercado», se convierte en un activo «valioso» para la sociedad oficial. Así en ocasiones, el «informado» es también el periodista, el experto, el consejero o el político bien remunerado por su capacidad para seguir avisándonos del tétrico futuro que se avecina, o si se prefiere, del pequeño paliativo «posible». En este sentido, esta «izquierda» forma parte de la inevitable necesidad de representación, que constituye la clave de bóveda de las democracias liberales.
En cualquier caso, en tanto su posición sigue estando a medio camino entre la plebe subvencionada y la verdadera clase patricia —en términos del sociólogo Bourdieu, siguen siendo los «dominantes dominados»— es imposible que alcance a convertirse en un verdadera sujeto político, como la salvífica clase ecológica, que por ejemplo se proponía animar Bruno Latour.9
A los efectos prácticos y políticos de una sociología crítica, el sector consciente no escapa en su modo de vida a las determinaciones de la sociedad de consumo avanzada, formada por individuos separados. Su ecologismo, feminismo, antirracismo o incluso —caso de existir— su anticapitalismo, no escapa de ser un estilo retórico e ideológico, que no llega a constituirse como una forma de vida, que requiere de una materia colectiva. Por muy pautada y sofisticada que sea su forma de estar, su amaneramiento y estilo, el «consciente» no escapa al nihilismo dulce. No vive de modo distinto al de los realmente «indiferentes», y por ello es incapaz de actuar de forma distinta. En un sentido lato, el «consciente» es el mejor y más acabado representante del nihilismo dulce, desprovisto de todo rastro de mala conciencia, parece vivir plenamente satisfecho consigo mismo. De forma previsible, el Jeremías moderno coincide con el viejo Narciso.
Como suele ocurrir, en el cruce de insultos entre «negacionistas» y «conscientes» se encuentra en parte la clave para entender la política de la época. Cuando los «conscientes» arrojan sobre los «negacionistas» la inevitable acusación de barbarismo, estupidez o incluso fascismo, no se equivocan. El proceso de caída de los sectores que antes estaban relativamente integrados dentro las sociedades ricas ha implicado en ocasiones un cerril embrutecimiento. La reacción del negacionista no tiene más norte que la vuelta a lo de antes, aunque sea por medio de su restricción a los que todavía pasan por nacionales, «normales», «nativos», «blancos» o la condición a la que buenamente se agarren.
Sin embargo, entre los «negacionistas» no falta lucidez a la hora de desvelar las contradicciones de los «conscientes». En su reacción descansa un fuerte componente antielitista que podría tener otras traducciones políticas. Al asimilar a los «conscientes» con las «élites liberales» no dejan de apuntar a una forma de vida profundamente hipócrita, apalancada dentro del mismo sistema que constituye la fuente de las catástrofes. Cuando muestran su desprecio por una forma de vida metropolitana, consumista y cosmopolita, sin raíces, declaran también que el «consciente» no es distinto del «indiferente». Ambos están movidos por el mismo motor. ¿Por qué entonces «creerles»? ¿Por qué hacerles el caldo gordo que legitima su posición o al menos les da un suplemento de gracia moral, cuando los «negacionistas» saben de la impotencia e incompetencia de los «conscientes»?
Naturalmente, no hace falta decir que esta división entre «conscientes», «negacionistas» e «indiferentes», convertidos en las grandes posiciones epocales de la era de las catástrofes, es una una caricatura, un ejercicio literario que empuja las posiciones hacia sus extremos. Ahora bien, ¿al exagerar determinadas fisonomías, no se descubren perfiles sociales antes opacados? En cualquier caso, lo esencial es considerar los medios para salvar la impotencia. Y estos hoy no parecen disponibles en los jueguecitos ideológicos de la política representada.
1 En el espacio ligado a la herencia de los situacionistas, surgió el grupo y luego editorial Encyclopédie des Nuisances, que aseguró las bases de un estilo de crítica que, en Francia principalmente, perdura hasta hoy. ↩︎
2 Günther Anders, La obsolescencia del hombre, 2 vols., Valencia, Pre-textos, 2011. ↩︎
3 En la formación de las monarquías modernas, y por tanto del Estado tal y como lo conocemos, a los reyes de Francia e Inglaterra, se les concedía la capacidad de sanar enfermedades y minusvalías por medio del toque real. Puede que este siga siendo uno de los atributos de todo poder. Véase al respecto al libro clásico de Marc Bloch, Los reyes taumaturgos, Madrid, FCE, 2017. ↩︎
4 Paolo Virno, «Ambivalencia del desencanto. Oportunismo, cinismo, miedo», en Virtuosismo y revolución. La acción política en la época del desencanto, Madrid, Traficantes de Sueños, 2003, pp. 45-76. ↩︎
5 Paolo Virno, Sobre la impotencia. La vida en la era de su parálisis frenética, Madrid, Traficantes de Sueños / Tercero Incluido / Tinta Limón, 2021. ↩︎
6 Isabelle Stengers, En tiempos de catástrofes. Cómo resistir la barbarie que viene, Barcelona, NED / Futuro Anterior Ediciones, 2017. ↩︎
7 Theodor Adorno y Max Horkheimer, Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos filosóficos, Madrid, Trotta, 2018. ↩︎
8 Mark Fisher, Realismo capitalista. ¿No hay alternativa?, Buenos Aires, Caja Negra, 2018. ↩︎
9 Véase Bruno Latour y Nikolaj, Manifiesto ecológico político. Como construir una clase clase ecológica, consciente y orgullosa de sí misma, Madrid, Siglo XXI, 2023. ↩︎
Kill'em All: El ejército estadounidense en la guerra de Corea
Álvaro Peredo Ballugera
La Guerra de Corea (1950-1953) fue uno de los conflictos más devastadores del siglo XX. Fue relativamente corta pero excepcionalmente sangrienta. A pesar de la magnitud de la catástrofe humana, es a menudo llamada «la guerra olvidada».
Algunos episodios especialmente controvertidos de este conflicto en la parte estadounidense, como la masacre de No Gun Ri, han emergido décadas después para revelar verdades incómodas sobre las atrocidades cometidas en nombre de la guerra.
El documental Kill ‘em All. El ejército estadounidense en la guerra de Corea, describe aquel terrible conflicto y el terrible escenario que tuvieron que enfrentar los civiles de ambas Coreas, con mención especial a los crímenes de No Gun Ri y la conducta militar estadounidense en Corea.
Producido por Jeremy Williams, Kill ‘em All es un documental de Timewatch.
El contexto de la Guerra de Corea
El 25 de junio de 1950, el régimen comunista de Corea del Norte, respaldada por la Unión Soviética y China, invadió Corea del Sur. Esta ofensiva inicial llevó al Consejo de Seguridad de la ONU, en ausencia de la URSS, a condenar la invasión y a organizar una coalición liderada por Estados Unidos para defender al sur.
Bajo el mando del general Douglas MacArthur, las fuerzas estadounidenses intervinieron rápidamente, pero enfrentaron imponentes desafíos: tropas mal entrenadas, mandos descoordinados y tácticas guerrilleras complicaron la situación en el frente.
La invasión también generó una crisis de refugiados sin precedentes, con millones de civiles desplazados cruzando los campos de batalla, bloqueando carreteras y líneas de suministro. En este clima de caos y miedo, los líderes militares estadounidenses comenzaron a ver a todos los civiles como posibles enemigos infiltrados, y esto tuvo consecuencias desastrosas.
La masacre de No Gun Ri
El 26 de julio de 1950, el 8.º Ejército de los Estados Unidos emitió una orden que prohibía a los refugiados cruzar las líneas de combate. Ese mismo día, cerca del puente de piedra en el pueblo surcoreano de No Gun Ri, cientos de civiles se reunieron buscando refugio. Sin embargo, lo que encontraron fue la muerte.
Tropas del 7.º Regimiento de Caballería abrieron fuego indiscriminado contra los refugiados, alegando órdenes superiores. Algunos fueron abatidos sobre las vías del tren, mientras que otros fueron ametrallados desde el aire por aviones estadounidenses. Según testimonios de sobrevivientes y veteranos, los disparos continuaron durante tres días. Civiles aterrorizados cavaban agujeros en el suelo para esconderse, mientras apilaban cadáveres como escudos contra las balas.
Yang Hae Chan, un superviviente, recuerda el horror que vivió: «La gente se escondía bajo los cuerpos de los muertos para evitar ser alcanzada por las balas». Se estima que hasta 400 personas, incluidos niños y ancianos, murieron en el incidente.
Órdenes mortales y testimonios
Documentos desclasificados y testimonios de veteranos han arrojado luz sobre las directrices que llevaron a la masacre. Las órdenes de Alto Mando eran claras. Disparar a cualquier grupo de civiles que se acercara a las líneas estadounidenses por temor a que hubiera soldados o agentes norcoreanos infiltrados. El temor se fundamentaba en la situación límite en que se encontraba Corea del sur, con el ejército norcoreano a punto de tomar todo el territorio.
Algunos veteranos, como Joe Jackman del 7.º Regimiento de Caballería, describen cómo un teniente gritaba: «¡Disparen a todo lo que se mueva, mátenlos a todos!». A pesar de estas evidencias, el Pentágono, en un informe publicado en 2001, calificó la masacre como una «tragedia desafortunada inherente a la guerra», negando que hubiera habido órdenes específicas para atacar a civiles en No Gun Ri. Sin embargo, los archivos y testimonios parecen contradecir esta versión, confirmando las órdenes de atacar a refugiados durante los primeros meses del conflicto.
- El puente ferroviario de No Gun Ri, Corea del Sur, en 1960., donde el ejército estadounidense mató a un gran número de refugiados surcoreanos debajo y alrededor del puente, al comienzo de la Guerra de Corea. Fuente: No Gun Ri International Peace Foundation.
Repercusiones y negación
La masacre de No Gun Ri salió a la luz en 1999 gracias a una investigación de la Associated Press. El impacto en la opinión pública estadounidense fue significativo, ya que este episodio expuso un lado oscuro de la participación de Estados Unidos en Corea. A pesar de las revelaciones, el informe oficial minimizó la responsabilidad, y la pérdida del registro de comunicaciones del 7.º Regimiento de Caballería alimentó sospechas de encubrimiento.
En Corea del Sur, la masacre dejó una herida abierta. Tanto para los supervivientes como para aquellos que conmemoraron a las víctimas en ceremonias posteriores, la búsqueda de justicia sigue siendo una necesidad que han mantenido toda su vida.
Epílogo
En la Guerra de Corea murieron casi 5 millones de personas. Más de la mitad de ellas, alrededor del 10 por ciento de la población de Corea antes de la guerra, eran civiles, una tasa de bajas civiles más alta que la de la Segunda Guerra Mundial y la de la Guerra de Vietnam. Casi 40.000 estadounidenses murieron en combate en Corea y más de 100.000 resultaron heridos.
La masacre de No Gun Ri simboliza cómo, en tiempos de guerra, la línea entre la supervivencia militar y las atrocidades, puede desdibujarse rápidamente. Este capítulo oscuro sigue siendo un tema controvertido, reflejando no sólo los horrores de la Guerra de Corea, sino también la lucha por confrontar las verdades incómodas de la historia.
A más de siete décadas del conflicto, episodios como este subrayan la necesidad de recordar y reflexionar sobre las decisiones tomadas en aras de la victoria, y el costo devastador que tuvieron para los más vulnerables: los civiles atrapados en medio de la guerra.
El Papa Francisco y la izquierda: Porqué su mensaje importa (incluso si no eres creyente)
Manolo Copé fue sacerdote católico, actualmente es concejal de EU en el Ajuntament d'Alacant y, en su día, fue uno de los fundadores del Grup Antimilitarista Tortuga.
Ha muerto el Papa Francisco. Su partida es un golpe fuerte para muchos, tanto dentro como fuera de la Iglesia. Como creyente, me siento profundamente conmovido por su fallecimiento, pero reconozco que su mensaje tiene una trascendencia que va más allá de la religión, incluso para quienes no comparten su fe.
Más allá de ser un líder espiritual, Francisco fue un hombre de principios, que se enfrentó al capitalismo salvaje y que defendió a los más vulnerables con una fuerza y claridad que muchos políticos progresistas no tienen. Su voz resonó en el Vaticano de manera que convirtió la institución en un altavoz de luchas que, aunque no siempre las reconocemos como nuestras, son universales.
1. El Papa "rojo" (según los ricos)
En mi encuentro con él en 2016, en Roma, cuando estuvo con los movimientos populares, se hizo evidente que su mensaje iba más allá de los dogmas. Su crítica al sistema económico fue contundente, señalando sin tapujos a los responsables de la desigualdad: los bancos especuladores, las multinacionales que explotan al Sur Global y un sistema financiero que "ha convertido el dinero en un ídolo". En Evangelii Gaudium (2013) escribió algo que, para mí, sigue siendo un golpe directo al corazón del sistema capitalista: "No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle, pero sí que baja dos puntos la bolsa". Este tipo de discurso, tan directo y claro, es algo que podemos abrazar todos los que luchamos por la justicia social.
2. Ecologista antes de que fuera tendencia
Cuando la crisis climática comenzó a llamar la atención global, Francisco ya había dejado claro su compromiso en Laudato Si', donde conecta la destrucción del medio ambiente con la injusticia social: "El gemido de la Tierra explotada se une al gemido de los pobres". No solo fue uno de los primeros en desafiar el "mito del crecimiento infinito", sino que también defendió el agua como un derecho humano. Son ideas que hoy en día comparten los movimientos ecofeministas y la izquierda verde, y que deberían preocuparnos a todos.
3. El Papa que abrió las puertas a los movimientos sociales
Lo que me impactó personalmente durante ese encuentro con él fue su capacidad de escuchar a los movimientos sociales. Nunca antes un Papa había dado tanto espacio a los sindicatos, cooperativas y colectivos de base. En el Vaticano se sentaron representantes de movimientos populares, desde Evo Morales hasta colectivos de fábricas recuperadas. Y no solo era un gesto simbólico: Francisco legitimó luchas que muchos gobiernos de izquierda, lamentablemente, ya habían dejado de lado.
4. Contra los muros, contra las derechas xenófobas
Mientras Trump levantaba muros en la frontera y Europa cerraba sus puertas a los refugiados, Francisco nos recordó que "un pueblo que construye muros en vez de puentes se encierra en la asfixia". Durante su visita a Lesbos, abrazó a los refugiados y denunció como "hipócritas" a quienes hablan de cristiandad pero rechazan al migrante. Un mensaje directo a los que promueven políticas xenófobas como Vox o Meloni.
5. Las contradicciones (porque nadie es perfecto)
A pesar de su tono cercano, lógicamente defendía posiciones conservadoras. Pero, aún en temas controveridos, su actitud era más de comprensión que de juicio, como cuando dijo "¿Quién soy yo para juzgar?" sobre la homosexualidad.
En un mundo tan polarizado, su enfoque humanista siempre estuvo centrado en la pobreza y la justicia social.
¿Por qué recordarlo?
En un contexto donde la izquierda se fragmenta constantemente por purismos y debates internos, Francisco demostró que, incluso desde una institución conservadora como tiende a ser la Iglesia, se pueden desafiar las estructuras de poder. No hace falta ser católico para valorar que un hombre con 1.300 millones de seguidores haya llamado "ladrones" a los banqueros o haya defendido derechos universales como "tierra, techo y trabajo".
El Papa ha muerto, pero su crítica al poder —esa que tanto molestaba a los ricos y a los conservadores— sigue viva. Y ese legado, creas o no, es un legado que nos pertenece a todas y todos.
La Wikipedia se rinde y entrega sus datos a la IA, para que los bots no la hundan
Juan Antonio Pascual Estapé
La Wikipedia ha aumentado su tráfico un 50% por culpa de los bots de IA que se llevan todo su contenido, y para una proyecto sin ánimo de lucro que se financia con donaciones, ese tráfico artificial puede significar su muerte. Así que ha decidido preparar su contenido para la IA, y ofrecerlo en un servicio externo, Kaggle.
Desde el pasado mes de enero, su tráfico ha aumentado un 50% por los bots que "escrapean" su contenido, para entrenar a la inteligencia artificial.
Como dice la propia Fundación Wikipedia: "el contenido es gratis, pero la infraestructura no". No tienen publicidad, y todo su contenido es gratuito. Pero su tráfico es enorme, y eso exige una cara infraestructura en forma de centros de datos distribuidos por todo el mundo.
La Wikipedia ofrece sus datos a la IA
Cuando un artículo se solicita varias veces en Wikipedia, se almacena en una caché en el centro de datos más cercanos al usuario. Esto se hace porque buena parte del tráfico de la Wikipedia está relacionado con la actualidad, o el trending. Por ejemplo, si muere un personaje famoso o un actor gana un premio, el tráfico de su ficha en la Wikipedia, o sus fotos en Wikimedia, aumenta de golpe.
Por desgracia, los bots de IA rompen por completo este esquema, porque no buscan contenido popular, sino que "escrapean", es decir, descargan todo el contenido en masa, uno tras otro. Incluyendo datos que casi nadie solicita.
Esto hace que casi todas sus peticiones se remitan a los servidores centrales, sobrecargándolos. El 65% del tráfico de su contenido más pesado (vídeos de larga duración), proviene de estos robots.
Este aumento de tráfico está afectando a la velocidad de acceso de los usuarios humanos, y la Fundación Wikipedia no se puede permitir invertir en cientos de servidores solo para dar cabida a los bots de Internet, que se llevan el contenido y ni siquiera hacen una donación.
La Wikipedia no está en contra de que la inteligencia artificial entrene con sus datos, ya que son libres. Pero los bots que los recopilan la están matando. Así que ha encontrado una solución: ofrecerlos en otro lugar.
Ha preparado un dataset formateado y organizado para entrenar a una IA, y está disponible a través de la plataforma científica Kaggle. Así los bots ya no tienen que acudir a la propia Wikipedia para coger lo que necesitan.
Es una solución que satisface a todos, pero también un ejemplo de la tiranía de la IA, que no tiene problemas en tumbar servicios globales como la Wikipedia, con el único objetivo de conseguir todos los datos que pueda. Es insaciable.
Frente a la feria de armas de los señores de la guerra: ¿Qué defender y cómo?
En un ambiente de creciente militarismo en España y Europa los Señores de la Guerra han organizado de nuevo una Feria Internacional de Armamento en Madrid los días 12, 13 y 14 de mayo. La llaman FEINDEF, Feria Internacional de la Seguridad y la Defensa. Nos negamos a admitir que más armas den más seguridad. Nos negamos a admitir que se compren armas para nuestra defensa. El comercio de armas es en sí un próspero negocio que además sirve muy bien a los intereses de las élites, pero no a la inmensa mayoría.
Creemos que es necesario abrir un debate serio en la sociedad sobre ¿qué seguridad necesitamos?, ¿qué es lo que hay que defender? y ¿cómo nos vamos a organizar para defenderlo? Para ello hemos organizado un encuentro con distintos colectivos y luchas en el que analizaremos:
Cómo afecta el militarismo y la violencia a cada lucha y colectivo.
Cuáles son las principales agresiones y los principales «enemigos contra la seguridad», en sentido amplio que sufrimos y que hay que combatir.
Cómo podemos articular en común una defensa social de lo que nos importa a todas, frente al militarismo.
Contaremos con aportaciones desde el ecologismo, la lucha contra la pobreza, el feminismo, el derecho a migrar y la defensa de los servicios públicos. Intervendrán:
Alba González de la Cruz, activista de Ecologistas en Acción
Jaime Muñoz, activista de ATD Cuarto Mundo
Salvia y Katy, de Mujeres de Negro contra la Guerra.
Sergine Mbaye, activista y político, miembro del Sindicato de Manteros de Madrid.
Mar Gimena, médica, activista por la Sanidad Pública.
Presentará el acto Juan Carlos Rois.
Somos conscientes de que el militarismo como ideología y praxis afecta al conjunto de la sociedad y sus grupos humanos. Por ello, animamos a todas las personas y colectivos a participar en este acto, a reflexionar sobre cómo les afecta el militarismo y la preparación de la guerra, y si lo consideran conveniente, les invitamos a organizar juntas la defensa de lo que realmente nos da seguridad: los servicios públicos, los derechos humanos, un planeta vivo, los cuidados, la paz, la justicia social…
La guerra y su preparación no nos dan seguridad, nos la quitan. Forman parte de las dinámicas de violencia, dominación, control de recursos, explotación, guerra y exterminio, ajenos a los intereses de la inmensa mayoría de la población.
Puedes seguir el acto en directo por streaming en este enlace: https://streaming.alternativasnovio...
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