Atravesamos por un período de crisis, provocado por la especulación financiera, que está causando la destrucción de millones de puestos de trabajo y un incremento del desempleo hasta niveles jamás vistos. El número de personas en situación de pobreza y riesgo de exclusión social crece exponencialmente, lo que provoca un alarmante aumento de las desigualdades sociales.
Mientras la mayor parte de la población sufre este empeoramiento de sus condiciones de vida, los diferentes estados aprovechan para recortar derechos y conquistas laborales y reducir las partidas de carácter social, lo que supone, en el mejor de los casos un descenso de la calidad en la prestación de estos servicios, y en el peor, su desaparición. Al mismo tiempo, mantienen, cuando no incrementan de manera encubierta, el aparato militar y de control social con todo el gasto que conlleva.